viernes, 23 de mayo de 2014

Vida / Dejando atrás todo peso

Aprendiendo a correr sin peso

 

Aprendiendo a correr sin peso
'Despojémonos de todo peso', dice el autor de Hebreos. ¿A qué se refería?
MAYO DE 2014
El caso del estadounidense Dan Jansen es impresionante: fue cuarto en 1000 metros patinaje en los Juegos Olímpicos de Invierno celebrados en Sarajevo. Cuarto de nuevo en los celebrados en Calgary, aunque esta vez fue toda una heroicidad que compitiera, porque su hermana había muerto el día anterior; cuarto de nuevo en Albertville, y en ese momento todo el mundo creyó que su carrera deportiva se había terminado. Cuando llegó a los Juegos de Lilehammer, un gran amigo le dijo: «Relájate y disfruta simplemente patinando, no pienses en nada más». Dan ganó el oro cuando nadie lo esperaba. Aprendió a correr sin ningún  peso  añadido.

Una vez más encontramos una imagen deportiva en Hebreos 12:1: «Por tanto, puesto que tenemos en derredor nuestro tan gran nube de testigos, despojémonos también de todo peso y del pecado que tan fácilmente nos envuelve...». Esta vez la enseñanza tiene que ver con algo muy concreto y sencillo: para correr bien tenemos que despojarnos de todo peso y de todo pecado. Creo que todos tenemos claro lo del pecado. La Palabra de Dios es muy clara siempre: si algo nos separa de Dios y nos destruye, es malo. Tenemos que huir de todo eso.

Lo que nos resulta más difícil de comprender es a qué se refiere cuando habla de  peso . No necesariamente tiene que ser algo malo, incluso puede ser algo bueno, pero que nos impide llegar a la meta. Ningún corredor lleva un  peso  encima durante la competición, por mucho cariño que le tenga a lo que está llevando.

Muchos de nuestros  pesos  tienen que ver con nuestro carácter: cosas que nadie sabe, recuerdos del pasado que tenemos grabados en nuestro corazón, o debilidades contra las que siempre creemos que no podemos luchar. 
A veces un peso es una simple etiqueta que a alguien se le ha ocurrido colgarnos y que jamás podemos llegar a olvidar: «Nunca ganarás nada», «Siempre lo estropeas todo», «No puedes hacerlo», «Eres demasiado débil», «Hablas poco», «Hablas demasiado»... Podemos mencionar cientos de frases. Nos las han dicho, las hemos asumido dentro de nosotros, y con eso permitimos que nos señalen para toda la vida.

 Nuestro pasado también puede ser un peso. Quizás algo que ha ocurrido nos ha marcado para siempre, y no somos capaces de perdonarlo o de olvidarlo. Nuestro presente puede ser el mayor enemigo si nos consideramos demasiado jóvenes, o demasiado viejos, muy poco o demasiado preparados. ¡Siempre estamos preocupados por algo! Esa preocupación es el peor peso que podemos llevar encima.

La opinión de los demás es uno de los pesos más difíciles de olvidar: querer ganar para demostrar algo, intentar hacerlo todo bien delante de alguien determinado (¡o de todos!) o simplemente que los otros vean lo que realmente somos puede llegar a paralizarnos. Otros pesos tienen que ver con el tiempo que le dedicamos en nuestra vida a situaciones y cosas que no son imprescindibles. Demasiado tiempo con la televisión, en Internet, tiempo perdido de cualquier manera...

No es una lista cerrada. Tú mismo sabes los pesos que te impiden disfrutar de lo que Dios te regala en la vida. Tú tienes que tomar la decisión de despojarte de todo lo que arrastras para poder vencer.
Tomado de: http://www.protestantedigital.com/ES/Blogs/articulo/4540/Aprendiendo-a-correr-sin-peso


miércoles, 21 de mayo de 2014

CONEDO / Ante homosexualidad


CONFRATERNIDAD EVANGÉLICA DOMINICANA
CONEDO

PASTORAL A TODA LA NACIÓN
Nuestra posición frente al Proyecto de Ley de Prevención, Atención y Sanción de la Violencia contra las Mujeres


