lunes, 16 de agosto de 2021

Llamados a ser misericordiosos

SOMOS LLAMADOS A SER MISERICORDIOSOS 

PRIMERO: NUESTRO DIOS ES MISERICORDIOSO


Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia;

Conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones.


Contra ti, contra ti solo he pecado,

Y he hecho lo malo delante de tus ojos;

 

He aquí, en maldad he sido formado,

Y en pecado me concibió mi madre.

 

Esconde tu rostro de mis pecados,

Y borra todas mis maldades.

 

No me eches de delante de ti,

Y no quites de mí tu santo Espíritu.

¡Qué bien describe el salmo 51 lo que somos: PECADORES!

El pecado es la separación, la ruptura de mi relación con Dios. El pecado es volverle la espalda a Dios. El pecado me convierte en enemigo de Dios. Es negarme a realizar en mi vida el propósito para el cual fui creado y en el cual hay salvación, hay gozo, el gozo de: adorarle a EL, servirle a EL, seguirle a EL, descansar en EL, hacer de EL mi todo.

Cuando estoy en pecado soy un instrumento inútil, soy un adversario de Dios, y Dios debiera desecharme, debiera dejarme a un lado, debiera prescindir de mí puesto que yo prescindo de EL en mi vida, yo siembro la enemistad entre EL y mi persona.

Cuando estoy en pecado soy una vasija rota. Soy un puente estropeado. Soy un camino inservible. Soy un trapo de inmundicia. Soy impuro.

Cuando estoy en pecado merezco la ira de Dios, su justa condena. Camino hacia una eternidad sin Dios, sin vida, hacia la muerte eterna. El pago del pecado es la muerte, dicen las Escrituras.

¿Qué pasaría si Dios –como juez justo- decidiera prescindir de nosotros por nuestros pecados, porque estamos manchados y sucios, y EL es Santo y Puro? Muy simple: LA MUERTE Y LA MUERTE ETERNA. Así como aceptar a Jesús significa vida y vida en abundancia, el rechazarlo, el vivir lejos de EL significa muerte y muerte eterna.

¡PERO NO! Dios es amor y Dios es libertad. Nos ama con amor eterno, nos anhela cerca de EL, quiere que volvamos a ser sus amigos, que nos arrepintamos de nuestros pecados, que si ya lo hemos hecho y caemos, nos levantemos y no nos quedemos en el suelo.

¿Es esto posible? No en nuestras propias fuerzas. Y aquí viene la GRAN MISERICORDIA de Dios. Así como Jesús nos dio una GRAN COMISIÓN y nos dio un GRAN MANDAMIENTO, hay una GRAN MISERICORDIA mostrada por nuestro Padre. Y esa GRAN MISERICORDIA es que nos envió a su hijo Jesucristo, quien entregó su vida y resucitó, para que todo aquel que en él crea no se pierda, sino que tenga vida eterna. Tenga vida y vida en abundancia. Jesús es la GRAN MISERICORDIA DE DIOS.

Restaurar la relación solo es posible si libremente aceptamos a Jesús como nuestro Salvador y Señor. Él es el camino. Él es el único camino. No hay otro.

Oye lo que dije: libremente. Una amistad obligada no es amistad. Él quiere que tú llegues a sus pies libremente, que busques de EL con anhelo, pero libremente. Que sigas a Jesús libremente.

Pero Dios no solo tiene UNA GRAN MISERICORDIA con nosotros. Dios –en su carácter- es misericordioso. Sus misericordias son nuevas cada día y las necesitamos cada día. Una misericordia que proviene de su amor eterno por nosotros. El verso 1 del Salmo 51 recoge ambas cosas muy bien:


Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia;

Conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones.

Nuestro clamor ante Dios no es por justicia. La justicia vendrá sobre nosotros si no nos arrepentimos. Su justicia nos borraría de la faz de la tierra y de la posibilidad de vida eterna junto a Él. Nuestro clamor es por MISERICORDIA.

