Victoria
sobre la prisión del temor
Editado
de: Mujeres emocionalmente prisioneras / Socorro Morales
Somos una sociedad asediada por el temor. Basta
escuchar, leer o ver la prensa para informarnos de eventos aterradores. Pese a esto, el pueblo de Dios está llamado
a vivir sin temor. La Biblia dice que Dios no nos ha dado un espíritu de
temor, sino de poder, de amor y de dominio propio (2 Tim 1:7).
¿Por qué
tenemos temores? Por actitudes aprendidas en
nuestra niñez; por nuestra imaginación; por ignorancia; por dudas. (Pueden
hablar de temores en cada uno de estos casos).
El Señor quiere
abrir puertas de libertad, pero tienen que caminar hacia la salida, dar
los primeros pasos, hablar con su abogado para que El defienda su causa ante el
juez supremo. Deben sacar todos los resentimientos y la amargura de sus
corazones, porque mientras más tiempo tardan en hacerlo, más se extenderá el
veneno dentro de su ser.
El Salmo 32:3 dice: “Mientras guardé silencio, mis huesos se fueron consumiendo por mi
gemir de todo el día. Mi fuerza se fue debilitando como el calor del verano,
porque día y noche tu mano pesaba sobre mí”. Es como si el cuerpo se
desintegrara por dentro a causa de la culpa y del dolor.
Todas tenemos una historia, todas hemos sido
heridas, todas hemos vivido encorvadas, todas alguna vez hemos sido lastimadas,
todas tenemos en nuestro archivo cosas que no debieron suceder, pero nos
sucedieron y no pudimos evitarlas. Sin embargo, ya es tiempo de que aprendamos
a sobrellevarla.
Pide un cambio de actitud, pide ayuda para poder
deshacerte del temor, dejar el lastre que te asedia y no sentir lastima de
nosotras mismas.
Decía Zig Ziglar: “Lo que usted vea en su mente, su mente va a trabajar para lograrlo.
Cuando usted cambia lo que ve, automáticamente cambia su actuación”. En
Joel 3:10: “Diga el débil fuerte soy”.
Saliendo
de la prisión del temor
1.
Identifica
el origen de tu temor. Debemos preguntarnos a qué se
debe nuestro miedo. Esto es algo que no resulta muy fácil de hacer, pero
identificar dónde se origina el temor nos ayuda a reconocer y expresar lo que
exactamente nos sucede y comenzar a dar los primeros pasos en busca de
solución. No entierres tus talentos por temor al fracaso, al juicio o a la
crítica. Enfrenta tus miedos si deseas ser libre de su poder.
2. Temer solamente a Dios y
reconocer su presencia. Aunque todas hemos sentido
miedo en alguna ocasión, la actitud correcta es: no temeré. El miedo está
presente alrededor y no podemos evitar que se asome, pero lo que no debemos
permitir es que nos paralice, que gobierne nuestras decisiones y acciones.
El miedo
puede ser utilizado por Satanás como herramienta para impedir el crecimiento y
evitar que disfrutemos de una vida plena que Dios quiere para nosotras. Nos
estanca.
3. Cambiar el enfoque. Si
fijamos nuestra atención en nuestros temores, estos crecerán, demandarán más y
más esfuerzo de nuestra parte y terminarán casi siempre determinando nuestras
acciones. En lugar de enfocarte en el miedo, enfócate en el arma más poderosa
que tiene a tu disposición: la Palabra de Dios. “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4:13).
4. Toma como ancla la promesa de
Dios en Isaías 41:10. Convencida de que estas
frente a una verdadera tempestad, toma este versículo coo firme ancla de tu fe
y de tu forma de proceder. Este verso dice: “No
temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te
esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi
justicia”. Es decir, Él no te deja sola, Él es el soberano, el gran Yo Soy…
Dios te invita a que te esfuerces y seas valiente (Josué 1:9).
5. Reconoce que es una batalla de
fe. Basadas en la certeza absoluta de que
Dios es fiel, misericordioso y amoroso, no tenemos razón alguna para aferrarnos a nuestras ansiedades
ni albergar temores. A través de la fe podemos librar muchas batallas contra la
ansiedad y el miedo. La fe en Dios nos empuja hacia adelante, pero el miedo nos
hace retroceder.
6. Usar nuestras propias llaves.
Muchas veces queremos entrar en puertas que se abren solamente con las llaves
que otros tienen y nos frustramos porque es imposible lograrlo. La clave está
en averiguar qué llave tenemos para abrir nuestras puertas. Vivir conforme a
quienes somos y a lo que hacemos, esto te permitirá abrir las puertas que están
a tu alcance, aquellas para las que Dios te ha dado llaves. Es necesario que
descubras las llaves que Dios te ha dado.
Tu oración
es una llave, pero la tuya, no la de otra. Enfócate en tus potencialidades.
Continuar
aferrada a la prisión del temor o salir de ella es una decisión que nadie
tomará por ti. Prueba cada llave con paciencia, pero con determinación (a veces
la última llave es la que abre la puerta). Detrás de la puerta, habrá una
promesa de Dios esperándote para darte un corazón nuevo y nuevos deseos. La
Biblia revela esa promesa en Ezequiel 36:26: “Os daré corazón y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré
de vosotros su corazón de piedra y os daré un corazón de carne”.
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