sábado, 1 de junio de 2013

Pastores / No es un salón de clases


La Congregación no es un salón de clases

Tomado de Eugene Peterson

 
Después de unos años de [tratar la congregación como si fuese un salón de clases], noté cuán diferente era
mi enseñanza de aquellas de las generaciones de pastores que me precedían. Mi escolaridad secular había formado mi perspectiva educacional en algo que difícilmente sería reconocido dentro de la historicida de la iglesia. Me había acercado a la congregación observando su gran potencial como centro de enseñanza, una especie de mini-universidad en la que era un profesor residente.
Y entonces, un día, tuve que reconocer la chocante realidad: la congregación es en realidad un centro de adoración. No estaba preparado para esto. Había sido entrenado como pastor en un salón de clases, donde las capillas y santuarios eran secundarios a este. Pero las personas entre las que ahora estaba viviendo, validados por los siglos que le precedían, no venían a escuchar los últimos datos sobre los Filisteos o los Fariseos, sino a orar. Tenían hambre de crecer en Cristo, no una pasión por examenes de dogmática. Empecé a reconocer lo obvio: que el lenguaje formativo y central de la vida de la iglesia siempre ha sido la oración. 

Al reconocer esto creció en mi una convicción: que la principal tarea educacional que tenía como pastor era enseñarles a orar. No había abandonado, y no abandonaré, la tarea de enseñar sobre la fe, el contenido del evangelio, el trasfondo histórico de los escritores bíblicos, la historia de la gente de Dios. En mi no hay paciencia para las tendencias anti-intelectuales y oscurantistas en la iglesia. Pero hay una tarea educacional que se le ha confiado a los pastores y que es muy diferente a la de los profesores. La forma en que los centros educativos a los que asistí me entrenaron ignoraba la sabiduría de los lideres espirituales que enseñaron a la gente las disciplinas de ponerle atención a Dios, formando la vida interna para adecuarla a la recepción de la verdad, no solo a obtener información interesante. 

Mientras más trabajaba con las personas o me acercaba a sus vidas donde Dios y lo humano, la fe y lo absurdo, el amor y la indiferencia se enredaban en los entaponamientos diarios, menos me parecía que la forma en que enseñaba hacía mucha diferencia, y más se veía como, enseñarles a orar, sí los hacía diferentes.

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