martes, 8 de octubre de 2013

Social / El silencio frente a sentencia es pecado



El silencio de los cristianos frente al genocidio civil

La sentencia de no reconocer como dominicanos a los de ascendencia haitiana, no es humana, no es sabia, no es justa, y es puramente racista

Cuando se guarda silencio y soslayamos nuestra responsabilidad de ciudadanos del Reino de Dios aquí en la tierra, nos convertimos en cómplices del genocidio civil


Por: Samuel Luna
Pastor

Hacer silencio frente a las injusticias y frente al genocidio civil es tan pecaminoso como cualquier otro pecado, inmoralidad o crimen. Yo estoy sorprendido como el pueblo que se llama ser cristiano se ha quedado mudo ante la sentencia hecha por el Tribunal Constitucional (TC) de la República Dominicana ; la sentencia que desconoce a los dominicanos de ascendencia haitiana desde el año 1929; o sea, lo que el Gobierno Dominicano está diciendo entre líneas es que todas las personas nacidas hace más de 83 años y que son de ascendencia haitiana, no tienen derecho a la ciudadanía dominicana.

Quiero aclarar, cuando hablo de cristianos me refiero a todos nosotros que somos parte de una estructura religiosa y estamos en una posición de autoridad para traer transformación, justicia y libertad. Como líder y pastor ordenado de una iglesia protestante, siento vergüenza y me asusta el nivel de insensibilidad que he notado en dichas estructuras ante el caso de la nacionalidad dominicana para los de ascendencia haitiana.

Varios días atrás leía en la prensa dominicana que un sector del pueblo evangélico estaba pidiendo a todos los cristianos que nos vistiéramos de negro en forma de protesta ante la situación de los homosexuales en nuestra “santa” nación. Mas luego, pude ver en el periódico Hoy, una organización evangélica que nos representa ante el gobierno dominicano, pidiendo que el Concordato hecho por el gobierno dominicano y la iglesia Católica fuera eliminado. En este artículo no seré tan duro como lo fue Fray Antonio Montesinos, cuando pronunció su sermón ante las injusticias hechas en nombre de Dios a los indios de nuestra isla, Hispaniola; usando las famosas encomiendas como excusas para destruir la dignidad de aquellos seres humanos.

Hoy quiero expresar que a Jesús no le importa si el concordato está o no, a Jesús no le importa si te vistes de negro para evitar que los homosexuales tengan más influencia en la nación. El está más interesado si hemos gastado tiempo hablando y amando a los homosexuales. En cuanto al Concordato, no necesitamos que nos den autoridad, YA LA TENEMOS. Yo mismo soy un activista y creo en la justicia, en la igualdad dentro de la diversidad y en todo aquello que promueva la imagen de Dios en los hombres; pero este activismo y este sentido de autoridad que Dios nos ha dado deberíamos usarlo también para proteger y dignificar a nuestros hermanos haitianos.

Recuerdo que un grupo de protestantes fue ante el gobierno a depositar un documento, en el cual pedían que los matrimonios realizados por pastores evangélicos fueran reconocidos ante la ley dominicana, así como son reconocidos los matrimonios hechos por sacerdotes de la Iglesia Católica. No estoy en contra de que esto se haga, la reflexión en lo más profundo de mi ser es la siguiente: ¿Por qué somos tan rápidos en protestar cuando se trata de buscar igualdad para nuestro beneficio, pero cuando se trata de promover lo justo para los demás y para aquellos que son diferentes a nosotros, el activismo se desvanece y el libro negro, La Biblia, se vuelve insípido?

Como cuerpo de Cristo aquí en la tierra, La Iglesia  deberíamos también hacer una marcha para decirle al gobierno, a la nación, al Tribunal Constitucional (TC) y al mundo,  que la sentencia de no reconocer como dominicanos a los de ascendencia haitiana, no es humana, no es sabia, no es justa, y es puramente racista.

Debemos poner en práctica las palabras del Libro Negro, y pensar en cómo debemos tratar a los Inmigrantes. Deberíamos reevaluar y decodificar lo que implica ser “santo” en un contexto de etnofobia, en un contexto en el cual un pequeño grupo desde el año 1844 se ha encargado de construir una historia distorsionada con el único propósito de someter a toda una nación a una cultura de mentira,  y odio a nuestros vecinos haitianos.

