Es un llamado
fuerte a aquellos que suelen responder con un “no sé, no puedo” cuando se les
pide algún trabajo para la Congregación en que Dios les ha puesto.
No sé, no puedo
Juan Antonio Monroy
Siempre
he tenido en cuenta en mi trabajo la respuesta que Jesús dio a los fariseos que
criticaban a una viuda por su pobre ofrenda. “Esta hizo lo que pudo”, fueron
sus palabras.
Una
mayoría de miembros en nuestras iglesias, más de lo que sería deseable, suelen
responder con la frase “No sé, no puedo”, cuando se les pide algún trabajo para
la congregación.
El “no sé, no puedo” es una salida cómoda, pero perjudicial. La persona que así piensa inutiliza sus energías, desvalora sus capacidades y pierde oportunidades para servir al Señor.
En mi trabajo diario siempre he tenido en cuenta la respuesta que Jesús dio a aquellos fariseos que criticaban a una mujer viuda por su pobre ofrenda. “Esta hizo lo que pudo”, fueron las palabras del Maestro. El día que estés frente a frente ante Dios en el Tribunal de Cristo el Señor no te va a preguntar por aquello que no pudiste hacer. Te pedirá cuentas de lo que pudiste hacer y no lo hiciste.
El “no sé, no puedo” son excusas lamentables en labios de una persona que profesa la fe de Cristo, que tiene conciencia de salvación y del precio que Jesús pagó por ella. Imagina que en el huerto de Getsemaní, cuando Cristo vislumbró el drama de la cruz, los azotes, los insultos y la muerte que le esperaba hubiera dicho “yo no puedo” ¿Qué sería de ti ahora? ¿Quién habría podido salvar tu alma? ¿Cuál sería tu perspectiva de eternidad?
¿Sabes por qué dimitimos de nuestras obligaciones como cristianos? Primero, porque no tomamos en serio lo que creemos. Ser cristiano no se limita a la asistencia al culto dominical. Es mucho más que eso. Es entregarnos con mente, corazón y vida a las tareas de la Iglesia donde Jesús nos ha puesto, porque al servir a Su Iglesia le estamos sirviendo a Él.
Una segunda razón para el “no sé, no puedo” es nuestra vagancia espiritual. He escrito bien. Somos vagos cuando se trata de trabajar para la Iglesia. Nos escudamos en nuestra ignorancia de los quehaceres que se nos piden: “No sé hacer eso. Y puesto que no sé, no puedo hacerlo”.
El “no sé” denota falsa humildad. ¡Claro que sabemos! ¡Pero no queremos! La falsa humildad conduce a la negligencia, a la pereza orgánica e intelectual, al desaprovechamiento de nuestras energías y de nuestras capacidades.
La próxima vez que se te pida hacer algo para el Señor, quien tanto hizo por ti, antes de decir “no sé, no puedo”, lee Filipenses 4:13: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”.
El “no sé, no puedo” es una salida cómoda, pero perjudicial. La persona que así piensa inutiliza sus energías, desvalora sus capacidades y pierde oportunidades para servir al Señor.
En mi trabajo diario siempre he tenido en cuenta la respuesta que Jesús dio a aquellos fariseos que criticaban a una mujer viuda por su pobre ofrenda. “Esta hizo lo que pudo”, fueron las palabras del Maestro. El día que estés frente a frente ante Dios en el Tribunal de Cristo el Señor no te va a preguntar por aquello que no pudiste hacer. Te pedirá cuentas de lo que pudiste hacer y no lo hiciste.
El “no sé, no puedo” son excusas lamentables en labios de una persona que profesa la fe de Cristo, que tiene conciencia de salvación y del precio que Jesús pagó por ella. Imagina que en el huerto de Getsemaní, cuando Cristo vislumbró el drama de la cruz, los azotes, los insultos y la muerte que le esperaba hubiera dicho “yo no puedo” ¿Qué sería de ti ahora? ¿Quién habría podido salvar tu alma? ¿Cuál sería tu perspectiva de eternidad?
¿Sabes por qué dimitimos de nuestras obligaciones como cristianos? Primero, porque no tomamos en serio lo que creemos. Ser cristiano no se limita a la asistencia al culto dominical. Es mucho más que eso. Es entregarnos con mente, corazón y vida a las tareas de la Iglesia donde Jesús nos ha puesto, porque al servir a Su Iglesia le estamos sirviendo a Él.
Una segunda razón para el “no sé, no puedo” es nuestra vagancia espiritual. He escrito bien. Somos vagos cuando se trata de trabajar para la Iglesia. Nos escudamos en nuestra ignorancia de los quehaceres que se nos piden: “No sé hacer eso. Y puesto que no sé, no puedo hacerlo”.
El “no sé” denota falsa humildad. ¡Claro que sabemos! ¡Pero no queremos! La falsa humildad conduce a la negligencia, a la pereza orgánica e intelectual, al desaprovechamiento de nuestras energías y de nuestras capacidades.
La próxima vez que se te pida hacer algo para el Señor, quien tanto hizo por ti, antes de decir “no sé, no puedo”, lee Filipenses 4:13: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”.
Tomado de
Protestante Digital 2014