Enganchados en Constantino y anhelando
el agustinismo político
Milton Tejada C.
Este
es el primero de un conjunto de artículos en que me propongo reflexionar sobre
el sometimiento de un recurso de amparo hecho por la Iglesia contra la campaña
de Profamilia sobre los derechos sexuales y reproductivos. Este recurso fue
rechazado por una corte dominicana.
Un planteamiento que a algunos de
mis hermanos cristianos puede parecer escandaloso: creo que los cristianos nos
hemos quedado enganchados en el “efecto Constantino” y muchos siguen anhelando
vivir un mundo en donde sea una realidad el agustinismo político.
Llamo “efecto Constantino” al
sometimiento de las estructuras eclesiales y la manipulación de la fuerza de
las creencias cristianas para lograr estabilidad y dominio político. En cambio,
a la idea de que es posible llegar a tener un “estado cristiano”, una “nación cristiana”,
o un “gobierno cristiano”, hegemónico, trazador de las pautas dominantes,
sancionador de disidencias, en la historia de la iglesia también se le conoce
con el nombre de “agustinismo político”.
No olvidemos que en el Nuevo
Testamento no hay una concepción política del Estado, no hay un análisis
político, pero hay una concepción moral y escatológica del Estado. En cuanto
concepción moral, el cristiano se basa en la Palabra de Dios que establece que
el gobernante ha de ser justo, y en cuanto concepción escatológica afirma que
toda realidad social (incluso el Estado) es transitoria y, por lo tanto, no
puede ser una realidad totalizante. Esta es una base fundamental en la critica
cristiana
Los cristianos tenemos una
existencia “dialéctica”: somos ciudadanos del cielo y de la tierra. Creemos y
sabemos que cualquier realización humana será superada por el Reino del Padre,
sin embargo, continúan su quehacer en medio de su sociedad. El autor de la
carta a Diogneto dice que los cristianos son el alma del mundo (y no puede
considerarse esta una afirmación triunfalista, fue dicha en el siglo de mayor
persecución de los cristianos, el siglo II).
No olvidemos que los cristianos de
la diáspora se enfrentan a dos circunstancias. Primero, una lengua común, el
griego popular o koyné, y segundo,
una unificación política: el Mediterráneo era romano. Es, sin embargo, un
imperio romano decadente, siendo uno de sus símbolos la inestabilidad
político-militar. El ejército es atacado por bárbaros y persas. Hacia el siglo IV Roma tenía dificultades
para mantener militarmente sus fronteras y para mantener la unidad cultural del
imperio. Incluso llega a recurrir a un ejército de mercenarios.
En este contexto, Diocleciano intenta
reformar el imperio y promueve la descentralización. En lugar de un emperador,
una tetrarquía: cuatro jefes en cuatro zonas. No permanentes. Sin embargo, la
cultura política impulsada es la despotismo tipo oriental, con extraordinarias
riquezas en las cortes, coerción bruta como medio de control de los pueblos,
intento de retornar a la religión patria y, en consecuencia, confrontación con
los cristianos, contra los cuales se decreta la persecución (incluyendo la
depuración de la administración pública, del ejército, la destrucción de su
bibliografía y lugares religiosos, expropiación de bienes…). La extensión del
cristianismo, sin embargo, les obligó a contemplar su legalización, la cual le
fue concedida en el 311 en la ciudad de Sárdica. Este edicto es reafirmado en
el 313 en el Edicto de Milán, firmado por Constantino y Licinio, dos de los
tetrarcas.
En el 324 Licinio es asesinado y
Constantino queda como único emperador. Sobre él se tejen dos posiciones extremas. De
un lado, quienes afirman que Constantino sólo utilizó la Iglesia para sus fines
políticos. De otro, la pía, quienes dicen que su madre oró mucho por su
conversión, la cual se realiza en el 313. Lo cierto –siguiendo al profesor de
historia de la Iglesia, Antonio Lluveres- que Constantino conocía bien la
fuerza social de los cristianos y que para la Iglesia de ese momento significó
la alianza con el poder político. Es decir, la subordinación del pensamiento
religioso y del comportamiento de los cristianos a razones de Estado, tendiendo
a consolidar el orden establecido, el orden del imperio. Es el constantinismo,
el sometimiento de la Iglesia al control del Estado, característica propia de
toda la edad media. También suele llamársele “cesaropapismo” (o los papas bajo
el poder del César o rey). A cambio, el cristianismo pasa a ser la “religión
oficial” del Estado con todas las prerrogativas que esto significa.
Conclusión de esta primera entrega: Constantino cooptó para sus fines políticos a la
Iglesia. La Iglesia perdió su carácter subversivo y la ganó la tendencia humana
a “lo establecido”. Esto debilitó a las
iglesias para llevar adelante la misión que Jesús les encomendó.
2 comentarios:
Muy interesante, ya quiero ver la segunda parte.
Muy buen articulo....
A ver que trae en el segundo , me parecieron muy interesantes las referencias historicas y sus detalles todas acertadas y quiero ver la culminacion.
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