Aunque no haya
vida hay esperanza
Si Cristo es
primicias, significa que hay una garantía de que lo que ha ocurrido con él
ocurrirá con los suyos.
Wenceslao Calvo
Amanecer en el cementio de Chelmek. |
Entre los dichos más usados en
las conversaciones cotidianas está el de: 'Mientras
hay vida hay esperanza.' Está totalmente extendido y si las estadísticas
fueran la prueba de la veracidad de algo, entonces esa frase sería auténtica. Pero no siempre la estadística es reflejo
de la verdad. Y en este caso es así especialmente.
Hay tres nociones sobre la vida y a cada una de ellas va asociada una clase
de esperanza. Existe la noción de
vida miope, que consiste en creer que la existencia se limita a nuestra
estancia en este mundo. Está basada en
el materialismo, el cual enseña que la realidad última y única que lo
sustenta todo es la materia. Todo es materia y desapareciendo ésta no queda
nada. Hay muchos que siguen esta creencia, aunque no están del todo seguros de
ella, por lo menos si nos atenemos al lema que hace unos años lanzaron un grupo
de ateos con aquella frase que comenzaba: "Probablemente Dios no
existe…" Ese "probablemente"
dejaba entrever una duda sobre su negación. La esperanza asociada a este
tipo de noción de vida es semejante a la que tiene el avestruz para volar, es
decir ninguna. El pesimismo envuelve a los que siguen esa manera de entender la
vida, pues nada hay que esperar cuando se acabe.
Existe la noción de vida incompleta, que consiste en creer que hay vida
después de esta vida, pero que la misma es sólo para el alma. El alma perdura, aunque el cuerpo es
aniquilado. La esperanza consiste en esa vida incorpórea, en la que
coinciden diferentes creencias y religiones, e inmortalidad sería la palabra
clave que definiría esta noción.
Pero está la noción de vida verdadera, que consiste en que hay vida después de esta vida, para el alma
y también para el cuerpo. La esperanza aquí es plena, porque abarca toda
nuestra personalidad, la parte inmaterial y también la parte material, siendo resurrección la palabra que define
esta noción.
En el Nuevo Testamento hay tres clases de resurrecciones:
Provisional, primordial y universal.
La resurrección provisional está ejemplificada en varios
casos, como el de Lázaro o el del hijo de la viuda de Naínii, en el que
personas que han muerto vuelven a la vida. Es provisional porque esas personas volvieron posteriormente a
morir. Pero son casos premonitorios de lo que un día sucederá de forma
definitiva y muestran el poder de Jesús sobre la muerte. Como en la muerte no
hay grados, a diferencia de la enfermedad, da lo mismo resucitar a alguien que
lleva cuatro días muerto que a otro que lleva cuatro mil años. Si alguien tiene
poder para hacer lo primero también lo tiene para efectuar lo segundo. El que
resucitó a Lázaro también puede resucitar a Abraham.
La resurrección primordial es la resurrección de
Cristo, quien por ella se convierte
en primicias y primogénito de los que han de resucitar. Primicias tiene que ver
con lo que sucede primero, siendo una palabra empleada por los agricultores
para referirse al primer fruto que anuncia la cosecha. Si Cristo es primicias,
significa que hay una garantía de que lo que ha ocurrido con él ocurrirá con
los suyos. Su resurrección es la prueba irrefutable de la de ellos. Primogénito significa que él es el
arquetipo según el cual los demás van a ser modelados. La humanidad de
Cristo se convierte en la primera en experimentar no una resurrección
provisional sino definitiva y no una resurrección natural sino gloriosa. Él se
convierte en la piedra angular de la nueva creación, que trasciende a la
actual.
La resurrección universal compete a todos los seres
humanos, a los que creen y a los que no creen, a los que viven piadosamente y a
los que viven sin temor de Dios. Pero aquí se abre una encrucijada en la que dos caminos se
separan, porque uno lleva a una resurrección de vida y el otro a una de
condenación. Ambas resurrecciones tienen una característica en común: Un cuerpo
indestructible. Pero mientras en la primera es indestructible para bendición y
gloria, en la segunda lo es para tormento y vergüenza. Es el gusano que nunca
muere.
¿Cuál es el factor
determinante que separa estas dos resurrecciones? Lo bueno o lo malo que se
haya hecho en esta vida. Pero antes de llegar a conclusiones equivocadas sobre
lo que significa lo bueno y lo malo, es mejor que sea Jesús quien nos explique
en qué consiste lo bueno. Cuando la gente le preguntó qué debía hacer para
poner en práctica la voluntad de Dios, él les dijo que la obra de Dios era que
creyeran en quien él había enviado. Este
creer no es una fe intelectual ni ociosa, sino una confianza plena en la
persona de Cristo y su obra. Esa fe
viva desemboca en buenas obras. Del mismo, Jesús describe en qué consiste
lo malo, que es el rechazo a la luz porque expone el pecado. Lo malo es la negativa a venir a la luz,
porque no se está dispuesto a reconocer y abandonar el pecado.
Si alguien ha muerto, pero ha muerto en Jesús, es
falso el popular dicho de que mientras haya vida hay esperanza, porque la
palabra es: 'El que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.' Es decir, para cualquier otro
el dicho popular rige, pero para el
cristiano no, porque aunque no haya vida hay esperanza.
(Leer Juan 11:41-44; Lucas
7:14; Marcos 9:44; Juan 5:28-29; Juan 6:29; Juan 3:18-20; Juan 11:25).
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