¿Está Dios en los genes?
(Ángela Boto - El País - 11/05/2007 )
Este artículo fue publicado en El País. Lo colocamos ante los ojos de
¿En los pucheros, en los que sufren, en los laberintos virtuales de la Red? Omnipresente, se busca a Dios por todas partes. El florecimiento del pensamiento científico parecía esbozar el final de la fe, el desvanecimiento de la espiritualidad trascendente. Dios dejaría de ser la justificación de los hechos inexplicables de la naturaleza porque la ciencia encontraría las respuestas, las razones. Han pasado dos siglos y el 98% de la población mundial afirma creer en una fuerza superior; el 50%
Andrew Newberg, investigador de la Universidad de Pensilvania cuyo último libro se titula “Por qué creemos lo que creemos”, asegura que nuestro cerebro "es esencialmente una máquina creyente porque no tiene otra opción". Por su parte, Dean Hammer, genetista de los Institutos Nacionales de la Salud de Estados Unidos, afirma en “El gen de Dios” que "la espiritualidad es una de nuestras herencias básicas. Es, de hecho, un instinto. (?) Tenemos una predisposición genética para la creencia espiritual". El fundamento de tal afirmación no sólo lo sitúa en sus investigaciones, sino en una encuesta realizada por la institución a la que pertenece. Más de un tercio de los participantes aseguraba haber tenido algún tipo de contacto con una poderosa fuerza espiritual. Conviene apuntar que al mismo tiempo que se ha constatado un aumento de la fe, han disminuido las prácticas religiosas, subrayando de nuevo que, aunque a menudo se identifican, no es lo mismo religión que espiritualidad.
El área de la ciencia que más pistas ha recabado sobre la posible morada de Dios es la neurología; de hecho, hace años que se habla de una subdisciplina cuyo nombre lo dice todo: neuroteología. Claro que la realidad depende de los ojos que la miren porque los resultados de los experimentos sirven a unos para demostrar la existencia de Dios, y a otros, para afirmar que son la constatación de que el Supremo es sólo un producto mental más. Los más prudentes dicen: "Estamos biológicamente determinados para encontrar sentido a nuestras vidas. Sin embargo, si Dios es una mera creación de nuestro cerebro o no, todavía no está probado científicamente". Así contestaba Newberg por correo electrónico.
Uno de los pioneros de la búsqueda de Dios en el laberinto neuronal es Michael Persinger, neurocientífico de
Los más evolucionistas se preguntarán qué interés evolutivo puede tener para el ser humano la capacidad para tener experiencias místicas. "El cerebro nos da dos funciones básicas: automantenimiento y autotrascendencia. Nos ayuda a adaptarnos y cambiar a lo largo de
Un científico del prestigio de Francis Collins, responsable del consorcio público que secuenció el genoma humano, afirma que estudiando el código genético ha encontrado a Dios porque una complejidad semejante sólo puede ser obra de un Creador. Eso sí, aclara que no cuestiona la evidencia de la evolución, pero en su opinión la teoría de Darwin no está reñida con la existencia de una inteligencia superior.
Buena parte de la comunidad científica no quiere ni oír hablar de Dios; unos, porque consideran que son campos radicalmente diferentes, y otros, porque los consideran incompatibles. Entre los últimos se encuentra el ferviente ateo y apasionado discípulo de Darwin Richard Dawkins. Habla sobre todo de religión, no de espiritualidad, y la considera una amenaza para la ciencia y para los espíritus racionales. Hammer, que lo menciona en varios capítulos de su libro, escribe que "irónicamente, al final ha resultado que Dawkins cree en una religión “la ciencia” que sigue más por fe que por lógica". Por su lado, Newberg afirma que, "puesto que siempre estaremos atrapados en nuestro cerebro, todos nosotros, desde el más devoto hasta el ateo más recalcitrante, tenemos creencias. Simplemente son diferentes".
Algunos metafísicos proponen que Dios ha caído del cielo y que se está despertando en cada individuo para crearse a sí mismo a través de su propia criatura. De modo que tal vez haya que buscar a Dios en las acciones.
(Tomado de El País / España).
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