¿Cómo combatir el estrés?
"La ansiedad es
un 'modus vivendi', una forma de ser. No empieza con las cosas que nos pasan,
sino con actitudes nuestras"
María Jesús Núñez Dios
Ya vimos que estrés proviene del término inglés stress (esfuerzo,
presión, tensión…) y está asociado al estado que se produce a partir de hechos
que generan temor, agobio o angustia.
La respuesta de estrés puede ser una respuesta normal, orientada a
solucionar situaciones potencialmente peligrosas o amenazantes. Se puede hablar entonces de un estrés
positivo, que nos ayuda a relacionarnos con las situaciones del mundo y nos
capacita para enfrentarnos a ellas.
Pero también hay un
estrés desagradable (distrés), que va acompañado de un desorden
fisiológico… Esta vertiente negativa del estrés, si no aprendemos a
controlarla para responder de forma equilibrada, puede desembocar tanto en trastornos psicológicos, como en
trastornos físicos. Por eso es muy importante aprender a combatir el estrés.
Técnicas
y factores que ayudan
Rasgos de
personalidad protectores: Optimismo y Autoestima Alta; Autocontrol
(estilos de vida saludables).
Actividades
protectoras: Ejercicio físico, masajes, baños calientes y aromaterapia, escuchar
música, salir con amigos y/o familiares…
Técnicas: Respiración,
Relajación, técnicas de “Solución de problemas”, programas de “Gestión del
tiempo”, entrenamiento en Asertividad y Habilidades Sociales.
La
importancia de nuestra actitud
La actitud es la respuesta emocional y mental (interna) a las
circunstancias que nos rodean, a las cosas que nos pasan. Seguramente, en la mayoría de las situaciones de la vida
NO PODEMOS CAMBIAR las circunstancias, pero podemos cambiar nuestras actitudes,
y eso va a sanear nuestra mente y nuestras emociones, va a cambiar nuestra
vida.
Hay una larga lista de actitudes (optimismo, gratitud, perdón, ser
positivo, gozo, confianza, empatía, respeto, ser emprendedor, etc.)
Me quedaré con la CONFIANZA. La confianza en el Señor es el mejor
antídoto para la ansiedad (en cuya base están la inseguridad, la
preocupación y la hipersensibilidad). La ansiedad es un “modus vivendi”, una
forma de ser. La ansiedad no empieza con
las cosas que nos pasan, sino con actitudes nuestras (preocupaciones,
inseguridad, falta de confianza…) Pero el Señor nos dice “por nada os preocupéis” (Fil. 4:6). La confianza en el Señor es el mejor antídoto para las cosas negativas
de nuestra mente y nuestras emociones.
Cómo
optar por la confianza (como nuestra principal arma contra el estrés)
- Abandonar el pecado de construir nuestra vida sobre cosas perecederas (Mateo 6:19)
- Eliminar los temores innecesarios, aprender a ocuparnos, dejar de preocuparnos. ·
- Recordar la fidelidad de Dios en el pasado, Su soberanía...
- Permanecer en contacto con el Señor (Fil. 4:6-7). Pero a la vez, nosotros tenemos que hacer nuestra parte.
- Huir de los síntomas depresivos que podamos (sentimientos de abatimiento, tristeza, desánimo, desilusión, infelicidad…). Si evitamos esto, podemos evitar ir cuesta abajo y en caída libre, son emociones que se alimentan a sí mismas.
- Evitar el estrés y la ansiedad, lo que implica:
- Evitar la multitarea (no hacerlo todo a la vez, sino de forma secuencial);
- Controlar el ritmo de trabajo (si el día tuviera 30 horas, las llenaríamos igual);
- No tratar de hacerlo todo con perfeccionismo excesivo (con excelencia sí, pero no caer en el neuroticismo);
- No tener una visión inapropiada de la vida (altas expectativas);
- Evitar la preocupación excesiva… ·
- Cambio de actitudes al estar más cerca del Señor:
- Las circunstancias cambian continuamente. No debemos depender de ellas; saber que estamos bajo la Gracia y la Soberanía de Dios.
- Lo que importa es nuestra relación con Dios. Apartar un tiempo y un lugar para estar con Él.
- Saber que Dios se preocupa por nosotros (Sal 34:7), y nada sucede a espaldas de Dios.
- Conocer que la voluntad de Dios y sus caminos son siempre un gran misterio, pero que cualquier crisis puede tener un valor pedagógico (2 Cor. 12:7-9).
- No importa lo que estemos viviendo, es transitorio y no nos puede arrebatar el gozo y la alegría (Fil. 4:4).
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