“Rosa
Ellín no es solo una de mis mayores alegrías, sino una gracia de Dios para mí,
es mi inspiración, será siempre mi niña”, expresa la Tía Fanny al hablar de su
hija con Síndrome de Down.
Tía Fanny (blusa azul), junto a Tía Altagracia. |
En este banco de esperanza y siendo una llama
encendida está la tía Fanny, nacida en el seno de una familia que se distinguió
por sus valores sociales y su lucha contra la tiranía trujillista, ella se
inclinó al servicio bajo motivaciones religiosas. Marcada con el nacimiento de
Rosa Ellín, una niña con síndrome de Down, que nació a los ocho meses, pesando
2 libras y media, con un soplo en el corazón y otros problemas de salud. Los médicos diagnosticaron que no pasaría de
los 3 años de vida. Actualmente, sin embargo, tiene cumplidos 45 años.
Al voluntariado la llevó la desesperación,
frustración, la tristeza de ver que la hija amada no responde a los criterios
de éxito que parece marcar la sociedad, pasando en momentos por la depresión,
pero encontró luz y ganas de luchar y la alegría de ayudar. Funda, junto a
otros padres y madres, la comunidad “Fe y Luz”, en donde, dice: “he hecho de
todo”.
Hoy, casi ciega y con 75 años de edad y
dificultades en su movilidad, sigue siendo la bujía inspiradora de un
movimiento formado por decenas de jóvenes voluntarios que dirigen las pequeñas
comunidades de Fe y Luz a lo largo de toda la geografía nacional. Estos jóvenes
han sido modelados para entender lo que es amar a personas especiales,
valorarlas, tomarlas en cuenta, celebrar con ellos…en una sociedad que les
margina.
“Rosa Ellín no es solo una de mis mayores
alegrías, sino una gracia de Dios para mí, es mi inspiración, será siempre mi
niña”, expresa la Tía Fanny.
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