jueves, 2 de enero de 2014

Creciendo / Venciendo el temor


Victoria sobre la prisión del temor
Editado de: Mujeres emocionalmente prisioneras / Socorro Morales

Somos una sociedad asediada por el temor. Basta escuchar, leer o ver la prensa para informarnos de eventos aterradores. Pese a esto, el pueblo de Dios está llamado a vivir sin temor. La Biblia dice que Dios no nos ha dado un espíritu de temor, sino de poder, de amor y de dominio propio (2 Tim 1:7).

¿Por qué tenemos temores? Por actitudes aprendidas en nuestra niñez; por nuestra imaginación; por ignorancia; por dudas. (Pueden hablar de temores en cada uno de estos casos).

El Señor quiere  abrir puertas de libertad, pero tienen que caminar hacia la salida, dar los primeros pasos, hablar con su abogado para que El defienda su causa ante el juez supremo. Deben sacar todos los resentimientos y la amargura de sus corazones, porque mientras más tiempo tardan en hacerlo, más se extenderá el veneno dentro de su ser.

El Salmo 32:3 dice: “Mientras guardé silencio, mis huesos se fueron consumiendo por mi gemir de todo el día. Mi fuerza se fue debilitando como el calor del verano, porque día y noche tu mano pesaba sobre mí”. Es como si el cuerpo se desintegrara por dentro a causa de la culpa y del dolor.

Todas tenemos una historia, todas hemos sido heridas, todas hemos vivido encorvadas, todas alguna vez hemos sido lastimadas, todas tenemos en nuestro archivo cosas que no debieron suceder, pero nos sucedieron y no pudimos evitarlas. Sin embargo, ya es tiempo de que aprendamos a sobrellevarla.

Pide un cambio de actitud, pide ayuda para poder deshacerte del temor, dejar el lastre que te asedia y no sentir lastima de nosotras mismas.

Decía Zig Ziglar: “Lo que usted vea en su mente, su mente va a trabajar para lograrlo. Cuando usted cambia lo que ve, automáticamente cambia su actuación”. En Joel 3:10: “Diga el débil fuerte soy”.

Saliendo de la prisión del temor
1.       Identifica el origen de tu temor. Debemos preguntarnos a qué se debe nuestro miedo. Esto es algo que no resulta muy fácil de hacer, pero identificar dónde se origina el temor nos ayuda a reconocer y expresar lo que exactamente nos sucede y comenzar a dar los primeros pasos en busca de solución. No entierres tus talentos por temor al fracaso, al juicio o a la crítica. Enfrenta tus miedos si deseas ser libre de su poder.
2.       Temer solamente a Dios y reconocer su presencia. Aunque todas hemos sentido miedo en alguna ocasión, la actitud correcta es: no temeré. El miedo está presente alrededor y no podemos evitar que se asome, pero lo que no debemos permitir es que nos paralice, que gobierne nuestras decisiones y acciones.
El miedo puede ser utilizado por Satanás como herramienta para impedir el crecimiento y evitar que disfrutemos de una vida plena que Dios quiere para nosotras. Nos estanca.
3.       Cambiar el enfoque. Si fijamos nuestra atención en nuestros temores, estos crecerán, demandarán más y más esfuerzo de nuestra parte y terminarán casi siempre determinando nuestras acciones. En lugar de enfocarte en el miedo, enfócate en el arma más poderosa que tiene a tu disposición: la Palabra de Dios. “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”  (Filipenses 4:13).
4.       Toma como ancla la promesa de Dios en Isaías 41:10. Convencida de que estas frente a una verdadera tempestad, toma este versículo coo firme ancla de tu fe y de tu forma de proceder. Este verso dice: “No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia”. Es decir, Él no te deja sola, Él es el soberano, el gran Yo Soy… Dios te invita a que te esfuerces y seas valiente (Josué 1:9).
5.       Reconoce que es una batalla de fe. Basadas en la certeza absoluta de que Dios es fiel, misericordioso y amoroso, no tenemos razón  alguna para aferrarnos a nuestras ansiedades ni albergar temores. A través de la fe podemos librar muchas batallas contra la ansiedad y el miedo. La fe en Dios nos empuja hacia adelante, pero el miedo nos hace retroceder.
6.       Usar nuestras propias llaves. Muchas veces queremos entrar en puertas que se abren solamente con las llaves que otros tienen y nos frustramos porque es imposible lograrlo. La clave está en averiguar qué llave tenemos para abrir nuestras puertas. Vivir conforme a quienes somos y a lo que hacemos, esto te permitirá abrir las puertas que están a tu alcance, aquellas para las que Dios te ha dado llaves. Es necesario que descubras las llaves que Dios te ha dado.
Tu oración es una llave, pero la tuya, no la de otra. Enfócate en tus potencialidades.

Continuar aferrada a la prisión del temor o salir de ella es una decisión que nadie tomará por ti. Prueba cada llave con paciencia, pero con determinación (a veces la última llave es la que abre la puerta). Detrás de la puerta, habrá una promesa de Dios esperándote para darte un corazón nuevo y nuevos deseos. La Biblia revela esa promesa en Ezequiel 36:26: “Os daré corazón y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vosotros su corazón de piedra y os daré un corazón de carne”. 

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