lunes, 15 de agosto de 2022

El amor conyugal: imagen del amor de Dios

Quince características de la unión matrimonial

 

Dios tomó la decisión de restaurar la alianza entre Él y nosotros y lo hizo por medio de su hijo Jesús. Restauró el puente que nos une. Jesús es el único mediador entre Él, nuestro Padre, y nosotros. Es un nuevo pacto. El matrimonio, como voluntad divina, es también una alianza, un pacto.

“Dios creó el hombre a su imagen; lo creó a imagen de Dios, los creó varón y mujer… Por eso el hombre deja a su padre y a su madre y se une a su mujer, y los dos llegan a ser una sola carne”. (Gen 1,27; 2,24).

El matrimonio, como nos lo explica Efesios 5, es una imagen, un retrato, de la relación entre Cristo y nosotros.

 

El matrimonio, que es una alianza, un pacto, es la imagen del pacto de Dios con nosotros.

 

Fuimos creados para amar, como reflejo de Dios y de su amor. Dios es amor y nosotros somos imagen de Dios, por lo tanto es una verdad que estamos llamados a ser imagen del amor. Lo que más nos identifica como cristianos y como parejas cristianas es el amor.

 

La Biblia usa un término fuerte. Dice: “una sola carne”. Es una unidad íntima, donde no cabe un tercero que no sea Dios. Al decir sí al matrimonio hay una transformación tan fuerte que dejan de ser dos para ser uno.

 

Esta relación es también comparada por Pablo, en la Carta a los Efesios, con la relación establecida por Cristo con la Iglesia, una relación nupcial (Ef 5,21-33). La Iglesia es la esposa de Cristo. Los esposos estamos llamados –como matrimonio- a reflejar el amor con el cual Cristo ama a su iglesia, dando la vida el uno por el otro, en fidelidad, en servicio.

 

Sin embargo, es importante reconocer que esta unión se lleva a cabo entre dos personas que somos pecadores, imperfectos. Son muchas las pruebas, las dificultades que conocemos en la vida de pareja, en la vida matrimonial. Que el trabajo cansa, que el sueldo no alcanza, que los hijos crecen y tienen problemas y dificultades, que hay peleas, que hay infidelidades, que ella llora, que él abre la boca y maltrata, que los celos, que esta mujer no hay quien la entienda, que este hombre le falta sensibilidad, que la comunicación, que para qué me casé… ¡No es fácil!

 

Es posible sostenernos firmemente si, como dice la Red de Pareja citando a Eclesiastés 4:12 “Y si alguno prevaleciere contra uno, dos le resistirán; y cordón de tres dobleces no se rompe pronto”, refiriéndose a la importancia de la unidad para poder afrontar con vigor cualquier circunstancia de la vida: esposo+Dios+esposa, estando Dios en el centro es muy difícil de romper.

 

Y aquí entonces me hago una pregunta… ¿qué clase de amor es el que hace posible que, como matrimonios, seamos reflejos del Dios amoroso que nos salvó entregando a su hijo a la cruz? Creo que casi todos estaríamos de acuerdo que la mejor descripción del amor nos la da 1 Cor 13:4-8.

 

SUFRIDO: Significa que aguanta mucho, lento para ofenderse, no alimenta la amargura, ama con paciencia. Ejercitar la paciencia es clave para perseverar en el matrimonio cristiano. ¿Tenemos la mecha corta? ¿Nos enojamos fácilmente con nuestra pareja?

 

BENIGNO: Significa que es generoso, beneficioso, amable, procura el bienestar del ser amado, de la esposa o del esposo. Es lo que yo llamo saber ponerse en los zapatos de tu esposo o esposa.

 

SIN ENVIDIA: No se ofende por los logros que realiza la otra persona. ¡Qué bueno es saber alegrarse cuando nuestra pareja alcanza algún logro, cuando se esfuerza en el terreno que sea y se supera y mejor aún si le ayudo a superarse, a crecer como persona y como creyente!

 

NO SE JACTA: Significa que no se exhibe con los logros propios. Sabe manejar sus triunfos, sin dejar de aplaudir el de los demás, no genera competencia mal-sana. Creo que en nuestros hogares no debe existir un altar al “YO”. Hombres y mujeres que se creen el centro del mundo les cuesta o no pueden amar, porque el amor se trata del otro.