Entendemos que hay un movimiento antivalores, anticristiano y antimoral, tratando de influir en los diferentes estratos de la sociedad dominicana. Una muestra es el “Proyecto de Ley de Prevención, Atención y Sanción de la Violencia contra las Mujeres”. En esencia, un buen proyecto, pero desvirtuado por el Artículo 4 numerales 14, 17 y 19, abriendo una puerta legal al homosexualismo y promiscuidad, contradiciendo de esta manera nuestros valores cristianos, y el espíritu de la Constitución de nuestra Nación.

Creemos que Dios ama al ser humano y quiere el bien para su vida.

No estamos en contra de los homosexuales sino de la homosexualidad. Al igual que no estamos en contra de los adúlteros, ladrones, mentirosos, corruptos, etc. No estamos en contra de los pecadores sino del pecado. Al igual que Dios, quien ama a las personas pero aborrece el pecado.

Creemos que todas las personas tienen la libertad de tomar sus decisiones, incluso la de ser homosexual. También creemos que toda decisión traerá sus propias consecuencias. “Dios no puede ser burlado, pues todo lo que el hombre sembrare eso también cosechará”. Gal.6:7

Creemos que Dios puede y quiere libertarnos de toda esclavitud del pecado, incluyendo la homosexualidad.

Creemos que tanto la Biblia como la ciencia muestran que este tipo de comportamiento está en contra del diseño de Dios y de la naturaleza. 

Creemos que el plan de Dios para el hombre y la mujer es el matrimonio heterosexual.
Creemos que la homosexualidad no es una condición genética sino aprendida a través de disfunciones en la familia, experiencias traumáticas, presiones sociales y otros condicionamientos del entorno.

Creemos que con la ayuda de Dios y acompañamiento terapéutico profesional, esta conducta, como muchas otras pecaminosas, pueden ser revertidas.

Por lo tanto, pedimos a la Iglesia mantenerse en oración para impedir el avance de las tinieblas en nuestro país, exhortamos a la nación a permanecer vigilantes ante las amenazas para quebrantar nuestros valores cristianos, a la vez que demandamos a nuestros legisladores a mantenerse firmes frente a las presiones de sectores que quieren corromper la ética, la moral y las buenas costumbres de la familia dominicana.
¡Qué Dios bendiga a la República Dominicana!

Vuelve a Jehová, dominicana

 Si saben obedecer...
Milton Tejada C.
NO SÉ SI ES UN RETRATO DE NUESTRA GENERACIÓN, pero leo sobrecogido a Isaías 1. Describe esa capacidad que tienen quienes -como el pueblo de Israel en ese momento- son capaces de alabar a Dios y no honrar realmente su nombre y mucho menos obedecerle.
Hijos que se han revelado contra su Padre y Jehová les llama "degenerados". Gente pecadora, cargada de culpa (ay, la bendita culpa, arma del enemigo aun entre los cristianos).
Y el profeta hace una descripción tan brutal de lo herido que es un pueblo -y una persona- que vive en el pecado que llega a afirmar que no es posible herirlo más: "Dónde seguirlos hiriendo, si acumulan delitos? La cabeza es una llaga, el corazón está agotado, de la planta del pie a la cabeza no queda parte ilesa; llagas, moretones, heridas recientes, no exprimidas ni vendadas, ni aliviadas con ungüento...".
Es esa la situación de mi patria, es esa la situación de República Dominicana?
Hay una actitud que impide que este pueblo -el de Israel y a lo mejor el nuestro- vuelva colectivamente a Jehová.
"Estoy harto -dice Jehová- de holocaustos... no me traiga más dones vacíos. Sus solemnidades y fiestas las detesto, aunque multipliquen las plegarias no los escucharé...". Pero, por qué... si eres Padre, Jehová? Por qué cierra los ojos a un pueblo que clama a ti?
Muy sencilla respuesta nos indica el profeta: sus manos están llenas de sangre. Aparten de mi sus malas acciones, cesen de obrar mal... busquen el derecho, enderecen al oprimido, defiendan al huérfano, protejan a la viuda. CAMBIEN DE ACTITUD.
Y hay una ESPERANZA: Entonces, vengan, y litigaremos (1:18) y sus pecados quedarán más blanco que la nieve...
"SI SABEN OBEDECER, LO SABROSO DE LA TIERRA COMERÁN", (Is 1:19).
Quieres agarrarte a este pacto o prefieres, pueblo mío, seguir con falsas religiosidades, con fiestas llenas de borracheras y bochorno, con el desvío del derecho de los pobres y la corrupción de tus líderes... La práctica de la religiosidad sin la práctica de la obediencia es pura burla a Jehová. Vuélvete, dominicana.

