sábado, 13 de abril de 2013

Jesús en la cruz / Encomiendo mi espíritu


Séptima palabra
“En tus manos encomiendo mi espíritu”
Milton Tejada C.
28 de Marzo, 2013 – 7:00 pm

“Entonces Jesús, clamando a gran voz, dijo: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Y habiendo dicho esto, expiró” (Lc 23:46).

Hermanos
Todo había terminado y todo le era adverso.

Todo era gris, no había salida, Dios hecho carne estaba a punto de morir…. Y de esa agonía espiritual, de esa soledad inmensa, surge un grito de esperanza: “Padre, en tus manos encomiendo mi Espíritu”.

Es el acto de amor más grande jamás presenciado en toda la historia de la raza humana. Dios no sólo se despojó de su gloria, sujetó su ser a un cuerpo humano, habitó con nosotros. No sólo compartió nuestras miserias, penas, pobrezas y sufrimientos, sino que se humilló a lo sumo, hasta la muerte en cruz.

No hay manera, hermanos, de comprender cómo Dios, tan grande y poderoso, santo y puro, quiso poner su vida por nosotros, pecadores. El justo por los injustos.

Este hecho estremeció los cielos, los oscureció e hizo sacudir la tierra de modo que no pudo contener a muchos de sus muertos…

Las Escrituras se estaban cumpliendo al pie de la letra.

Son las mismas palabras utilizadas en el Salm 31:5 y que solían las madres judías enseñar a sus hijos como oración antes de acostarse.

Son palabras, hermanos, que expresan:

·        El carácter voluntario de la entrega hasta la muerte por parte del Señor. En Juan 10:17-18, Jesús había proclamado: “Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar. Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar”.
No fueron los líderes religiosos judíos, ni Pilatos, ni la multitud, ni siquiera los guardias mismos, quienes le arrebataron la vida; El entregó su vida voluntariamente.

La diferencia entre un niño y un cristiano maduro es que el cristiano maduro entrega voluntariamente su vida. Estamos llamados a poner nuestra vida al servicio de la causa de Jesús….

·        Dependencia de Dios y fe en su bondad para con su pueblo, para con nosotros.

Son las mismas palabras que utilizó Esteban mientras era apedreado (Hechs 7:59). Es la confianza de que todas las cosas son para bien para quienes confían en el Señor (Rom 8:28).

En medio de la prueba y la tempestad, quiero preguntarte: ¿Dónde tienes puesta tu confianza? Si somos cristianos, estamos llamados a depender totalmente de nuestro Padre.

Dice Job: “Mi confianza es que el omnipotente testificará por mi, aunque el adversario me forme proceso…” (Job 31:35).. ¿Tienes esa misma confianza?

Confiar en Dios, Iglesia, es más fácil decirlo de boca que ponerlo en práctica durante toda nuestra vida. Es más fácil cuando las cosas nos van bien, que cuando viene la tempestad.

Es una confianza puesta en nuestro Padre, que El mismo fortalece y cuyo fruto es la paz. Proclama Isaías: “Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera, porque en ti ha confiado…” (Is 26:3). Paz en la tormenta…

Confianza absoluta que libra al corazón humano de su principal enemigo: el miedo, el temor… Dice el salmista: “Aunque un ejército acampe contra mí, no temerá mi corazón; aunque contra mí se levante guerra, yo estaré confiado…” (Salm 27:3).

Paz, vivir sin temor… aunque la enfermedad esté comiendo tus huesos, aunque la crisis económica haya desfondado tus bolsillos, aunque tu aceptación del Señor haya abierto una guerra en tu familia…

Paz, vivir sin temor… aunque las amenazas te cerquen y no comprendas qué pasa con esta o con aquella relación; aunque parezca ser que la muerte es el camino hacia el cuál te están empujando…

Paz, vivir sin temor… frutos de la confianza absoluta en Dios.

Esa confianza fue la mostrada por Jesús en el calvario: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu…”, y mostró esa confianza, dice la Palabra, con gran voz…

Sin embargo, mis hermanos, quiero decirles que es una confianza que no se reduce a las horas de tormenta, que no se reduce al momento de la muerte: confiar siempre, en todo lugar, en todo tiempo…

Como hombre, sean de la Red de Pareja o de la Red de Hombres o incluso de la Red de Jóvenes, quiero darles una palabra especial a los hombres (por favor, si es posible, ponte en pie, hombre): necesitas confiar, de modo absoluto, en tu Padre, en Dios… y verás que tu responsabilidad de líder te será ligera, verás que el gozo crecerá en tu vida, verás que aunque sea viernes santo, tiempo de muerte y crucifixión, Dios te asegura que habrá un domingo de resurrección, de victoria (por favor, siéntense).

Como dominicano, quiero dar una palabra a ustedes y a mi nación: No desmayemos en nuestro afán de ser mejores esposos o esposas, mejores hijo, mejores hermanos, mejores ciudadanos, aunque el enemigo, como dice Job, nos forme proceso, nos ataque… confía de modo absoluto en tu Padre y tendrás paz en medio de la tormenta.

Pido a la sociedad dominicana no tener miedo y no tirar la toalla ante los múltiples problemas que nos aquejan. La pobreza extrema de muchos hogares, la desintegración familiar, la dependencia de las drogas, la corrupción pública y privada, la inseguridad en nuestras calles, la carencia de un salario digno y justo, el desempleo, la violencia doméstica… son algunos de los múltiples fantasmas que quieren hacernos creer que estamos solos y que buscan llenarnos de miedo y arrodillarnos. Yo les pido que digamos que NO, que no nos arrodillaremos ante los problemas, que sólo tenemos rodillas para bajar nuestro rostro ante nuestro Padre Dios y, al igual que Jesús, clamar con absoluta confianza en El: En tus manos encomiendo mi espíritu.

La muerte no es el peor enemigo, el peor enemigo es el miedo a la muerte. Los problemas que he mencionado no son nuestros peores enemigos, lo es el miedo a enfrentar dichos problemas, la falta de confianza en un Dios en quien sabemos que podemos confiar –aunque no lo sintamos-.

Jesús enfrentó la muerte no con miedo, sino con confianza, con dependencia absoluta de nuestro Padre y eso es lo que permite asegurar  que no hay viernes santo sin domingo de resurrección.

Que Dios nos bendiga.

No hay comentarios: