domingo, 24 de julio de 2016

El cristiano es un excluyente

El cristiano es un excluyente

Lo diré de entrada: ser cristiano es ser excluyente. Hay cuestiones, temas, actitudes, convivencias, que estoy obligado a excluir de mi vida de hijo de Dios. Sé que los que no son cristianos me lo echan en cara, pero qué le voy a hacer: soy excluyente.

Y me explico. Mi identidad como hijo de Dios me hace quién soy. Sin embargo, tan importante como saber quién soy es saber QUIÉN NO SOY.

El salmo 1 comienza diciéndome lo que NO SOY, en tres etapas:
-NO SOY quién sigue el consejo de los malvados;
-NO SOY quién comparte o se detiene en sus sendas;
-NO SOY el que cultiva su amistad.

Podemos  escuchar un buen consejo, pero no el consejo de los malvados. No el consejo de quienes han dejado a Dios fuera de sus vidas. Ciertamente, la Palabra nos dice que en la multitud de consejeros está la sabiduría, pero debemos mirar bien la calidad de estos consejeros. EXCLUYO A LOS MALVADOS DEL CONJUNTO DE MIS CONSEJEROS, es mi primera e intencional exclusión.

¿Qué hago yendo donde ese amigo, buena gente, pero cuya brújula en la vida son sus propios sentimientos y opiniones y no toma en cuenta para nada a Dios? Bíblicamente es un consejero no apto.  Es una fuente equivocada.

Descendemos más hacia la perdición cuando, además de escuchar consejos de fuentes equivocadas, compartimos caminos con personas equivocadas. Son caminos que aunque nos parezcan derechos, llevan a la muerte (Proverbios 14:2). Son caminos “limpios” en la opinión de los equivocados (Proverbios 16:2) “Se hace camino al andar…” dice el poeta. Pero…¿qué tipo de camino estamos haciendo cuando nos empeñamos en acompañar a quien nos lleva por sendas torcidas?

Por lo tanto, como cristiano EXCLUYO DE MI ANDAR A PERSONAS E INSTITUCIONES EQUIVOCADAS QUE QUIEREN CONDUCIRME POR SUS SENDAS, SENDAS EQUIVOCADAS.

Finalmente descendemos todavía más cuando no sólo caminamos con este tipo de personas (o de instituciones), sino que además cultivamos su amistad, hacemos causa común con ellos.
El cristiano no es un árbol silvestre. Es un árbol “plantado”. Y plantado cerca de la abundancia (en hebreo “corrientes de agua” es un superlativo). “Arboles de justicia”, “Plantío del Señor” (Isaías 61:3). Somos árboles plantados porque hemos nacido por medio de Él. Por lo tanto, EXCLUYO CULTIVAR LA AMISTAD DE QUIENES ANDAN LEJOS DEL SEÑOR, DESCONOCEN SUS SENDAS Y HASTA L AS NIEGAN.

Si soy un excluyente… ¿Cuál es mi llamado? Esos “ríos de agua” junto a los cuales estamos plantados representan la Palabra de Dios de la que debe alimentarse con abundancia nuestras vidas (Isaías 61:3; Isaías 55:10-11). Somos árboles plantados porque hemos nacido por medio de El. “Se llenan de Savia los árboles del Señor”, expresa el salmista (104:16).

Mi llamado no es traer personas a los pies del Señor. Mi llamado, y el tuyo, es predicar de muchas maneras la Palabra de Dios. El traer las personas a Cristo es asunto del Espíritu Santo. Es Dios quien triunfa, no yo.

En cuanto a la prosperidad en la que tanto insisten algunas prédicas cristianas, te comparto un  pequeño comentario que puede que nos ayude a entender el tema, nos ayude a RELATIVIZARLO TODO, MENOS A CRISTO y que lo sintetiza muy bien: “Lo importante es tener a Cristo. El es el número uno. Todas las bendiciones materiales equivalen a cero. Si uno no tiene el número uno antes de los ceros, sería como no tener nada. Así como el cero cuando sigue a un número. Se suma a ese número aunque no sea nada en sí mismo.”. POR LO TANTO, TAMBIÉN SOY EXCLUYENTE DE CUALQUIER PROSPERIDAD MATERIAL SIN CRISTO. MÁS AÚN: MI PROSPERIDAD ES DE ÉL Y LO QUE ÉL DISPONGA QUE YO HAGA CON ELLA, SERÁ BIENVENIDO… pero seguros de que estoy dispuesto a servirle en la abundancia como en la pobreza, en la salud como en la enfermedad, porque EL es el centro, el Alfa y la Omega.


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