sábado, 25 de mayo de 2013

Mi fe / Con el corazón en las manos



Escrito en el 2005... hoy lo leo con nuevos ojos y lo ratifico. Lo comparto de nuevo contigo.


Con el corazón en las manos
 La crisis más importante de América Latina no es económica, no es política. Es ética y social. Los cristianos nos proclamamos como luchadores por nuevas formas de convivencia, practicantes de los valores enseñados en la Palabra de Dios. Las iglesias evangélicas han mostrado una vitalidad sin precedentes en el Continente. Se encuentran creciendo. Parece que somos una respuesta al ansia de nuestros pueblos por encontrar salidas. Sin embargo, hemos de preguntarnos si estamos preparados para el crecimiento, qué tenemos que hacer, a qué tipo de crecimiento apuntar…
El jueves 29 participé en una conferencia ofrecida por la cual me llevó a una conclusión: la Iglesia ha de crecer con el corazón en las manos.
Mucho es el énfasis que algunas iglesias ponen en las estructuras, en estrategia de desarrollo. Eso está bien. Sin embargo, la preparación fundamental está en el corazón. Los fundamentos de nuestro crecimiento no deben ser olvidados.
Al leer Apocalipsis 2,1-3,22 nos damos cuenta de que Jesucristo expresa muchas afirmaciones de siete iglesias del primer siglo cristiano. Hoy podemos preguntarnos: ¿Qué cosas queremos que Dios diga de nosotros?
Si la iglesia, si los cristianos, queremos ser respuesta a las angustias de los hombres y mujeres de América Latina estamos obligados a servir nuestra generación, entender los tiempos que vivimos y vivir de acuerdo al corazón de Dios.

Servir a nuestra generación
“… David, habiendo servido a su propia generación según la voluntad de Dios, durmió, y fue reunido con sus padres, y vio corrupción” (Hechos 13,36).
Pablo nos presenta a David como un hombre que sirvió a su generación.
Nuestro ministerio lo realizamos en medio de los conflictos del mundo, del cual somos parte. En medio de la corrupción, de la cual somos parte. Sin embargo, hemos de tomar conciencia de que lo hacemos provisionalmente, de que vamos a “dormir”.
Dios nos da oportunidades, pero estas oportunidades se pueden transformar en una tentación mañana. La obra es de Dios, no es tuya, no es mía. Mañana hay otro liderazgo. Somos provisionales. Estamos por unos años y vamos a morir. Es decir, se requiere mantener el nivel de la realidad. En ese sentido, una tentación es “encantarse” con el propio ministerio, con los números, con el tamaño de una iglesia, con el poder…
La oportunidad tiene que permanecer como oportunidad y no transformarse en una tentación que nos cautive. Es fundamental que recuperemos un sentimiento de reverencia a la causa de Dios, la obra es de Dios.
Una de las características del poder es que nunca es suficiente. Nos gusta el poder, el mando, la sensación de “estar para siempre”, tener el control… y Dios nos dice: estas y eres por un tiempo, nada más. La causa es mía. Tú, al igual que David, “dormirás”.
Asumir esto es liberador. Nos llama a servirlo en nuestra generación, pero sólo en nuestra generación: celebramos la oportunidad y reprendemos la tentación, porque si la obra es de Dios, significa que puedo servir HOY con libertad.

