¡No! no es justo, aunque sea legal
Derechos Humanos, los cristianos y los pobres
Juan Simarro Fernández
Protestante Digital
No siempre hacer justicia es aplicar
la ley. El auténtico concepto de justicia hemos de buscarlo otros lugares. Los
cristianos lo tenemos en la propia Biblia. También nos pueden ayudar los
Derechos Humanos.
Éstos, los DDHH también se ocupan del
tema de la justicia, de reconocer la personalidad jurídica en todas partes, del
hecho de que toda persona tenga derecho a ser oída públicamente y con justicia
por un tribunal independiente e imparcial. Así, el artículo 10 dice: “Toda persona tiene derecho, en condiciones
de plena igualdad, a ser oída públicamente y con justicia por un
tribunal independiente e imparcial, para la determinación de sus derechos y
obligaciones…”.
Yo creo que la Biblia es aún más dura.
Mucho más dura. Enfoca la justicia más que a la aplicación de la ley.
Así dice Dios a través de la boca del profeta Jeremías: “Haced justicia, y librad al oprimido de la mano del opresor, y no
engañéis ni robéis al extranjero, ni al huérfano y a la viuda” (Jr. 22:3). Los profetas claman por que
se haga justicia a estos colectivos representantes de los marginados de la
tierra en aquel momento: los oprimidos, los extranjeros, los huérfanos, las
viudas. Así, Isaías también clama en la misma línea: “Buscad el juicio, restituid al agraviado, haced justicia al huérfano,
amparad a la viuda” . (Is. 1:17). No pensaban en las leyes, sino en el
concepto de auténtica justicia.
Nosotros, hoy, cuando pedimos
justicia, debemos tener cuidado porque podemos pensar que hacer justicia es
simplemente aplicar la ley, cuando sabemos que hay multitud de leyes
humanas que no son justas y que pueden haber sido redactadas desde el prisma de
los poderosos de la tierra, de los que detentan las riquezas, de aquellos que
practican la acumulación injusta de bienes.
Muchas resoluciones de justicia para
con los hombres se basan en el principio, un tanto abstracto de “dar a cada uno lo suyo”. Bajo este principio
hay muchos a los que no se les podría hacer justicia porque no tienen nada.
¿Qué es lo “tuyo”, qué es lo “suyo”, qué es lo “mío”? Muchos lo pueden decir
porque tienen guardadas escrituras hechas ante notario que certifican
propiedades… otros no tienen nada. Algunos reciben herencias, consiguen grandes
ganancias que desequilibran el mundo… otros no reciben nada de nada, ni
siquiera para poder ir viviendo con la dignidad que todo ser humano debe tener.
A otros se les roba o niega incluso su dignidad.
Quizás, la justicia, en lugar de
rezar “dar a cada uno lo suyo”, debería estar afirmando que hacer
justicia, buscar lo justo, es dar a cada uno la posibilidad real de poder
vivir en dignidad como persona y de tener los bienes suficientes y necesarios
para ellos y para sus hijos, evitando las acumulaciones que desequilibran el
mundo envolviéndolo en el sinsentido de lo que la Biblia llamaría “los ricos necios”, o los “ricos insensatos”. Así, dice Dios: “Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma;
y lo que has almacenado, ¿de quién será?”. Así, muchos desequilibran el
mundo practicando la insensatez y la necedad. Se necesita del juicio de otros
capaces de demandar y de hacer justicia.
Para entender lo que puede significar
hacer justicia en el mundo, se deberían reconsiderar asuntos como el de la
propiedad privada que nunca debería ser considerada como un derecho totalmente
absoluto. ¿Qué derecho tiene ningún ser humano a guardar y reservar para sí, de
forma absoluta, bienes acumulados y que les sobran, cuando hay tantos otros
seres humanos a los que les falta lo más imprescindible para vivir con
dignidad? Así, no cabe la menor duda que la abundancia y lo sobrante de los
acumuladores es lo que alimenta la escasez y el hambre de los pobres. La
abundancia de unos contrasta escandalosamente con la escasez de otros. Ricos
cada vez más ricos y pobres cada vez más pobres.
Faltan jueces en el mundo que, en
lugar de administrar la legalidad, administren la justicia.
¿Dónde están esos jueces capaces de administrar auténtica justicia en lugar de
administrar una legalidad humana que, muchas veces ni se compadece con lo
auténticamente justo, con lo moral, con lo ético, con las líneas de justicia
que demarca la Biblia con los valores del Reino, con los valores bíblicos en general?
Cuando no se cumplen en el mundo con
los derechos humanos de alimentación, agua potable, medicinas, capacitación de
las personas, estamos cayendo en la injusticia. Se necesitarían nuevos “jueces”
capaces de impartir y buscar justicia, no solamente capaces de administrar
legalidad. La justicia bíblica puede dar una llamada de atención a lo mío, lo
tuyo o lo suyo, cuando, realmente, en estos posesivos hay sobrante,
superabundancia que desequilibra el mundo, sobras que fundamentan la escasez de
los pobres de la tierra que son legión. Los sobrantes de muchos, en justicia
auténtica en el mundo, es más de los pobres que de los que, bajo el concepto de
propiedad privada llevado a lo absoluto, almacenan y guardan abultando sus
posesiones y sus cuentas corrientes.
¿Cuesta trabajo enseñar estos
postulados de justicia en la iglesia hoy? ¿Se viven los valores del Reino hasta
el punto de dar a los últimos, a los que han sido llevados misericordiosamente
al trabajo ya al final de la jornada, pero que se les ha pagado los primeros y
en plan de igualdad con los fuertes que han trabajado todo el día? ¿Se enseñan
hoy estos valores bíblicos y, más aún, se practican?
Podrán basarse en la legalidad
vigente, pero se violenta la justicia cuando, basándose en esa legalidad, unos
tienen tanto y otros no tienen nada. Eso no es
justicia, aunque sea legal. Los cristianos deben trabajar más por una justicia
que supera lo legal y que no se limita a practicar una legalidad humana, sino
una justicia amorosa y misericordiosa que no puede aguantar el escándalo de un
mundo en donde algunos nadan en la superabundancia mientras otros lloran
sumergidos en el no ser de la miseria y de la marginación social. Eso es
injusto… aunque sea legal.
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