Contra la cultura de corrupción
1. Creemos en un Dios justo y que aborrece la maldad. Él está en contra del
fraude, del soborno, en contra de que se absuelva al culpable y se condene al
inocente, de las balanzas falsas, de las leyes injustas. Una y otra vez, a
través de los profetas, advierte a aquellos que en posición de liderazgo se
burlan de su pueblo y lo corrompen.
2. Creemos que Dios no puede ser burlado. Que aunque escapemos de la
justicia humana, nunca podremos escapar de la Divina. Todos un día daremos
cuenta a Dios por nuestras acciones. “Según sembrare, así cosecharás” (Gálatas 6:7).
3. Creemos que el corazón del ser humano está inclinado hacia el mal y que solo
Dios puede transformarnos desde dentro, cuando nos arrepentimos sinceramente y
aceptamos a Jesús como nuestro Señor y Salvador.
4. Creemos que Dios ha colocado los gobernantes y las leyes para dirigirnos
por el buen camino de paz, orden y prosperidad, y así vivir en una sociedad en
donde sea posible la equidad. Dios rechaza a quienes “aman el soborno y van
tras las recompensas” (Isaías 1:23), a quienes “engordaron y se pusieron
lustrosos… se hicieron prósperos y la causa de los pobres no atendieron”
(Jeremías 5:28), que se han llenado de riquezas podridas (Santiago 5:1).
Sobre estas convicciones puestas como fundamento, la Confraternidad Evangélica
Dominicana (CONEDO) quiere expresar lo siguiente:
1. La persecución de las malas acciones y de la corrupción en una sociedad
no debe ser circunstancial, sino constante, permanente. No debe ser coyuntural,
sino la norma.
2. Las leyes deben ser iguales para todos. Ningún hecho contra la ley debe
quedar impune. Si la maldad aumenta es porque no se aplica la ley. Si la ley se
aplica a unos sí y a otros no, crea irritabilidad, indignación y deseos de
seguir el camino de los malos.
3. El orden, la obediencia a la ley y la integridad deben ser modeladas,
motivadas e instauradas (aplicadas) desde las altas instancias de nuestra
sociedad. Cabezas de familia, presidentes de instituciones, líderes religiosos,
funcionarios públicos y privados, congresistas, jueces, presidente de la nación
y todo aquel que tenga una posición de liderazgo.
4. La corrupción ha creado un espíritu de “damelomío” y no se detendrá
mientras la norma sea la impunidad, tendiendo a involucrarnos a todos y a
hacerse sistémica.
Como
creyentes en Jesucristo, hacemos un llamado al pueblo evangélico y a la
sociedad dominicana a levantar la voz, a enarbolar una cultura de integridad, a
decir NO a las malas acciones, a ser diferentes, a reconocer positivamente las
buenas acciones, a estar dispuestos a pagar el precio por ser íntegros y a
transformar nuestra nación.
Como
ciudadanos, exijamos a nuestros líderes y gobernantes que se instaure una
cultura de dar el ejemplo, de que “la
ley debe entrar por casa”.
Además,
pedimos a nuestros hermanos en la fe a clamar por la salud de la nación, a orar
intensamente a nuestro Dios para que nuestro país cambie.
Santo Domingo,
13 de Noviembre, 2014
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