Él ha mostrado su carácter a lo largo de la historia. Y les pongo cuatro ejemplos:


Dios escogió ser misericordioso con su pueblo Israel al salir de Egipto. Escuchó su clamor. Los amó a pesar de su rebelión y falta de gratitud. No les dio lo que merecían, les dio lo que necesitaban. Fue misericordioso con ellos.

 

En el caso del Rey David, un hombre conforme al corazón de Dios, vemos que el pecado tiene el poder de alcanzar incluso a los más ardientes seguidores de Dios. David cometió adulterio y asesinato. “Crea en mí un corazón limpio, oh Dios, y renueva un espíritu recto dentro de mí” (Salmos 51:10). David rogó, y Dios lo oyó. “Y Natán dijo a David: También Jehová ha remitido tu pecado; no morirás“ (2 Samuel 12:13). No le dio a David lo que merecía que era un castigo ejemplar, sino que le dio lo que necesitaba: su perdón. Dios fue misericordioso con David.

 

Pablo, anteriormente Saúl, apoyó la cruzada contra el cristianismo, pero se encontró con Jesús. 'Yo soy Jesús, a quien tú persigues'. Quedó ciego, pero abrió los ojos para ver a Jesús. Jesús no le dio lo que Pablo merecía por perseguir y contribuir a matar a los cristianos, le dio lo que necesitaba: Perdón y una misión. Tuvo misericordia. Y la misericordia de Jesús encendió su fe y lo impulsó hacia adelante. Pablo, en cada carta que escribió, magnífica misericordia. Y lo hace porque la había experimentado de primera mano.

 

La mujer sorprendida en adulterio (Juan 8:6-8).
¿Era culpable? Sí.

¿Estaba arrepentida? No hay ningún indicio de que estuviese arrepentida.

¿Podía Jesús apedrearla? Sí, pues Él no tenía pecado.

¿Por qué no tiró una piedra? ¡Por misericordia!


Jesús le dijo a la mujer: “¿Dónde están tus acusadores? ¿Ni uno de ellos te condenó? 'No, Señor'“, dijo ella. Y Jesús dijo, 'Yo tampoco. Ve y no peques más’” (Juan 8: 10-11). La misericordia es perdón, es compasión con aquellos que no la merecen. Ella no la merecía, pero la necesitaba.

Numerosos pasajes atestiguan el carácter misericordioso de Dios:


“Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro” (Hebreos 4:16).

 

Acuérdate, oh Jehová, de tus piedades y de tus misericordias,
Que son perpetuas.
De los pecados de mi juventud, y de mis rebeliones, no te acuerdes;
Conforme a tu misericordia acuérdate de mí,
Por tu bondad, oh Jehová (Salmo 25: 6-7).

 

Mas por tus muchas misericordias no los consumiste, ni los desamparaste; porque eres Dios clemente y misericordioso (Nehemías 9:31).

 

“Pero debido a su gran amor por nosotros, Dios, que es rico en misericordia, nos hizo vivir con Cristo, incluso cuando estábamos muertos en transgresiones, es por gracia que has sido salvo” (Efesios 2: 4-5).

 

“Él nos salvó, no por cosas justas que habíamos hecho, sino por Su misericordia. Él nos salvó a través del lavado del renacimiento y la renovación por el Espíritu Santo” (Tito 3:5).

El Salmo 23:6 nos da una promesa hermosa: Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, Y en la casa de Jehová moraré por largos días.

 

Cada día trae una nueva misericordia. Cada mañana, Dios es fiel, aunque todos los días nos quedamos cortos. La misericordia es el regalo de Dios para el corazón arrepentido.

Por lo tanto, la misericordia bíblica se trata principalmente de la expresión o manifestación del amor de Dios. Por misericordia, él no nos quiso dar el castigo que merecíamos. Dios nos extendió su mano y nos dio la oportunidad de recibir su perdón por medio de nuestro Salvador Jesucristo. Dios tomó la iniciativa.

Algunos utilizan la raíz latina de la palabra para darnos un significado profundo de lo que es la misericordia: Corazón ante las miserias, compasión (padecer con), benignidad, amabilidad. Inclinación del ánimo para compadecerse del mal ajeno.  De modo inmerecido. Óiganlo bien: de modo inmerecido, porque quiso, porque ante que JUEZ es PADRE.