jueves, 1 de mayo de 2014

Dar con agrado



El privilegio de ofrendar

Asimismo, hermanos, os hacemos saber la gracia de Dios que se ha dado a las iglesias de Macedonia, porque, en las grandes tribulaciones con que han sido probadas, la abundancia de su gozo y su profunda pobreza abundaron en riquezas de su generosidad. Doy testimonio de que con agrado han dado conforme a sus fuerzas, y aun más allá de sus fuerzas, pidiéndonos con participar en este servicio para los santos. 2 Corintios 8.1–4

Quizás ningún elemento delata tan fielmente el grado de nuestro compromiso con Cristo como nuestra relación con el dinero. Muchos cristianos serios revelan un verdadero desconocimiento de cómo se administran los bienes cuando uno es ciudadano del reino de los cielos. Aunque acostumbramos exhortar a la gente de nuestra congregación con el texto «Dios ama al dador alegre» (2 Co 9.7), desconocemos las dinámicas que están en juego en la ofrenda que nace de una acción del Espíritu en nosotros.

El texto de hoy nos da una buena orientación con respecto al tema. En primer lugar, es bueno que notemos que Pablo declara que lo que ocurrió en la iglesia de Macedonia es por la gracia de Dios. Es importante resaltar esta verdad porque ofrendar no es algo natural ni normal en los seres humanos. Al contrario, el hombre natural solamente piensa en sus propias necesidades. Aun después de que Cristo ha quebrado esa tendencia en nosotros, necesitamos abundante gracia para poder abrir el corazón y la billetera, para empezar a actuar con generosidad hacia los demás.

En segundo lugar, usted observará que la iglesia de Macedonia, que es presentada como un modelo de generosidad en el Nuevo Testamento, estaba atravesando un tiempo de profundas tribulaciones. Es probable que esto fuera resultado de las persecuciones que la iglesia naciente sufría, cada vez con mayor violencia, a lo largo y a lo ancho del imperio. De todos modos lo que vale la pena notar aquí es que las aflicciones no lograron desviar a la congregación de su cometido. Quienes hemos pasado por profundas angustias sabemos cuán fácil es tornarse, en estas circunstancias, completamente ciego a las necesidades de los demás.

En tercer lugar, vemos que ofrendaron en medio de una situación de «profunda pobreza». Es en este punto que más notamos la diferencia con nuestras propias tendencias, pues cuando estamos pasando penurias económicas una de las primeras cosas que sacrificamos es nuestra ofrenda. Los macedonios entendían que la mejor manera de combatir la amargura y el desazón que acompañan a la pobreza era con un espíritu de absoluta liberalidad. De este modo se aseguraron que el dinero no era lo que controlaba su felicidad ni lo que les proporcionaba seguridad en la vida.

Por último, note que le rogaron a Pablo que les concediera el privilegio de ofrendar. ¡Qué tremenda actitud! Nadie tuvo que suplicarles a ellos que ofrendaran. Más bien, ellos sentían que se iban a perder una gran bendición si no lo hacían. Esto sí que es una convicción nacida del Espíritu, pues siempre luchamos con la idea de que dar es perder. Ellos sabían que la ofrenda era un medio de gran ganancia.

Para pensar:

«Hay quienes reparten y les es añadido más, y hay quienes retienen más de lo justo y acaban en la miseria» (Pr 11.24).