Hoy, viajando en un autobús vi una hermosa muchacha con cabellos de oro, y expresión de alegría; Apetecí su hermosura. Al bajarse,
Fui después a comprar unos dulces. Me atendió una muchacha encantadora. Hablé con ella; parecía tan contenta que aunque se me hubiera hecho tarde no me hubiera importado, ya que al salir, oí que decía: “Gracias por charlar conmigo.... es usted tan amable, es un placer hablar con gente como usted.... ya ve, soy ciega”. Perdóname Señor, cuando me quejo y puedo ver.
Más tarde, caminando por la calle vi a un pequeño de ojos azules, que miraba jugar a otros niños, sin saber qué hacer. Me acerqué y le pregunté: ¿ Por qué no juegas con ellos? Siguió mirando hacia delante sin decir una palabra: entonces comprendí que no escuchaba. Perdóname Señor, cuando me quejo. Yo puedo escuchar.
Tengo piernas para ir a dónde quiero... Ojos, para ver los colores del atardecer... Oídos para escuchar las cosas que me dicen. Perdóname Señor, cuando me quejo. Lo tengo todo.
“Porque tú, Señor, eres bueno y perdonador, y grande en misericordia para con todos los que te invocan” (Salmo 87,5).
No le digas a Dios cuán grande es tu problema, dile a tu problema cuán grande es tu Dios!!!
Jehová te guardará de todo mal;
El guardará tu alma.
Jehová guardará tu salida
y tu entrada, desde
ahora y para siempre.
(Salmo 121,7-8).
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