 

PRIMERA CONCLUSIÓN: NUESTRO DIOS ES RICO EN MISERICORDIA Y, ADEMÁS, POR NATURALEZA, DIOS ES MISERICORDIOSO.


SEGUNDO: SOMOS LLAMADOS A SER MISERICORDIOSOS

Y aquí está el detalle, diría un célebre comediante mexicano: el Dios lleno de misericordia para con nosotros nos llama a cada uno de nosotros a ser misericordiosos con nosotros mismos y con los demás.

Comento brevemente algunos textos en esta dirección:

“Bienaventurados los misericordiosos porque ellos alcanzarán misericordia” (Mateo 5:7). Es parte del nuevo estilo de vida de los cristianos. ¡Qué bien! El premio final por ser misericordiosos es el Reino, es la vida eterna, siendo coherederos e hijos de Dios.

“Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso” (Lucas 6:36). La perfección cristiana, el irnos perfeccionando, creciendo en la vida cristiana consiste en imitar al Padre en su misericordia, dando lo que el otro no merece. Ser misericordiosos es la forma más elevada de amor al prójimo.

“Misericordia quiero y no sacrificio” (Mat 9:13; 12:7). El máximo de Jesús para con Dios y para con el prójimo es el amor hecho misericordia. Es su preferencia. El hacer sacrificios era lo máximo en tiempos de Jesús, y Jesús le voltea la tortilla y les dice: Prefiero la misericordia a sus sacrificios.

De paso, les menciono algunas parábolas. Por ejemplo, en Lucas 15 encontramos lo que se llama la Parábola del Hijo Pródigo, yo les digo que bien pudiéramos llamarla la Parábola del Padre Misericordioso. Digan ustedes: ¿Qué se merecía este hijo? La actitud del ante el hijo pródigo que nos simboliza a muchos de nosotros, como pecadores que abandonamos la casa del Padre y nos entregamos al Pecado, es realmente sorprendente. No es justicia, es misericordia.

En la Parábola del Buen Samaritano (Luc 10:29-37), plasma lo que es y lo que no es misericordia. Seguir de largo frente al dolor ajeno, a la desgracia ajena, no es misericordia.

En Mateo 18:23-35 encontramos la que se llama la Parábola del Siervo Despiadado o siervo sin entrañas a quien su señor se le perdona su deuda, pero es incapaz de perdonar la deuda de un consiervo suyo. Recibió misericordia, pero no fue capaz de tener misericordia. La falta de perdón, la falta de misericordia hacia el otro, le condenó.


33 ¿No debías tú también tener misericordia de tu consiervo, como yo tuve misericordia de ti?

34 Entonces su señor, enojado, le entregó a los verdugos, hasta que pagase todo lo que le debía.

35 Así también mi Padre celestial hará con vosotros si no perdonáis de todo corazón cada uno a su hermano sus ofensas.

Y en Mateo 6:14 se nos dice:

Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial.


Lucas 6:35-36:

“Ama a tus enemigos, hazles el bien y préstales sin esperar que te devuelvan nada. Entonces tu recompensa será grande, y serás un hijo del Altísimo, porque Dios es amable con los ingratos y malvados. Sé misericordioso, así como tu Padre es misericordioso”.

Mateo 10:7-8 nos describe qué hacemos por misericordia a los demás:

 

Dondequiera que vayan, prediquen este mensaje: “El reino de los cielos está cerca”. Sanen a los enfermos, resuciten a los muertos, limpien de su enfermedad a los que tienen lepra, expulsen a los demonios. Lo que ustedes recibieron gratis, denlo gratuitamente.

Efesios 4:32:

 “Sean amables los unos con los otros, tiernos, perdonándose unos a otros, como Dios en Cristo les perdonó”. 

 

Santiago 3:17:

“La sabiduría que proviene del cielo es, ante todo, pura y también ama la paz; siempre es amable y dispuesta a ceder ante los demás. Está llena de compasión y del fruto de buenas acciones. No muestra favoritismo y siempre es sincera”.

