jueves, 2 de julio de 2020

En la cabina del avión / El Castigo Físico


En la cabina del avión:

El castigo físico
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Los he visto una y otra vez. Me dicen: “Nuestros hijos tienen problema de disciplina, no obedecen, son rebeldes”. Luego detallan los “problemas” de cada uno de los hijos, varían de una edad a otra. Por lo general, describen un cóctel muy particular de violencia, abuso, impotencia, frustración… pero también de deseos de hacerlo mejor, de entender qué pasa y qué hacer, de disposición al cambio.
Surgen temas desde la psicología: los estilos de crianza, el castigo físico y sus efectos sobre niños y adolescentes, la generación de los dictadores, pautas y creencias que hemos heredado sobre la crianza y que pretendemos –consciente o inconscientemente- implementar “porque dieron resultados, míreme a mí”, y un largo etcétera de temas que los padres o cuidadores plantean.
Otros temas son menos obvios. Parecen no ser problemas, pero se manifiestan en conversación que sostenemos como padres. Por ejemplo: las diferencias en la percepción del castigo, especialmente el castigo físico, el “apoyo” positivo de uno de los padres en desmedro del otro, la lucha por los acuerdos, la intensa ansiedad que genera en uno u otra padre y el cómo esto afecta la vida de pareja… en la cabina del avión hay discusiones, y el vuelo puede sufrir las consecuencias.
En mi humilde opinión, así como los hijos van desarrollándose, cambiando, hemos de cambiar los padres. La familia (no entro en este artículo sobre el tema de los tipos de familia) es reconocida como un espacio de influencia en el desarrollo socioafectivo de los niños. Destaco una palabra: influencia.
Son muchos los temas discutidos en la cabina del avión. A veces, incluso, involucrando a determinados pasajeros y hasta a los propios hijos. Uno de ellos, del que empezaré a ocuparme hoy, es el del castigo físico.

Castigo físico, abuso, violencia
Sauceda-García (2007) señala que el castigo se define como la aplicación de un estímulo negativo para reducir o eliminar una conducta determinada. Hay dos tipos de castigo típicamente empleados con niños: el que incluye reprimendas verbales y desaprobación y el que produce dolor físico. En esta ocasión queremos referirnos al castigo físico.
David Aparicio, psicólogo y editor general de Psyciencia.com nos ayuda a entender la diferencias entre castigo físico, abuso y violencia. Este autor utilizar la definición dada por UNICEF (2014: Hidden in Plain Sight: A statistical analysis of violence against children, NY) la cual considera castigo físico como “cualquier castigo en el cual se use la fuerza física y se pretenda causar algún grado de dolor o incomodidad, por muy leve que sea. La mayoría de los casos consisten en golpear a los niños, con la mano o con un implemento - un látigo, un palo, un cinturón, un zapato, una cuchara de madera, etc. Pero también pueden aplicar acciones como patear, sacudir, lanzar, pellizcar, morder, tirar del cabello o de las orejas, obligar a los niños a permanecer en posiciones incómodas, ardor, escaldadura o ingestión forzada (por ejemplo, lavado de boca de los niños con jabón o forzarlos a tragar especias, como el picante).”
Sin embargo, explica Aparicio, la mayoría de las investigaciones considera al castigo físico y al abuso físico como dos puntos en una serie continua de conductas violentas destinadas a controlar a los niños. “Lo que significa que el castigo físico sería una forma de violencia física moderada y el abuso sería una forma más extrema”, citando a Murray Strauss señala que el castigo físico sería “el uso de la fuerza física con la intención de causar en el niño una experiencia de dolor, sin causar lesión, con el propósito de corregir o de controlar la conducta del niño”.
El abuso físico, en cambio, “(...) se caracteriza por infligir lesiones físicas como resultado de golpear, patear, morder, quemar, sacudir o dañar de otra manera a un niño. Es posible que el padre o cuidador no tenga la intención de herir al niño, sino que la lesión puede haber resultado de una disciplina excesiva o un castigo físico.”
El castigo físico es, por lo tanto, un nivel de violencia, y es la forma más común utilizada por gran parte de padres o cuidadores. Es una práctica extendida en todo el mundo –y nuestro país no es la excepción-. Puede variar desde unas palmadas o nalgadas hasta golpes, rasguños, pellizcos, mordidas, quemaduras, pelas, etc.
Sauceda-García (2007) ya citado, afirma que el castigo produce efectos colaterales problemáticos, entre ellos señala:
1. No enseña conductas nuevas, sólo suprime temporalmente, en el mejor de los casos, conductas indeseables.
2. Quien es castigado tiende a evitar relacionarse con quien lo castigó.
3. Pueden ocurrir complicaciones emocionales negativas y comportamientos agresivos.
4. Quien castiga se siente temporalmente reforzado al desquitar su enojo, pero esa gratificación puede impedir que se percate del impacto que el castigo tiene en el niño castigado.
5. Pueden generarse sentimientos de culpa en quien castiga para aplacar, los cuales, posteriormente, éste tiende a tolerar la presentación de las mismas u otras conductas negativas.
Además, cuando el castigo es suficientemente duro o percibido y vivido como tal por el niño o niña, puede producir en ellos efectos como esconderse de quien lo castigó, mentir y rehuir el reconocimiento de su responsabilidad por temor al desquite.
En otras palabras, puede destruir el sentido de apertura y confianza en la relación padre-hijo, o alterar el desarrollo moral del niño.
Otras razones de lo indeseable del castigo son que requiere de mucha energía de parte del golpeador y que suele terminar cuando éste se cansa, no cuando el niño se porta bien. Diversos estudios revelan que el castigo puede ser efectivo a corto plazo, pero suele causar problemas conductuales a largo plazo, y también se asocia con baja autoestima y depresión.
En muchos casos, progenitores y cuidadores acuden al castigo físico porque no conocen otra forma de corregir, se basan en creencias erróneas, no reconocen el daño propio sufrido por conductas similares de sus padres.
Sin embargo, no todo es blanco y negro. La satanización de la disciplina física no contribuye a comprenderla en el marco de un contexto socio-cultural determinado, así como tampoco su otro extremo: la defensa a ultranza. Hablar del tema –sin temor- puede ayudarnos a sortear el temporal en el que volamos en la sociedad moderna.
Desafío a los padres a que abramos la cabina del avión y hablemos.

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Referencias:
Aparicio, David. El efecto del castigo físico sobre la salud de los niños. Contribuido de: https://www.psyciencia.com/wp-content/uploads/2017/02/El-efecto-del-castigo-f%C3%ADsico-sobre-la-salud-de-los-ninos.pdf
Sauceda-García, Juan Manuel; Olivo-Gutiérrez, Nancy A.; Gutiérrez, Jesús; Maldonado-Durán, J. Martín. El castigo físico en la crianza de los hijos. Un estudio comparativo (2007). Contribuido de: http://www.scielo.org.mx/pdf/bmim/v63n6/v63n6a4.pdf  (14 de diciembre, 2017).

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