 

NO SE ENVANECE: Significa que no se infla (1 Corintios 4:6… aprendáis a no pensar más de lo que está escrito, no sea que por causa de uno, os envanezcáis unos contra otros).

 

NO HACE LO INDEBIDO: Significa lo indecoroso, lo indecente. El que ama verdaderamente no hace trampa, no engaña. La pareja que quiere ser reflejo del Dios amor es una pareja que practica la fidelidad, es la de un hombre que solo tiene ojos especiales para su mujer, y la de una mujer que respeta al hombre como líder del hogar.

 

NO BUSCA LO SUYO: Si ama realmente se preocupará por lo de los demás, más que de lo suyo. Nos dice Filipenses 2:3-4: Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros.

 

NO SE IRRITA: Muchas veces nuestro mal genio es reflejo de nuestro egoísmo. Hombres y mujeres de mecha corta, que explotan por detalles, a los que la pareja y hasta los hijos llegan a temer. Airarse puede ser una respuesta natural, pero la Biblia nos advierte, en Efesios 4:26 Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo.

 

NO GUARDA RENCOR: La palabra usada aquí es del griego y es un término contable que significa “llevar cuenta”. Yo diría: “Guardar un expediente”. Llevar cuenta es símbolo de venganza y eso ya no es correcto en un matrimonio cristiano. Resuelvan sus expedientes lo más pronto posible.

 

NO ES INJUSTO: Significa que el matrimonio que quiere ser reflejo o imagen del Dios amor siempre ofrece equidad, armonía y satisfacción en todas las cosas.

 

SE GOZA EN LA VERDAD: Es raro que Pablo no dijera que se goza en la Justicia, sino que dijo en la Verdad, pues la Verdad descubre la injusticia- este principio nos muestra que se goza en lo moral, la integridad – la paciencia y la fidelidad. Gozarse en la verdad no significa, sin embargo, ese placer que tienen algunas personas de herirte, de dañarte, cuando creen que te dicen una verdad. El equilibrio entre verdad y ternura, comprensión, es fundamental en una pareja que quiere ser reflejo del Dios amor.

 

TODO LO SUFRE: Sufre las tormentas de la desilusión, las lluvias del fracaso. En griego esta palabra viene del verbo “techo” por eso es capaz de proteger y soportar.

 

TODO LO CREE: El amor verdadero se alimenta de nuestra fe en Dios, pues estamos confiados en lo que Dios ya ha dicho. Creerlo todo en el matrimonio es sumamente difícil. Condicionantes culturales y de la carne nos lo dificultan. Sin embargo, el creer y la confianza es el capital más grande con el que empieza una relación de pareja. Es necesario mantenerlo si queremos ser imagen del Dios amor.

 

TODO LO ESPERA: Sabemos bien que los errores humanos no son finales, que es posible el cambio, que estamos llamados a crecer hasta alcanzar la estatura del varón perfecto que es Jesús. El amor conyugal se alimenta y sostiene no por un estado emocional o físico, si no por esperanza y la fortaleza dadas por Dios a los que confían en él.

 

TODO LO SOPORTA: Significa que no desiste, no abandona la misión, no se aleja, sabiendo de tal manera que vale la pena llegar hasta el final.

 

En verdad podremos decir en conclusión como lo expresa 1 Cor 13:8 El amor nunca deja de ser. El amor es obediencia, es entrega incondicional (Juan 15:13 Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos).

 

Advierto, sin embargo, que ese amor perfecto al que estamos llamados es una meta, es un propósito por el que tenemos que trabajar cada día, orar cada día, escucharnos cada día, renovarnos cada día.

 

Nuestros enemigos: el mundo, la carne, el diablo, asechan continuamente un amor así, le tienden trampas, crean ilusiones… pero si recordamos nuestro llamado a ser espejo, a ser imagen del amor de Dios, y si nos sostenemos en su fortaleza, la pareja cristiana es y será la señal de un Dios que nos ama como nadie jamás no amó.

 

Es difícil perseverar en la pareja en este tipo de amor y buscar ser imagen del Dios amor en el matrimonio, pero Jesús lo hace posible, como nos dice Pablo en Tesalonicenses 2:5: Que el Señor los lleve a amar como Dios ama, y a perseverar como Cristo perseveró.

 

(Orar por las parejas).

 

 

 

 

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