Padre Nuestro que estás en el Cielo
Pastor
Rafael Montalvo /
Iglesia
Cristiana
(Entrega 2).
Esta es la primera parte de la prédica
de nuestro pastor Rafael Montalvo el pasado domingo 14. Abordó la primera frase
del “Padre Nuestro” que es una invocación, así como la segunda que es la
primera petición (santificado sea tu nombre).
Padre
Quiénes pueden orar y a quién oran
Queda
en claro inmediatamente que no todos tienen el privilegio de dirigirse a Dios
de esta manera. Esa es la prerrogativa exclusiva de los que están “en Cristo”
(Jn. 1:12; Ro. 8:14–17; Gá. 4:6; 2 Co. 6:18; 1 Jn. 3:1, 2). Es decir, de los
hijos de Dios.
Naturalmente,
hay un sentido en que Dios puede ser llamado correctamente Padre de todos los
hombres. El los creó a todos, y da el mantenimiento a todos (Mal. 2:10; Sal.
36:6).
Pero se hace claro que esta oración
modelo es para los creyentes en el Señor Jesucristo y para ellos solamente.
Solo un hijo de Dios, alguien que ha nacido de nuevo, puede llamar a Dios
“Padre”.
De
modo que una oración como el Padrenuestro no puede ser pronunciada por una
persona cualquiera, sino sólo por los hijos de Dios. Cristo enseñó esta oración
a sus discípulos. Personas comprometidas con el evangelio, con el pacto y con
las promesas, y con él mismo como Mesías y Rey.
Nadie que no comparta este mismo
compromiso puede citar el Padrenuestro sin que resulte un mero rito y un
contrasentido. O sea, nadie puede llamar a Dios Padre
nuestro si no ha nacido como hijo suyo por obra del Espíritu Santo.
“Padre” es, además, una palabra que indica
intimidad. Dios está cercano. Nos recibe en su familia y nos escucha como a
hijos suyos. Es una palabra que sugiere la plena confianza con la que el
creyente puede acercarse a Dios. También revela nuestra condición de hijos, de intimidad, de cercanía con nosotros. ¡Al
Dios creador, grande, excelso, majestuoso…le podemos llamar: Padre!
Por
eso nos acercamos con confianza, con seguridad. Vamos a donde nuestro Padre que
nos ama, que nos comprende, que nos ayuda y que tiene todo lo mejor para
nosotros.
Gracias
a Jesús podemos tener esta cercanía e intimidad con el Padre. Éramos enemigos
de Dios, extraños, descarriados, estábamos lejos de Dios…pero Jesús nos ha
acercado! Sin Jesús y Su sacrificio en la cruz, esto NO hubiera sido posible.
Por
otro lado, aquí se nos enseña a quién
hay que orar, sólo a Dios, no a los
ángeles ni a los santos. La oración se dirige al Padre, no a Maria, no a Pedro,
no a Pablo...Solo al Padre.
Nuestro
No soy un hijo único. Aunque me conoce y me trata de manera
individual, personal, soy parte de una
familia. Esto ya insinúa que hemos de pedir, no sólo por nosotros mismos,
sino por nuestros hermanos. Tengo muchos
hermanos…con diferentes características, diferentes dones, habilidades,
trasfondos, formas de hacer los cultos…dentro de la misma Iglesia local, fuera
de la Iglesia local: pentecostales, bautistas, metodistas, carismáticos, etc.
No somos iguales, pero somos familia. Y pasaremos la eternidad juntos como
familia.
Porque son diferentes a mi no son
herejes, no son falsos. Es verdad que no voy a “estudiar” (carrera,
profesión) ni voy a hacer lo mismo que mi hermano, soy diferente. Si considero
que tiene algunos errores o estilo de vida diferente, pero no por eso deja de
ser mi hermano. Tenemos el mismo fundamento.
Por otro lado, esto no quiere decir que TODOS somos
hermanos. TODO el mundo. TODA la raza humana. Hay falsos, hay herejes, personas que están en el error.
Cuando oro, no lo hago solo por mí, sino por TODA mi familia
en la fe. Hay un sentido de cuerpo, de
familia, de comunidad.
Que estás en el cielo
El Padre no está
en la naturaleza, el Padre no es la
creación, no somos todos. Él está en el
Cielo. Por encima de todos nosotros. Aunque El llena TODO, está por encima
de todo.Él no está en una esfera humana. No
es igual a nosotros. Está en otra dimensión. Él es el Padre, Creador,
Todopoderoso, Majestuoso…que está en el cielo.
La
frase inicial de la oración define a AQUEL a quien estamos orando: Padre nuestro que estás en los cielos.
“Que estás en los cielos”. Porque allí manifiesta de modo especial Su gloria, ya que
los cielos son Su trono (Sal. 103:19), el cual es para los creyentes un trono
de gracia; por eso hemos de dirigir nuestras oraciones a aquel lugar.
Por ser Padre, nos acercamos a Él confiadamente;
por ser Celeste, del cielo, nos acercamos a Él reverentemente.
“Padre nuestro que estás en el cielo”. Esta hermosa frase indica simultáneamente la proximidad y la
trascendencia de Dios, su cercanía y su majestad.
Padre nuestro que estás en los cielos. En la primera
parte de esta cláusula expresamos la cercanía
de Dios con respecto a nosotros; en la segunda,
su lejanía de nosotros. (Eclesiastés
5:2; Isaías 66:1). La primera parte expresa una familiaridad santa y amorosa; la segunda, una grandiosa reverencia.
El
no es igual a nosotros. Él está
en el cielo.
Tenemos
intimidad con el Padre. Sin embargo, esta intimidad no debe ser exagerada.
La
frase que estás en los cielos indica
que este Padre nuestro habita en otra esfera diferente de la que nosotros
conocemos. Él no está sujeto al tiempo y al espacio. Es Dios eterno, el Dios
trascendente, omnisciente, omnipresente, omnipotente, único y sublime, alejado
de toda capacidad nuestra de entenderle. Sus
pensamientos no son los nuestros. Él no está sujeto a nuestras limitaciones y
debilidades, sino que vive en absoluta santidad.
Por
lo tanto, está tan cerca de nosotros
que nos entiende a la perfección y ve aun nuestros pensamientos más íntimos (v.
4); pero, a la vez, está tan lejos de
nuestra comprensión que Su persona trasciende a toda nuestra imaginación.
Su proximidad significa que podemos acercarnos
a él en oración con plena confianza, como el niño a su padre; su trascendencia implica que debemos
hacerlo con reverencia, humildad,
devoción y sumo respeto.
Nuestro
temor a Dios nunca debe impedir que
nos acerquemos a Su trono con confianza;
nuestra confianza nunca debe
significar que nos acerquemos con irreverencia
o con excesiva ligereza.
(Continuará).
No hay comentarios:
Publicar un comentario