El silencio
de los cristianos frente al genocidio civil
La
sentencia de no reconocer como dominicanos a los de ascendencia haitiana, no es
humana, no es sabia, no es justa, y es puramente racista
Cuando
se guarda silencio y soslayamos nuestra responsabilidad de ciudadanos del Reino
de Dios aquí en la tierra, nos convertimos en cómplices del genocidio civil
Por:
Samuel Luna
Pastor
Hacer silencio frente
a las injusticias y frente al genocidio civil es tan pecaminoso como cualquier otro pecado, inmoralidad o crimen. Yo
estoy sorprendido como el pueblo que se llama ser cristiano se ha quedado mudo
ante la sentencia hecha por el Tribunal Constitucional (TC) de la República
Dominicana ; la sentencia que desconoce a los dominicanos de ascendencia
haitiana desde el año 1929; o sea, lo
que el Gobierno Dominicano está diciendo entre líneas es que todas las personas
nacidas hace más de 83 años y que son de ascendencia haitiana, no tienen
derecho a la ciudadanía dominicana.
Quiero aclarar, cuando
hablo de cristianos me refiero a todos
nosotros que somos parte de una estructura religiosa y estamos en una
posición de autoridad para traer transformación, justicia y libertad. Como
líder y pastor ordenado de una iglesia protestante, siento vergüenza y me asusta el nivel de insensibilidad que he notado
en dichas estructuras ante el caso de la nacionalidad dominicana para los de
ascendencia haitiana.
Varios días atrás leía
en la prensa dominicana que un sector del pueblo evangélico estaba pidiendo a
todos los cristianos que nos vistiéramos de negro en forma de protesta ante la
situación de los homosexuales en nuestra “santa” nación. Mas luego, pude ver en
el periódico Hoy, una organización evangélica que nos representa ante el
gobierno dominicano, pidiendo que el Concordato hecho por el gobierno
dominicano y la iglesia Católica fuera eliminado. En este artículo no seré tan
duro como lo fue Fray Antonio Montesinos, cuando pronunció su sermón ante las
injusticias hechas en nombre de Dios a los indios de nuestra isla, Hispaniola;
usando las famosas encomiendas como excusas para destruir la dignidad de
aquellos seres humanos.
Hoy quiero expresar
que a Jesús no le importa si el concordato está o no, a Jesús no le importa si
te vistes de negro para evitar que los homosexuales tengan más influencia en la
nación. El está más interesado si hemos gastado tiempo hablando y amando a los
homosexuales. En cuanto al Concordato, no necesitamos que nos den autoridad, YA
LA TENEMOS. Yo mismo soy un activista y creo en la justicia, en la igualdad
dentro de la diversidad y en todo aquello que promueva la imagen de Dios en los
hombres; pero este activismo y este
sentido de autoridad que Dios nos ha dado deberíamos usarlo también para
proteger y dignificar a nuestros hermanos haitianos.
Recuerdo que un grupo
de protestantes fue ante el gobierno a depositar un documento, en el cual
pedían que los matrimonios realizados por pastores evangélicos fueran
reconocidos ante la ley dominicana, así como son reconocidos los matrimonios
hechos por sacerdotes de la Iglesia Católica. No estoy en contra de que esto se
haga, la reflexión en lo más profundo de mi ser es la siguiente: ¿Por qué somos tan rápidos en protestar
cuando se trata de buscar igualdad para nuestro beneficio, pero cuando se trata
de promover lo justo para los demás y para aquellos que son diferentes a
nosotros, el activismo se desvanece y el libro negro, La Biblia, se vuelve
insípido?
Como cuerpo de Cristo
aquí en la tierra, La Iglesia deberíamos
también hacer una marcha para decirle al gobierno, a la nación, al Tribunal
Constitucional (TC) y al mundo, que la sentencia de no reconocer como
dominicanos a los de ascendencia haitiana, no es humana, no es sabia, no es
justa, y es puramente racista.
Debemos poner en
práctica las palabras del Libro Negro, y pensar en cómo debemos tratar a los
Inmigrantes. Deberíamos reevaluar y decodificar lo que implica ser “santo” en un
contexto de etnofobia, en un contexto en el cual un pequeño grupo desde el año
1844 se ha encargado de construir una historia distorsionada con el único
propósito de someter a toda una nación a una cultura de mentira, y odio a nuestros vecinos haitianos.
