LO PRIMERO, PRIMERO
Designó
entonces a doce, para que estuvieran con él, para enviarlos a predicar, y que
estuvieran autoridad para sanar enfermedades y para echar fuera demonios (Marcos
3. 14-15).
Este versículo nos da, en forma resumida, una clara
idea de cuál era el plan que Cristo tenía en mente cuando escogió a sus doces
discípulos. El camino a seguir incluía tres
claros objetivos: 1) estar con él, 2) enviarlos a predicar, y 3) darles
autoridad sobre los enfermos y los endemoniados.
Hay otros pasajes donde podría ser modificado el
orden sin que se altere el producto final. Pero esta es una clara instancia de
una secuencia en la que cada paso depende de la anterior. El orden establecido
para esta estrategia no puede ser modificado. Podríamos sanar enfermos y expulsar demonios, pero tendría escaso valor
si no fuera acompañada de la Palabra, que tiene un peso eterno. Asimismo,
podríamos también agregarle la predicación de la Palabra a nuestro ministerio
de sanidad, pero si no está sustentado por una relación de intimidad con el
Hijo, no podríamos realmente señalar el camino hacia el conocimiento del
Mesías.
Es aquí donde, como pastores, necesitamos ejercer
gran cautela. La vorágine del ministerio con frecuencia lleva a que estos
factores se inviertan, de manera que nos encontremos atrapados en gran cantidad de actividades que tienen la
apariencia de devoción, pero que nos han robado lo más precioso, que es nuestra
relación con el Señor.
Cuando me encuentro con pastores, siempre busco la oportunidad de preguntarles cómo andan
en su vida espiritual. Es fácil tomar por sentado que si estamos en el
ministerio entonces, lógicamente estaremos disfrutando de intimidad con el gran
Pastor. La realidad, lamentablemente, es otra. Muchas veces encuentro que los
pastores han perdido su pasión por Aquel a quien están sirviendo con tanta
devoción.
El evangelio de Mateo nos presenta una escena escalofriante. Algunos que
pretenden justificar su falta de relación, señalando las muchas obras que han
realizado, dirán en el día del juicio: “Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu
nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?¨ El Hijo
del Hombre les responde con esta lapidaria frase: “Nunca os conocí. ¡Apartaos
de mí, hacedores de mí, hacedores de maldad!” (Mt 7.22-23). Note usted que Jesús les llama “hacedores de maldad”.
¡Es muy fuerte! No deja lugar a dudas que toda
obra divorciada de una relación con el Señor, aún cuando sea obra para él, es
obra mala.
¿Ha perdido
usted la disciplina de pasar tiempo con él, buscando su rostro y su compañía? ¿Lo
han vencido las constantes demandas para hacer cosas en la iglesia? ¿Se le ha
enfriado un poco la relación con el Señor? ¿Por qué no aprovecha este día para
volver a poner las cosas en su lugar? ¡Acérquese con confianza y renueva esa
relación que tanto bien le hace! El Señor lo ha estado esperando.
Para Pensar:
Alguien ha observado alguna vez que estar ocupado
en los negocios del Rey, no es excusa
para olvidarse del Rey. Si usted está tan ocupado que no le queda tiempo para
estar con su Pastor, está más ocupado de lo que él quiere.
Tomado
del devocional “Alza tus ojos” / Christopher Shaw
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