El privilegio de ofrendar
Asimismo, hermanos, os hacemos saber la gracia de
Dios que se ha dado a las iglesias de Macedonia, porque, en las grandes
tribulaciones con que han sido probadas, la abundancia de su gozo y su profunda
pobreza abundaron en riquezas de su generosidad. Doy testimonio de que con
agrado han dado conforme a sus fuerzas, y aun más allá de sus fuerzas,
pidiéndonos con participar en este servicio para los santos. 2 Corintios 8.1–4
Quizás ningún elemento delata tan fielmente el grado de nuestro
compromiso con Cristo como nuestra relación con el dinero. Muchos cristianos
serios revelan un verdadero desconocimiento de cómo se administran los bienes
cuando uno es ciudadano del reino de los cielos. Aunque acostumbramos exhortar
a la gente de nuestra congregación con el texto «Dios ama al dador alegre» (2
Co 9.7), desconocemos las dinámicas que
están en juego en la ofrenda que nace de una acción del Espíritu en nosotros.
El texto de hoy nos da una buena orientación con respecto al tema. En primer lugar, es bueno que
notemos que Pablo declara que lo que ocurrió en la iglesia de Macedonia es por la gracia de Dios. Es importante
resaltar esta verdad porque ofrendar no
es algo natural ni normal en los seres humanos. Al contrario, el hombre
natural solamente piensa en sus propias necesidades. Aun después de que Cristo
ha quebrado esa tendencia en nosotros, necesitamos
abundante gracia para poder abrir el corazón y la billetera, para empezar a
actuar con generosidad hacia los demás.
En
segundo lugar, usted
observará que la iglesia de Macedonia, que es presentada como un modelo de
generosidad en el Nuevo Testamento, estaba
atravesando un tiempo de profundas tribulaciones. Es probable que esto
fuera resultado de las persecuciones que la iglesia naciente sufría, cada vez
con mayor violencia, a lo largo y a lo ancho del imperio. De todos modos lo que
vale la pena notar aquí es que las
aflicciones no lograron desviar a la congregación de su cometido. Quienes
hemos pasado por profundas angustias sabemos cuán fácil es tornarse, en estas
circunstancias, completamente ciego a las necesidades de los demás.
En tercer
lugar, vemos que ofrendaron en medio de una situación de «profunda
pobreza». Es en este punto que más notamos la diferencia con nuestras
propias tendencias, pues cuando estamos
pasando penurias económicas una de las primeras cosas que sacrificamos es
nuestra ofrenda. Los macedonios entendían que la mejor manera de combatir
la amargura y el desazón que acompañan a la pobreza era con un espíritu de absoluta
liberalidad. De este modo se aseguraron que el dinero no era lo que controlaba su felicidad ni lo que les
proporcionaba seguridad en la vida.
Por
último, note que le rogaron a
Pablo que les concediera el privilegio
de ofrendar. ¡Qué tremenda actitud! Nadie tuvo que suplicarles a ellos que
ofrendaran. Más bien, ellos sentían que
se iban a perder una gran bendición si no lo hacían. Esto sí que es una
convicción nacida del Espíritu, pues siempre luchamos con la idea de que dar es
perder. Ellos sabían que la ofrenda era
un medio de gran ganancia.
Para
pensar:
«Hay
quienes reparten y les es añadido más, y hay quienes retienen más de lo justo y
acaban en la miseria» (Pr 11.24).
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