SEGUNDA CONCLUSIÓN: ESTAMOS LLAMADOS A SER MISERICORDIOSOS COMO NUESTRO PADRE ES MISERICORDIOSO.

 

Es un llamado fuerte a transformar nuestro carácter y hacerlo similar al de Jesús. No es un llamado que podamos responder en nuestra carne, por nuestras propias fuerzas. Ser misericordiosos como nuestro Padre es misericordioso, es tu desafío.

Y aquí el tercer punto en el que en ocasiones nos empantanamos. Y es que no sabemos cómo. Aquí quiero presentarte ocho pautas para llegar a ser misericordiosos.

Y aquí viene el PERO. ¿POR QUÉ SI ANHELAMOS TANTO LA MISERICORDIA DE DIOS, SI LA RECIBIMOS AL ACEPTAR A JESÚS COMO SEÑOR  SALVADOR, NOS CUESTA TANTO A NOSOTROS SER MISERICORDIOSOS CON NOSOTROS MISMOS Y CON LOS DEMÁS Y LO QUE CLAMAMOS ES POR JUSTICIA?

TERCERO: DIEZ PAUTAS PARA SER MISERICORDIOSOS

 

Ser misericordiosos con quienes no lo merecen es contrario a nuestras inclinaciones naturales y solo es posible por medio del poder del Espíritu Santo en nosotros. Lo que queremos, por naturaleza, es que se haga justicia.

 

Cuando usted es misericordioso, está dando a otros lo que Dios le ha dado. ¿No se alegra de que Él no castigue de inmediato cada pecado que usted comete? Dios nos pide que tratemos a los demás (incluso a nuestros enemigos) como queremos ser tratados: con misericordia.

Lo que hemos recibido de gracia, debemos ofrecerlo a los demás con generosidad y como muestra de gratitud a nuestro Señor.

Quiero aquí ofrecerte DIEZ PAUTAS, siete de ellas siguiendo un escrito de Rick Warren sobre las características de la misericordia. Debo decirte que la misericordia no tiene una sola forma de manifestarse, es como esas figuras geométricas de muchas caras –y es así porque también son de diversos tipos tus relaciones y, además, se te presentan muchas circunstancias distintas en que debes vivir la misericordia.

 

Si lo haces, te aseguro que todas tus relaciones serán transformadas, incluyendo la relación contigo mismo.

Primera pauta: Misericordia significa ser paciente con las particularidades de las personas. Por ejemplo, si tienes varios hijos o te relacionas con varios compañeros de trabajo o muchos hermanos en la congregación… ¿Tomas en cuenta sus diferencias, sus particularidades? Puede ser justo tratar a todos los hijos por igual, pero puede que no muestres misericordia ante uno u otro.

Segunda pauta: Misericordia significa ayudar a cualquiera que esté a tu alrededor que esté sufriendo. Es imposible amar a tu prójimo como a ti mismo sin ser misericordioso. Proverbios 3:27 dice, “No dejes de hacer el bien a todo el que lo merece, cuando esté a tu alcance ayudarlos” (NTV). Pero Dios no simplemente mira lo que haces. Él está observando tu actitud: el que muestra misericordia, con alegría” (Romanos 12:8 LBLA).

Tercera pauta: Misericordia significa dar una segunda oportunidad a las personas. Siempre lo decimos: Dios es un Dios de segundas oportunidades. Lo decimos y lo hemos experimentado.

Nosotros, cuando alguien nos lastima, normalmente queremos vengarnos o descartar a esa persona. Pero la biblia dice, “Líbrense de toda amargura, furia, enojo, palabras ásperas, calumnias y toda clase de mala conducta. Por el contrario, sean amables unos con otros, sean de buen corazón, y perdónense unos a otros, tal como Dios los ha perdonado a ustedes por medio de Cristo” (Efesios 4:31-32 NTV).