Estoy escribiendo a
cristianos que quieren ver su nación transformada; la transformación se inicia
en el ser humano, con Dios, y para el ser humano. Dejemos de ver y promover al
haitiano como la persona peligrosa, que nos quiere invadir y que está penetrando
sigilosamente en nuestra nación para tomar control.
Quiero citar un texto
de la Politóloga Rosario Espinal, refiriendose al CUCO que los dominicanos
hemos creado de los haitianos: “Los
haitianos son el cuco dominicano. La negritud en oposición a la blancura, el
vudú al cristianismo, el creole al español, la pobreza al progreso”. La
misma escritora en su mismo artículo, nos dice: “El gobierno dominicano tiene que detener la migración ilegal ya, pero
también tiene que legalizar a los hijos de quienes en el pasado emigraron
ilegalmente por decisión o irresponsabilidad del propio gobierno”
A todos aquellos que
nos llamamos seguidores de Jesús, no importando la corriente teológica, a
católicos, adventistas, pentecostales, , Iglesias protestantes históricas,
etc...y a todos aquellos que no pertenecen
a estos grupos religiosos, pero que
poseen una pasión que los motiva a crear una sociedad más justa; a
todos, les invito a que vivamos intencionalmente los principios y las verdades
del Reino de Dios. No más, no menos.
Hagan a los demás lo
que quieren que les hagan a ustedes. Los dominicanos tenemos una fuerte
presencia en los Estados Unidos; nos quejamos de cómo nos tratan, y movemos el
mundo entero si el gobierno norteamericano dicta una sentencia en contra de los
inmigrantes dominicanos. Al mismo tiempo, conozco cientos de personas cuyos
hijos han nacido en territorio norteamericano y automáticamente estos hijos son
ciudadanos de los Estados Unidos de América, lo celebramos y nos gozamos. Es
tan cierto este fenómeno migratorio de los dominicanos hacia los Estados Unidos
que la República Dominicana recibió 3,900 millones de dólares por concepto de
remesas durante el 2012, teniendo así un incremento de 7,2 %, en relación al
2011.
Hagan a los demás lo
que quieren que los demás hagan con ustedes. Debemos como iglesia poner este
principio en práctica o dejemos de tirar palabras al aire desde un púlpito
pintado con sudor y sangre de inmigrantes haitianos. Sí, así es, cuando se guarda silencio y soslayamos
nuestra responsabilidad de ciudadanos del Reino de Dios aquí en la tierra, nos
convertimos en cómplices del genocidio civil.
Amar al prójimo no se
desarrolla en un ambiente de unidad homogénea. Amar no es un sentimiento que sale en el culto de los domingos, es una
acción intencional y de obediencia.
En
Éxodo 23:9 y en Levítico 19:33, Dios deja dicho de forma explícita que debemos
tratar con mucho cuidado al extranjero, no explotarlo, no humillarlo, no
aislarlo, no abandonarlo, no negarle la ciudadanía porque su padre o madre
nacieron en Haití. Es aquí donde debemos ser discípulos de Jesús y dejar las
retóricas teológicas y ser más como Jesús, para que las personas y los
inmigrantes no puedan negar que Jesús es real y que su amor no es una utopía.
Amar a los inmigrantes
no es una opción, es una orden que Dios nos ha dado. Dejemos ya de tantas
reuniones para hablar de cómo transformar la nación. Iniciemos hablándole al
gobierno y a aquellos sectores que usan el cuco para mantener aun a las
iglesias durmiendo frente a un crimen moral y civil.
Usemos el poder no
para mantenernos en el poder, usemos el poder para sanar las heridas
generacionales, para cuidar al extranjero, al débil, a los pobres. El silencio de los cristianos frente al genocidio
civil es pecado, no es un error legal, ni cultural.
1 comentario:
Esto es lo mejor que he leído en semanas, ¡meses!
¡Cómo me identifico, cómo lo comparto! Muchísimas gracias; este blog representa siempre un oasis en mi vida, como mujer joven que ama a Dios.
– A.
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