Buenos días, Señor. Leo a Jeremías 16:1-9.
Pienso en los que me llaman. Saben del talento que permites en mi con relación a la palabra (esa que manoseo, que amo, que uso, que me posee, que transmito). A veces me piden escribir para políticos y les digo: no, no es mi especialidad.
Hoy me encuentro compartiendo contigo este cafecito y al leer despacio este fragmento de tu Palabra me doy cuenta de que Jeremías era un hombre con muy poca o ninguna "vida social". Tú le habías dicho:
- No te cases,
- No tengas hijos, ni hijas,
- No vayas a velorios o memoriales,
- No consueles a nadie,
- No vayas a banquetes o fiestas.
Y es que el mensaje que le ordenaste transmitir era tan, pero tan negativo que cuando hoy oímos a alguien con tétricas advertencias o predicciones deciamos que es "una jeremiada".
La verdad proclamada por Jeremías era amarga.
Decir lo que el pueblo quiere escuchar es especialidad de los políticos, no de Jeremías, esa, Señor, definitivamente, no es su especialidad.
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