Introducción
El hombre cristiano vive con gozo por la más grande de las esperanzas: el hecho
de que pasará la eternidad en la presencia de Dios. Pero aunque es la más grande, no es esa su
única esperanza: sabe también que Dios le acompañará en todo a lo largo de su
vida, que peleará por él, que le ayudará, y que le formará hasta hacer de él un
hombre santo. Estas esperanzas no son sólo
información en su mente, sino que moldean su vida diaria.
¿De dónde viene nuestra certeza de estas cosas? ¿Cómo podemos explicarlas a los hombres que
no las conocen? ¿Y qué se necesita para
desarrollar esta fe? Comenzaremos a
responder estas preguntas.
La más grande de nuestras esperanzas
Como humanos, tenemos
un sentido de eternidad. Pensamos
que no vamos a morir nunca, y anhelamos vivir tratando de dejar un legado
duradero, que nuestro nombre resuene mucho más allá de nuestro tiempo de
vida. Y ciertamente, una parte nuestra
no morirá, sino que pasará una eternidad en algún lugar, ya sea en la presencia
de Dios o fuera de ella.
En esta
vida elegimos dónde pasaremos la eternidad. A la verdad, todos tenemos ya un destino
seguro, que es el que nos tocará si no hacemos nada, y es apartados de la
presencia de Dios. Leamos Romanos
3:22-24: “22 Esta
justicia de Dios llega, mediante la fe en Jesucristo, a todos los que creen. De
hecho, no hay distinción, 23 pues todos han pecado y están privados
de la gloria de Dios, 24 pero por su gracia son justificados
gratuitamente mediante la redención que Cristo Jesús efectuó.”
¿Quiénes han pecado? Todos!
¿Quiénes están privados de la gloria de Dios? Todos!
¿Cómo llega la justicia de Dios? Por su Gracia!
¿Quiénes están privados de la gloria de Dios? Todos!
¿Cómo llega la justicia de Dios? Por su Gracia!
Sin
hacer nada, nuestro destino eterno es estar apartados de Dios. ¿Qué
significa esto? Un lugar donde no hay
absolutamente nada bueno. Ese es el
destino eterno que de manera natural corresponde a cada uno de nosotros. En esta vida podemos escoger un destino
distinto, y pasar una eternidad en la presencia de Dios, que es exactamente lo
contrario: un lugar donde no hay nada malo. ¡Todo es bueno! ¡Todo es perfecto! ¿Qué
tenemos que hacer para estar ahí? Ser
encontrados justos o perfectos delante de Dios. Esto no lo podemos hacer en nuestras fuerzas,
pero podemos aceptar el pago de Jesús por nuestros pecados y ser encontrados
justos (ser justificados) delante de
Dios. Como leímos en Romanos, esto es gratuito y viene mediante la fe en
Jesucristo.
Esta es la más grande de nuestras esperanzas. ¡Pero todavía hay más!
Esperanza de Santificación y Vida Abundante
Jesús dijo a sus discípulos: “El ladrón no viene más que a robar, matar y destruir; yo he venido
para que tengan vida, y la tengan en abundancia.” (Juan 10:10) Cuando recibimos la salvación de Jesús, con
ella viene también la esperanza de santificación y de vida abundante. Comenzamos a caminar con Jesús; el Espíritu
Santo vive en nosotros y nos guía y nos edifica. Se comienza a cumplir lo que dijo Pablo: “Estoy convencido de esto: el que comenzó
tan buena obra en ustedes la irá perfeccionando hasta el día de Cristo Jesús.” (Filipenses
1:6). El poder que obró en Jesús
para resucitarle de los muertos está disponible para auxiliarnos en nuestra
necesidad (Efesios 1:19-21). Una vida abundante no significa una vida libre
de problemas, pero es la mejor vida que podemos vivir en esta tierra.
Si eres
cristiano, ¿cómo experimentas en tu vida la abundancia y la santificación que
vienen de Dios?
Aunque hay una gracia de Dios para toda Su creación,
muchas de estas promesas y esperanzas están reservadas solamente para quienes
aceptan a Jesús como su Señor y Salvador.
Por eso, vale la pena pensar en qué se necesita para recibirlo de esa
manera en nuestros corazones.
Aceptando la esperanza
Pensemos lo siguiente:
Para
aquellos que vivimos en estas esperanzas, ¿qué fue necesario para que las
aceptáramos?
Leamos Romanos 10:17: “Así que la fe viene como resultado de oír el mensaje, y el mensaje que
se oye es la palabra de Cristo.”
Para aceptar estas esperanzas, fue necesario que se nos predicaran. Que alguien nos compartiera las realidades
espirituales que indica la Biblia, la promesa de salvación en Cristo, y el
camino a una vida abundante por la fe en Él.
Fue necesario también que nosotros tuviésemos fe y respondiésemos a
favor del Evangelio. Fue necesaria
también una obra del Espíritu Santo en nuestros corazones para tener convicción
de nuestro pecado y de nuestra necesidad de Jesús (ver Juan 16:8-9).
Así que es
necesario que los que vivimos estas esperanzas las prediquemos, y que quienes
buscan de ellas lean y escuchen más la Palabra de Dios a fin de aumentar su fe. Alguien dijo que “nuestra vida será la única Biblia que algunos leerán”. De ahí la necesidad de poder vivir de acuerdo
a principios bíblicos, pero además de poder explicar nuestras decisiones de
vida en base a esos principios. Leamos 1ra
Pedro 3:15: “Más bien, honren en
su corazón a Cristo como Señor. Estén siempre preparados para responder a todo
el que les pida razón de la esperanza que hay en ustedes”.
Discusión Final
- ¿Cuáles son las cosas que más agradeces a Dios en tu vida?
- ¿Sobre cuáles temas o aspectos de la vida cristiana sientes que necesitas más explicaciones?
- Si no has aceptado a Jesús como tu salvador, ¿cuál crees es tu principal obstáculo?
No hay comentarios:
Publicar un comentario