Cuarta pauta: Misericordia significa hacer el bien a los que te lastiman. Como ya he indicado: misericordia es dar a las personas lo que necesitan, no lo que merecen. ¿Por qué deberíamos hacerlo? Porque eso es lo que Dios hace con nosotros: “Amad a vuestros enemigos, y haced bien, y prestad no esperando nada a cambio, y vuestra recompensa será grande, y seréis hijos del Altísimo; porque Él es bondadoso para con los ingratos y perversos. Sed misericordiosos, así como vuestro Padre es misericordioso.” (Lucas 6:35-36 LBLA).

Quinta pauta: Misericordia significa ser amable con los que te ofenden. Tienes que estar más interesado en ganar personas para Cristo que en ganar un argumento. Judas 1:22-23 dice, “tened misericordia de[a] algunos que dudan; a otros, salvad, arrebatándolos del fuego; y de otros tened misericordia con temor, aborreciendo aun la ropa contaminada por la carne” (LBLA).

Sexta pauta: Misericordia significa construir puentes de amor con los que no son populares, con los que son rechazados. Esto es lo que podríamos llamar misericordia premeditada, porque intencionalmente buscamos entablar relaciones de amistad con personas que no tienen amigos, que son rechazados en el trabajo o en la sociedad.

Cuando los fariseos preguntaron por qué Jesús comía con los recaudadores de impuestos y otras personas no populares, Jesús dijo: “‘Lo que pido de ustedes es misericordia y no sacrificios”. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores” (Mateo 9:13 NVI).

Séptima pauta: Misericordia significa valorar las relaciones por encima de las reglas. Elige el amor sobre la Ley. Romanos 13:10 dice, “el amor cumple con las exigencias de la ley de Dios” (NTV). Si quieres mostrar misericordia, pon a la gente antes que las políticas. Poner sus necesidades antes de los procedimientos. Poner las relaciones antes que las regulaciones. Elige el amor sobre la ley.

Octava pauta: Si quieres ser misericordioso, renuncia a la lucha de poder y hazte servidor de los demás. En nuestras relaciones cotidianas muchas veces nos vemos en conflictos que nos llevan a rupturas porque estamos encerrados en lucha de poder, en ver quién puede más, en ver quién gana una batalla o un argumento y hasta somos despiadados al enfrentarnos en un conflicto con nuestros cónyuges, nuestros hijos, nuestros hermanos, nuestros amigos…Para ser misericordiosos es necesario que dejemos de lado el orgullo, que manifestemos a los demás el mismo amor que hemos recibido del Padre, la misma misericordia.

Novena pauta: tu hogar y tu familia constituyen el campo en donde entrenas la misericordia. A veces somos duros y críticos con los que viven con nosotros, con nuestras familias.

Veo en mi esposa todos sus defectos, los saco con dureza, no perdono. Y luego me extraño de que sea una mujer amargada, de que su pasión y fuego se haya ido apagando, de que se sienta desdichada.

Creo que mis hijos deben ser perfectos, como si yo lo fuera y no lo soy. Les exijo de un modo poco amable, sin compasión. Pues bien: comienza a ejercer la misericordia por tu casa. Sí, es posible que tus hijos merezcan tal o cual castigo, pero muéstrales misericordia, muéstrales el amor de Dios a través de tus acciones, muéstrales que eres capaz de no desatar tu ira sobre ellos.

Igual digo a los hijos: puede que tu padre te abandonara, que no fuera el padre que soñaste, que vicios nublaron o nublan su vida, que te maltrató… justicia sería rechazarlo, misericordia sería amarlo no porque lo merezca, sino porque tu corazón está dispuesto a la misericordia.

Misericordia en el hogar, en la familia, porque ese es nuestro primer campo para forjar en nosotros el carácter misericordioso de Jesús, y tener misericordia como nuestro Padre ha tenido misericordia con nosotros.

Décima pauta: Misericordia significa preocuparse por la salvación de los que no creen en Cristo, de los que no le han aceptado como Salvador y Señor, porque el riesgo que corren es el ir hacia la perdición eterna, y sabemos lo que eso significa. Mostrarles misericordia significa que doy de mi tiempo, de mis recursos, de mis dones y talentos para que conozcan el evangelio. Mostrarles misericordia significa que no rompo los puentes que tenga con ellos, que tiendo otros puentes, que los amo, que me obsesiona su salvación.