En la Biblia nos encontramos mujeres que jugaron que representan muchos de estos “roles” y que constituyen ejemplos de lo que estamos llamados a sembrar y de lo que no debemos sembrar. Para utilizar una metáfora culinaria: de los ingredientes que debemos utilizar en nuestra cocina y de los que no debemos utilizar si no queremos que el plato haga daño. Hoy vamos a hablar de mujeres que sí supieron colocar ingredientes necesarios en el plato de los suyos.
Una mujer estéril. Ana llegó a ser madre de Samuel por
Una nana o nodriza. De Débora (Gn 35:1-15) se nos dice que fue sepultada debajo de una encina llamada “Alon-bacuat” o “Encina del lloro”, porque hay mujeres en la vida nuestra que, sin ser nuestras madres biológicas, juegan un papel tan fundamental que su muerte es asumida con tristeza, con lágrimas… Débora, además esclava, sirvió de tal manera a la familia de Rebeca, que su partida fue lamentada por todos… Débora significa “una abeja”, lo cual es un nombre apropiado para alguien que sirve.
Una prima. Isabel –o Elizabeth- le cabe el honor de ser la primera mujer que confesó a Cristo en la carne. "¿De dónde a mí esto, que la madre de mi Señor venga a mí?" (Lc 1:43). Por medio de esta inesperada e indudable confesión Elisabet reforzó la fe de María en el hecho de que ella, sin la menor duda, llevaba al Salvador del mundo en su seno.
Una abuela y una madre, Loida y Eunice. Ser cristiano de familia cristiana es una bendición que merece un reconocimiento en
Hoy podemos preguntarnos dónde están las Eunices, cuya intensidad espiritual se ha contagiado al hijo. Dónde se encuentran las mujeres de fe como Ana o aquellas que brindan tanta ternura que arrancan lágrimas, sin ser “sangre de su sangre”, a quienes la ven partir. Podemos asegurar que nos rodean, aunque a veces no nos damos cuenta…
No hay comentarios:
Publicar un comentario