La bendición de consejeros
“Donde no
hay buen consejo, el pueblo cae, pero en la abundancia de consejeros está la
victoria” (Proverbios 11.14).
En
la porción de hoy se nos invita a reflexionar en dos posibles desenlaces en la historia de un mismo pueblo: la derrota o
la victoria. La diferencia entre
una y otra no está en la falta de un líder que guíe al pueblo, sino en la falta de consejeros. La existencia
de consejeros presupone una apertura por parte de aquellos que están en
autoridad, a escuchar otras opiniones que puedan enriquecer la perspectiva que
tienen de las cosas. No libra al líder de la necesidad de tomar las decisiones
que cada situación requiere; mas la abundancia de consejeros le permitirá
realizar esas decisiones dotado de toda la información pertinente, luego de
considerar cuidadosamente cada aspecto de los temas a tratar.
Por
esta razón, un buen líder siempre se
rodea de consejeros sabios. No obstante, hay una tendencia entre los que
tienen autoridad en la iglesia a actuar en forma totalmente unilateral. No cabe
duda de que este tipo de liderazgo es mucho menos problemático que aquel estilo
que demanda el esfuerzo de escuchar y considerar cuidadosamente las opiniones
de los demás.
Sin
embargo, este primer estilo expone al pueblo a los caprichos y a las limitaciones
de una sola persona, y acaba por producir situaciones donde toda la
congregación flaquea por las decisiones del líder. Se presta para el abuso de poder
típico de aquellos que no tienen la obligación de rendirle cuentas a nadie.
Para
trabajar rodeado de buenos consejeros hacen falta varias cosas. En primer
lugar, el líder debe tener un espíritu
enseñable. Cuando un líder cree que nadie puede enseñarle nada, porque su
sola posición de líder lo convierte en autoridad en cualquier tema relacionado
con la iglesia, entonces no le dará ningún valor a la opinión de los demás. En
su corazón tendrá la convicción de que nadie puede entender ni hacer las cosas
como las hace él, y esto lo cerrará a toda comunicación productiva con sus
hermanos.
En
segundo lugar, un líder deberá rodearse
de un grupo de personas que le ofrezcan una variedad de opiniones y
perspectivas sobre los asuntos de la iglesia. Muchos líderes han formado un
grupo de consejeros que les asesoran, pero para ello seleccionaron solamente a
aquellas personas que piensan exactamente igual que ellos. En este grupo,
naturalmente, siempre existe unanimidad
de criterio porque todos concuerdan absolutamente con el líder. Quizás, en este grupo se sobreentiende que
solamente hay apertura para escuchar a los que opinan de igual manera que el
pastor.
En
tercer lugar, para aprovechar bien a los consejeros, el líder deberá escucharlos con atención y mostrar el mayor respeto por
sus opiniones, aun cuando estás sean contrarias a sus ideas. Se ganará el
respeto de su gente cuando ellos sientan que son parte de un equipo donde se
permite la libre expresión de ideas, sin importar cuán diferentes sean a las
del líder. La riqueza de tener diversidad de consejeros es que la perspectiva
conjunta de todos nos acerca a una
visión más realista de las cosas.
Para pensar:
«Prefiero estar con maestros buenos y
fieles que me corrigen y reprenden, a estar con hipócritas que me adulen y
aplaudan». Martin Lutero.
(Tomado de Alza tus Ojos).
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