EL PRECIO MÁXIMO
La muerte por crucifixión era algo horrible: un
tipo de muerte lento y desesperado, con una constante batalla entre la
necesidad de respirar y el fortísimo dolor que causaban los clavos que
atravesaban la carne de la víctima. En estas circunstancias, el Señor nos habló
siete veces.
Fueron sus
ÚLTIMAS 7 PALABRAS en las que reflexionaremos como Iglesia Cristiana.
Te invitamos. Jueves 28. A las 4:30 y a las 7:30 pm. En el Liceo Unión
Panamericana, en la Paseo de los Periodistas, casi frente al Listín Diario. ¡Te
esperamos!. Invita a tus amigos, a tu familia, a tus relacionados…Jesús nos
revela en la cruz mucho del sentido de su vida y de su muerte.
Nuestro pastor, Rafael Montalvo, junto a catorce hermanos: Modesto Cedano, Lourdes Dicló, Ramón Jiménez, Martha Roa, Juan Méndez, Ingrid Martínez, Francisco Cedano, Socorro Morales, Pedro Ramírez, Loren Montalvo, Rafael Luna, Ana Ysabel Acosta, Joel Montalvo y Milton Tejada estarán desde el púlpito
llevando un mensaje de Dios para tu vida, la de tu familia y la de la sociedad
dominicana de hoy en día.
Aquí un breve resumen de estas últimas palabras de nuestro Señor.
“Padre,
perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lc
23:34). Le pidió a Dios que perdonara a los mismos que le habían condenado
injustamente, que lo habían humillado e incluso a quienes le clavaron en la
cruz. Que perdonara a quienes no merecían ese perdón, como tú y como yo.
“De
cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lc 23:43). Ambos ladrones, al
principio, se burlaban de Jesús, pero uno de ellos cambió de manera de pensar y
le pidió que se acordara de él en su reino y recibió el don gratuito de la vida
eterna. ¿Había hecho algo para merecer un don así? ¡Por supuesto que no! Todo
lo que hizo fue cambiar de manera de pensar y depositar toda su fe en Jesús. Tú
también puedes hacerlo.
“Mujer,
he ahí tu hijo… He ahí tu madre” (Jn 19:26-27).
Jesús cumplió con su papel de hijo mayor de María,
arregló las cosas para que alguien cuidara de ella en el futuro. En la cruz,
Jesús honraba a sus padres, la Palabra de Dios se cumple y se vive hasta el
final.
“Dios
mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” (Mt
27:46). Las tinieblas cubrían la tierra, símbolo de separación entre Jesús y
Dios. Tomó sobre sí el castigo que nosotros merecíamos por el pecado. Cargó con
nuestras culpas, a pesar de ser perfecto. Es el momento más significativo de
toda nuestra historia: Dios hace posible la reconciliación con El a través de
la muerte de su hijo.
“Tengo
sed” (Jn 19:28).
Su lengua estaba hinchada y reseca. Necesitaba tomar agua y lanzó este reclamo.
Al hacerlo, cumplió una profecía que hiciera David siglos antes (Salm 69:21), dándonos
ejemplo de que nuestro propósito es cumplir lo previsto por Dios para nuestras
vidas.
“Consumado
es” (Jn 19:30). Jesús proclama, en medio
del dolor, su victoria. Es una expresión de contenido legal. La práctica común
dictaba que, cuando se condenaba a un hombre por un crimen, se escribiera su
castigo en un rollo. Entonces se recogía el rollo y se clavaba sobre su celda
en la prisión. Cuando terminaba de cumplir su sentencia, se bajaba el rollo y
se escribían en él las palabras “Consumado”: nunca más se castigaría a aquel
hombre por ese crimen: había hecho una restitución total. Esa es la restitución
que Jesús hizo por ti y por mi, por nuestros pecados.
“Padre,
en tus manos encomiendo mi espíritu” (Lc
23:46). Jesús pone su vida en manos de su Padre. No fueron los líderes
religiosos judíos, ni Pilato, ni la multitud, ni siquiera los guardias, quienes
le arrebataron la vida. El la entregó voluntariamente. La entregó por ti y por
mí.
(Adaptado
de la Biblia de los Cumplidores de
Promesas).
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