Esta es una historia que pone en evidencia un problema que a veces sufren muchos cristianos: su acercamiento a Dios y a la Iglesia como "un deber" el cual hay que "cumplir" y luego a las tareas de todos los días. Edgar, un niño, expone su punto de vista y "entiende" a los adultos.
Xtremo Joven:
La iglesia como un deber…
Edgar
“Hola. Me llamo Edgar y tengo siete
años. Me gusta jugar al fútbol con mis amigos, pero mis padres no me dejan
salir hasta que acabe los deberes. Mis deberes son hacer sumas y restas,
escribir para mejorar mi caligrafía, y aprender palabras en inglés. A veces
también tengo que hacer redacciones sobre mi familia y la comida que me gusta,
por ejemplo. Cuando acabo todas esas cosas, puedo hacer lo que me apetezca y ni
siquiera tengo que seguir acordándome de lo que he hecho.
Los mayores también tienen que hacer sus
propios deberes: todos los domingos tienen que vestirse guapos y peinarse; y
mamá tiene que maquillarse y echarse colonia. Después tienen que ir a la
iglesia. Yo creo que sus deberes son muy importantes, porque, cuando vamos en
el coche, siempre están gritando y quejándose por llegar tarde. Creo que es
porque quieren sacar muy buenas notas. Cuando entramos en la iglesia, dejan de
gritar, porque estar callados y portarse bien es parte de los deberes que
tienen que hacer. La verdad es que no entiendo por qué tengo que acompañarlos
yo a que hagan sus deberes; ellos no vienen conmigo al colegio…
Después viene un señor y se pone delante de
todos. Me parece que es el profe de los mayores. El profe de los mayores habla
durante una hora sobre cosas que yo nunca entiendo. Dice cosas sobre Dios. Mis
papás me dejan dibujar en la silla si no hago ruido. Ellos tienen que estar muy
atentos y tener la Biblia abierta encima de las piernas, si no, suspenden. Hay
un señor que siempre se queda dormido, y mi papá dice que es porque tiene que
trabajar por la noche. Pobre señor… tiene que hacer muchos deberes y sus profes
no le dejan dormir.
Cuando el profe de los mayores termina de
hablar sobre Dios, ora mucho rato diciendo palabras muy raras; pero yo no les
puedo preguntar a mis padres qué está diciendo, porque ellos tienen que cerrar
los ojos y yo también. No entiendo por qué tengo que hacer esos deberes para
mayores, pero si no mi mamá me regaña.
Al final, se acaba todo y pueden hacer lo que
les dé la gana, porque ya han acabado sus deberes. Y ni siquiera tienen que
seguir acordándose de lo que han hecho ni de todo lo que el profe de los
mayores les ha dicho. De hecho, cuando su profe termina de dar la clase, no
vuelven a hablar de Dios hasta que tienen que hacer los deberes otra vez. A mí
me parece normal, porque cuando yo estoy jugando al fútbol con mis amigos no
estoy pensando en los deberes de mates. Pero mientras están haciendo los
deberes parecen estar tan convencidos de lo que hacen que a veces casi me creo
que lo hacen porque les gusta, no porque sean sus deberes”.
Cuando Edgar me contó todo esto, me
hizo pensar en muchas cosas. ¿Qué transmitimos a los niños con nuestra vida
espiritual? ¿Cuánto afecta nuestra relación con Dios a nuestros hijos, sobrinos
y hermanitos? ¿Estamos dejando a los niños venir al Señor y no se lo estamos
impidiendo (Lucas 18:16)?
Pero creo que la pregunta más sincera
es: ¿Estamos viviendo para Dios, o estamos haciendo “los deberes de los
mayores”?
2 comentarios:
¡Ouch!
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