Estoy escribiendo a cristianos que quieren ver su nación transformada; la transformación se inicia en el ser humano, con Dios, y para el ser humano. Dejemos de ver y promover al haitiano como la persona peligrosa, que nos quiere invadir y que está penetrando sigilosamente en nuestra nación para tomar control.

Quiero citar un texto de la Politóloga Rosario Espinal, refiriendose al CUCO que los dominicanos hemos creado de los haitianos: “Los haitianos son el cuco dominicano. La negritud en oposición a la blancura, el vudú al cristianismo, el creole al español, la pobreza al progreso”. La misma escritora en su mismo artículo, nos dice: “El gobierno dominicano tiene que detener la migración ilegal ya, pero también tiene que legalizar a los hijos de quienes en el pasado emigraron ilegalmente por decisión o irresponsabilidad del propio gobierno”

A todos aquellos que nos llamamos seguidores de Jesús, no importando la corriente teológica, a católicos, adventistas, pentecostales, , Iglesias protestantes históricas, etc...y a todos aquellos que no pertenecen  a estos grupos religiosos, pero que  poseen una pasión que los motiva a crear una sociedad más justa; a todos, les invito a que vivamos intencionalmente los principios y las verdades del Reino de Dios. No más, no menos.

Hagan a los demás lo que quieren que les hagan a ustedes. Los dominicanos tenemos una fuerte presencia en los Estados Unidos; nos quejamos de cómo nos tratan, y movemos el mundo entero si el gobierno norteamericano dicta una sentencia en contra de los inmigrantes dominicanos. Al mismo tiempo, conozco cientos de personas cuyos hijos han nacido en territorio norteamericano y automáticamente estos hijos son ciudadanos de los Estados Unidos de América, lo celebramos y nos gozamos. Es tan cierto este fenómeno migratorio de los dominicanos hacia los Estados Unidos que la República Dominicana recibió 3,900 millones de dólares por concepto de remesas durante el 2012, teniendo así un incremento de 7,2 %, en relación al 2011.

Hagan a los demás lo que quieren que los demás hagan con ustedes. Debemos como iglesia poner este principio en práctica o dejemos de tirar palabras al aire desde un púlpito pintado con sudor y sangre de inmigrantes haitianos. Sí, así es, cuando se guarda silencio y soslayamos nuestra responsabilidad de ciudadanos del Reino de Dios aquí en la tierra, nos convertimos en cómplices del genocidio civil.

Amar al prójimo no se desarrolla en un ambiente de unidad homogénea. Amar no es un sentimiento que sale en el culto de los domingos, es una acción intencional y de obediencia.

En Éxodo 23:9 y en Levítico 19:33, Dios deja dicho de forma explícita que debemos tratar con mucho cuidado al extranjero, no explotarlo, no humillarlo, no aislarlo, no abandonarlo, no negarle la ciudadanía porque su padre o madre nacieron en Haití. Es aquí donde debemos ser discípulos de Jesús y dejar las retóricas teológicas y ser más como Jesús, para que las personas y los inmigrantes no puedan negar que Jesús es real y que su amor no es una utopía.

Amar a los inmigrantes no es una opción, es una orden que Dios nos ha dado. Dejemos ya de tantas reuniones para hablar de cómo transformar la nación. Iniciemos hablándole al gobierno y a aquellos sectores que usan el cuco para mantener aun a las iglesias durmiendo frente a un crimen moral y civil.

Usemos el poder no para mantenernos en el poder, usemos el poder para sanar las heridas generacionales, para cuidar al extranjero, al débil, a los pobres. El silencio de los cristianos frente al genocidio civil es pecado, no es un error legal, ni cultural.


1 comentario:

Ansel =) dijo...

Esto es lo mejor que he leído en semanas, ¡meses!
¡Cómo me identifico, cómo lo comparto! Muchísimas gracias; este blog representa siempre un oasis en mi vida, como mujer joven que ama a Dios.
– A.