La familia y el domicilio espiritual
Introducción
Como hombres, todos provenimos de un padre y una
madre, y por eso tenemos un apellido: pertenecemos a una familia. También nos criamos en un lugar específico,
viviendo en una casa o domicilio particular.
Muchas veces, tenemos recuerdos muy gratos de nuestra familia de origen
y de nuestro primer hogar. A lo largo de
nuestra vida, buscamos las mejores condiciones posibles para nuestra familia,
incluyendo el vivir en el mejor lugar que podamos.
En la reunión de hoy, veremos que espiritualmente el
hombre cristiano pertenece a la mejor familia posible y vive espiritualmente en
el mejor lugar posible.
¿Criaturas de Dios o Hijos de Dios?
Leamos Juan 1:1-3, 10-14:
“En el principio ya existía el
Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios. 2 Él estaba con Dios en el
principio. 3 Por medio de él
todas las cosas fueron creadas; sin él, nada de lo creado llegó a existir. [...] 10
El que era la luz ya estaba en el mundo, y el mundo fue creado por medio de él,
pero el mundo no lo reconoció. 11 Vino a lo que era suyo, pero los
suyos no lo recibieron. 12 Mas a cuantos lo recibieron, a los que
creen en su nombre, les dio el derecho de ser hijos de Dios. 13
Éstos no nacen de la sangre, ni por deseos naturales, ni por voluntad humana,
sino que nacen de Dios. 14 Y
el Verbo se hizo hombre y habitó entre nosotros. Y hemos contemplado su gloria,
la gloria que corresponde al Hijo unigénito del Padre, lleno de gracia y de
verdad.”
¿A quién se refiere Juan como “el Verbo” en este pasaje? (v14)
¿Qué fue creado a través de Cristo?
(v3)
¿Quiénes reciben el derecho de ser hijos
de Dios? (vv12-13)
En este pasaje vemos claramente que todo lo que existe
fue creado por Dios a través de Cristo.
Todo es, todos somos, criaturas de Dios.
Él nos creó. Sin embargo, vemos
también que no todos somos hijos de Dios.
Ese derecho está reservado para quienes reciben a Jesús como Señor y
Salvador.
Con frecuencia escuchamos a hombres decir: “yo soy un
hijo de Dios”, queriendo decir con esto que se sienten protegidos por Dios, y que
Dios suple sus necesidades. Esto puede
venir de hombres con distintos tipos de vida, que tienen distintas creencias o
que practican distintas religiones. Pero
no basta con querer ser, o creerse, hijo de Dios. La Biblia muestra la condición necesaria para
alcanzar este derecho, y la vida que sigue el que lo tiene.
Leamos ahora Juan 8:34-36: “34 —Ciertamente les aseguro que todo el que peca es esclavo
del pecado —respondió Jesús—. 35 Ahora bien, el esclavo no se queda
para siempre en la familia; pero el hijo sí se queda en ella para siempre. 36
Así que si el Hijo los libera, serán ustedes verdaderamente libres.”
●
¿Quiénes son esclavos del pecado? (v34)
●
¿Qué diferencia hay entre los esclavos y los hijos de la familia? (v35)
Todos somos criaturas de Dios, pero no todos somos
hijos de Dios. Como resultado de haber
recibido a Jesús en nuestro corazón, tenemos certeza de que somos hijos de Dios
y de que permaneceremos en Su familia, y podemos dar razón de esta esperanza.
Nuestro Domicilio Espiritual
Leamos ahora Colosenses 1:13-14: “13 Él nos libró del dominio de
la oscuridad y nos trasladó al reino de su amado Hijo, 14 en quien
tenemos redención, el perdón de pecados.”
De manera natural, nuestra “residencia espiritual”
está en el dominio de la oscuridad.
Nacemos bajo la opresión del pecado, y vivimos acostumbrados a nuestra
propia maldad, justificándola a cada paso.
Cuando acogemos el sacrificio de Cristo, Dios nos libra de ese lugar y
nos traslada, nos muda, al Reino de Cristo.
A través de la paternidad de Dios, recibimos una nueva
identidad y una membresía eterna en una nueva familia espiritual. A través de Cristo recibimos también un
domicilio espiritual nuevo, de modo que sabemos que tendremos morada con Dios
en la eternidad (Juan 14:1-3; 2 Corintios 5:1-5; Apocalipsis 21:3), pero también
perdón de pecados, santificación y crecimiento espiritual e integral en esta
vida.
Discusión Final
● Si tú eres hijo de Dios,
describe cómo ha cambiado tu vida esa paternidad. ¿Cómo ha afectado tu relación con tu padre
terrenal? ¿Cómo ha cambiado tu relación
con tus hijos (si los tienes)?
● ¿De cuáles opresiones y
pecados te libró Dios? ¿De cuáles
opresiones necesitas ser librado todavía?