Mujer
de fe:
Encuentra
ayuda en el desierto
Joyce
Meyer
Algunas veces el problema que afrontamos es
fabricado por nosotras mismas. Es en esos tiempos difíciles cuando nos
preguntamos si Dios aún nos ayudará, nos fortalecerá y estará con nosotras. Si
está afrontando este tipo de situación hoy, quiero animarle diciéndole que Dios no se ha rendido con usted. Él
está con usted y le dará la fuerza para superar cualquier obstáculo, incluso si
ese obstáculo es uno fabricado por usted misma.
Si lo duda, repase la historia de una joven mujer
llamada Agar en el Antiguo Testamento.
Agar era una esclava en la casa de Abraham. Ella fue también la mujer nominada como “madre de alquiler” cuando Sara
decidió que Abraham tuviera un bebé acostándose con alguien más joven y más
fértil que ella.
Como esclava, Agar
probablemente no tuvo elección en el asunto. Así se hacían las cosas en
aquella época. Pero una vez que se quedó embarazada del hijo de Abraham, ella
pudo elegir cómo iba a reaccionar ante la situación, y no decidió muy bien.
Hizo de una situación ya complicada algo peor, comportándose con altivez hacia
Sara y tratándola con desprecio.
Para decirlo con suavidad, Sara no respondió bien.
De hecho, se enojó categóricamente. Decidida a poner a Agar en su sitio
bajándole unos cuantos escalones, Sara
la hostigó y la humilló en cada oportunidad. Así que Agar huyó… al único lugar al
que se puede huir cuando se vive en un campamento en el Medio Oriente. El
desierto.
Para una joven embarazada, sola y sin provisiones,
el desierto es un lugar duro para vivir.
También es peligroso. Agar podía haber muerto allí perfectamente. Pero no murió
porque Dios en su gran misericordia tuvo un encuentro allí con ella y le dijo
lo que debía hacer. Regresa a tu señora y sométete a su autoridad… yo te daré más descendientes de los que puedas
contar. Ahora estás embarazada y darás a
luz un hijo. Lo llamarás Ismael (que
significa «Dios oye»), porque el Señor ha oído tu clamor de angustia… A
partir de entonces, Agar utilizó otro
nombre para referirse al Señor, quien le había hablado, «Tú eres el Dios que me
ve» (Génesis 16:9-13).
El
Dios que me ve. ¡Ese es un nombre hermoso para el
Señor! Y fue dicho por vez primera por
una madre en una situación de las que encogen el corazón. Una madre que
había caído presa de malas actitudes y comportamiento impío, exactamente como
hacemos todas nosotras de vez en cuando. Dios intervino, derramó su bondad
sobre ella y les prometió a ella y a su hijo un futuro fructífero. Si Dios hizo eso por Agar en el Antiguo
Testamento, ¿no podremos nosotras, madres de la época del Nuevo Testamento,
estar incluso más seguras de que Dios nos verá y nos cuidará cuando nos
encontremos en el desierto? ¿No podremos acaso acercarnos a Él con
confianza para recibir misericordia y gracia para ayudarnos en nuestro momento
de necesidad, incluso si la necesidad es resultado de nuestro mal juicio o
comportamiento?
¡Sí! ¡Por supuesto que podemos! Pero cuando lo
hagamos, deberíamos recordar que Dios no
nos liberará inmediatamente de toda situación problemática. No siempre hará
que nuestras dificultades hagan ¡PUF! y desaparezcan. Así como envió a Agar de
vuelta para aguantar a Sara durante un tiempo, Dios a menudo requerirá de nosotros trabajar con nuestros problemas
durante un tiempo con su ayuda. Y cuando le digamos que no podemos hacerlo,
Él nos dirá lo que le dijo a Pablo en 2 de Corintios 12:9: Mi gracia… es
suficiente para ti.
“Señor, ¡la personalidad terca de mi hijo es
demasiado para mí! ¡Me está volviendo loca!”. Mi gracia es suficiente para ti.
“Señor, ¡sé que necesitamos el dinero, pero no soporto este empleo ni un sólo
día más!”. Mi gracia es suficiente para ti. “Señor, es difícil ser madre
soltera. ¡Estoy demasiado agotada para continuar!”. Mi gracia es suficiente
para ti.
(Tomado del libro Madre segura
de sí misma).
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