Entender los tiempos que vivimos
Al leer 1 Cro 12,32 nos damos cuenta de la importancia de ser hombres y mujeres “entendidos en los tiempos”.
Esta capacidad de discernir los tiempos nos indica que hoy tenemos la tentación de materializar las oportunidades de tener más. Es la lógica de los negocios, de las oportunidades, que no necesariamente es la lógica del Reino.
Discernir es una práctica profunda que nos indica que los mecanismos de llegar al poder no son irrelevantes. Podemos generar niveles de sospecha en nuestra sociedad. Buscar oportunidades (yo diría: endiosar las oportunidades) a toda costa es un compromiso con su institución, no necesariamente con su nación y con Dios.
Discernir los tiempos implica entenderlos con sospecha (Salm 146,3), puesto que la respuesta para la vida viene de Dios, no de las estructuras o de hombres. Hay que relativizar las estructuras, las instituciones, los partidos, los príncipes, etc.
Es decir, que las estructuras y las instituciones son importantes, pero son relativas. No son la salvación, no son la respuesta final para la vida humana…. Nuestra confianza final está en Dios (Salm 146,5).
Discernir los tiempos implica que los cristianos vemos el tiempo de otra manera. Nuestra lógica es apegarnos a estar con la gente que necesita: los pobres, los enfermos, los que luchan, los niños…
La lógica de los palacios, hoteles, embajadores, puede “encantarme”. Es la tendencia de mi corazón. Como iglesia que crece aprendemos a entrar en lugar más sofisticados, pero la lógica de Jesús es ir al encuentro del que necesita, del pobre, de la necesidad de salvación.
La pregunta no es quién nos paga más, dónde hay mejor presupuesto, más poder… la pregunta es si somos más fieles hoy que ayer, si estamos sirviendo a un mundo perdido que gime de dolor.
Mientras más nos encantamos del poder, más sordos nos ponemos al gemido del mundo. El poder distancia, el amor aproxima y nos llama a seguir a Jesús junto a los que gimen de dolor en este mundo.

Vivir de acuerdo al corazón de Dios

“….varón conforme a mi corazón, quien hará todo lo que yo quiero….” (Hech 13,22). Si Jesús, que es mi abogado ante el Padre, tuviese que dar testimonio de mi, qué diría…
¿Qué testimonio daría Jesús de mí? Si todo lo que tenemos es una agenda de acciones, no es suficiente. El ministerio debe ser cercano al corazón de Dios. La primera pregunta de Dios no es por la producción, no es por lo que haces, sino por cómo estas hoy.
Dios nos dice: Quiero no sólo tu cabeza, tus pies, tus manos, quiero tu corazón. Quiero que tengamos una relación de corazón. Jesús quiere decir de nosotros que somos hombres y mujeres según el corazón de Dios.
El futuro de los cristianos y de las iglesias en América Latina será marcado más por las relaciones de amor con Dios que por las instituciones que establecemos.
La salud de la iglesia depende más de establecer una relación de amor con Dios, que por lo producido. No es una relación cuantitativa. Hay días en que puedes presentar algo, días en que no. Hay cosas que haces que te salen bien y otras que no. Sabes que hay cosas que hiciste con el corazón y otras con segundas intenciones.
La relación de amor del corazón con Dios es tan importante porque entonces puedes llegar con las manos llenas de cosas que hiciste o sucias y vacías, necesitadas de que Dios las limpie… así podemos llegar a Dios siempre.

Elementos fundamentales de una vivencia saludable de nuestra vocación

1º. Búsqueda constante de una relación con la Palabra de Dios. Necesitamos ser iglesia de la Palabra de Dios.
. Confesionalidad saludable, que viene de la historia. Los cristianos somos hijos de hombres y mujeres que han sido fieles a Dios. En América Latina tenemos poca memoria histórica. Sin embargo, el Pueblo de Dios es un pueblo histórico, una nube de testigos.
3º. Vivir nuestra vocación con sentimiento profético. Hay una inconformidad con el mundo en que vivimos. Somos hijos de este mundo, pero somos hijos de Dios. Constante arrepentimiento en el corazón de la gente, de las comunidades, de las estructuras. La iglesia y los cristianos no podemos perder la autoridad de decir: “Así dice el Señor…”.
4º. La fe cristiana se vive en comunidad. No hay una fe cristiana que no se viva en comunidad. Es fundamental que seamos una iglesia de comunidad, no de caciques, de gerentes, de “capos”, de pastores. La iglesia no puede ser negocio, es comunidad. Una comunidad en la cual Dios habla, una comunidad de ayuda mutua, de sentarnos a escuchar.
No es saludable que los líderes no tengan la oportunidad de ser iguales.
5º. Llamados a vivir la vocación marcados por el primer amor (Apc 2,3). Dispuestos a decir a Dios que nos purifique y nos envíe. Si lo fundamental es la relación, esta se puede renovar.

Somos hombres y mujeres con sed de Dios, con deseos de vivir según el corazón de Dios y esto es lo que dará salud y estabilidad a la iglesia en América Latina.

Son marcas de la iglesia hoy, para ti y para mí.

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