miércoles, 18 de marzo de 2015

Desde la fe / Vida eterna

Aunque no haya vida hay esperanza

Si Cristo es primicias, significa que hay una garantía de que lo que ha ocurrido con él ocurrirá con los suyos.
Wenceslao Calvo

Amanecer en el cementio de Chelmek.
Entre los dichos más usados en las conversaciones cotidianas está el de: 'Mientras hay vida hay esperanza.' Está totalmente extendido y si las estadísticas fueran la prueba de la veracidad de algo, entonces esa frase sería auténtica. Pero no siempre la estadística es reflejo de la verdad. Y en este caso es así especialmente.

Hay tres nociones sobre la vida y a cada una de ellas va asociada una clase de esperanza. Existe la noción de vida miope, que consiste en creer que la existencia se limita a nuestra estancia en este mundo. Está basada en el materialismo, el cual enseña que la realidad última y única que lo sustenta todo es la materia. Todo es materia y desapareciendo ésta no queda nada. Hay muchos que siguen esta creencia, aunque no están del todo seguros de ella, por lo menos si nos atenemos al lema que hace unos años lanzaron un grupo de ateos con aquella frase que comenzaba: "Probablemente Dios no existe…" Ese "probablemente" dejaba entrever una duda sobre su negación. La esperanza asociada a este tipo de noción de vida es semejante a la que tiene el avestruz para volar, es decir ninguna. El pesimismo envuelve a los que siguen esa manera de entender la vida, pues nada hay que esperar cuando se acabe.

Existe la noción de vida incompleta, que consiste en creer que hay vida después de esta vida, pero que la misma es sólo para el alma. El alma perdura, aunque el cuerpo es aniquilado. La esperanza consiste en esa vida incorpórea, en la que coinciden diferentes creencias y religiones, e inmortalidad sería la palabra clave que definiría esta noción.

Pero está la noción de vida verdadera, que consiste en que hay vida después de esta vida, para el alma y también para el cuerpo. La esperanza aquí es plena, porque abarca toda nuestra personalidad, la parte inmaterial y también la parte material, siendo resurrección la palabra que define esta noción.

En el Nuevo Testamento hay tres clases de resurrecciones: Provisional, primordial y universal.

La resurrección provisional está ejemplificada en varios casos, como el de Lázaro o el del hijo de la viuda de Naínii, en el que personas que han muerto vuelven a la vida. Es provisional porque esas personas volvieron posteriormente a morir. Pero son casos premonitorios de lo que un día sucederá de forma definitiva y muestran el poder de Jesús sobre la muerte. Como en la muerte no hay grados, a diferencia de la enfermedad, da lo mismo resucitar a alguien que lleva cuatro días muerto que a otro que lleva cuatro mil años. Si alguien tiene poder para hacer lo primero también lo tiene para efectuar lo segundo. El que resucitó a Lázaro también puede resucitar a Abraham.

La resurrección primordial es la resurrección de Cristo, quien por ella se convierte en primicias y primogénito de los que han de resucitar. Primicias tiene que ver con lo que sucede primero, siendo una palabra empleada por los agricultores para referirse al primer fruto que anuncia la cosecha. Si Cristo es primicias, significa que hay una garantía de que lo que ha ocurrido con él ocurrirá con los suyos. Su resurrección es la prueba irrefutable de la de ellos. Primogénito significa que él es el arquetipo según el cual los demás van a ser modelados. La humanidad de Cristo se convierte en la primera en experimentar no una resurrección provisional sino definitiva y no una resurrección natural sino gloriosa. Él se convierte en la piedra angular de la nueva creación, que trasciende a la actual.

La resurrección universal compete a todos los seres humanos, a los que creen y a los que no creen, a los que viven piadosamente y a los que viven sin temor de Dios. Pero aquí se abre una encrucijada en la que dos caminos se separan, porque uno lleva a una resurrección de vida y el otro a una de condenación. Ambas resurrecciones tienen una característica en común: Un cuerpo indestructible. Pero mientras en la primera es indestructible para bendición y gloria, en la segunda lo es para tormento y vergüenza. Es el gusano que nunca muere.

¿Cuál es el factor determinante que separa estas dos resurrecciones? Lo bueno o lo malo que se haya hecho en esta vida. Pero antes de llegar a conclusiones equivocadas sobre lo que significa lo bueno y lo malo, es mejor que sea Jesús quien nos explique en qué consiste lo bueno. Cuando la gente le preguntó qué debía hacer para poner en práctica la voluntad de Dios, él les dijo que la obra de Dios era que creyeran en quien él había enviado. Este creer no es una fe intelectual ni ociosa, sino una confianza plena en la persona de Cristo y su obra. Esa fe viva desemboca en buenas obras. Del mismo, Jesús describe en qué consiste lo malo, que es el rechazo a la luz porque expone el pecado. Lo malo es la negativa a venir a la luz, porque no se está dispuesto a reconocer y abandonar el pecado.

Si alguien ha muerto, pero ha muerto en Jesús, es falso el popular dicho de que mientras haya vida hay esperanza, porque la palabra es: 'El que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.' Es decir, para cualquier otro el dicho popular rige, pero para el cristiano no, porque aunque no haya vida hay esperanza.

(Leer Juan 11:41-44; Lucas 7:14; Marcos 9:44; Juan 5:28-29; Juan 6:29; Juan 3:18-20; Juan 11:25).



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