Intimidad
De cierto, de cierto os
digo: No puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre.
Todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente, porque el Padre
ama al Hijo y le muestra todas las cosas que él hace.
Juan 5.19–20
Este
texto, del Evangelio según Juan, nos explica claramente la razón por la cual el
ministerio de Jesucristo fue tan exitoso. Por esto, cuando le llegó la hora de
marchar hacia la cruz, Cristo pudo declarar que había completado la obra que se
le había entregado -lo cual no es lo mismo que decir que había hecho todo lo
que podía. El secreto de haber concluido exitosamente su ministerio se
encuentra en esa absoluta unidad que sostenía con el Padre, y describe el texto
de hoy.
Podemos
notar, primeramente, que el Hijo no emprendía proyectos por cuenta propia, sino
que se unía a las empresas del Padre. Este punto es absolutamente clave para
cualquier persona que está en el ministerio. Por supuesto, lo más fácil es
elaborar un proyecto para glorificar al Padre y simplemente pedirle a él que lo
bendiga. No obstante, los proyectos que avanzan son aquellos que coinciden plenamente
con lo que el Padre está haciendo en el lugar donde nos encontramos. La verdad
es que no tenemos capacidad, en nosotros mismos, de discernir las intenciones
ni los pensamientos de nuestro Padre celestial. Si él no los revela, estamos
condenados a trabajar a oscuras. El conocimiento de su voluntad, por lo tanto,
se constituye en una pieza fundamental para construir un ministerio que goza
del pleno apoyo de Dios.
La
segunda parte del texto nos permite ver cómo Jesús lograba este conocimiento.
El Padre, por el amor que lo unía al Hijo, le revelaba sus proyectos. Es decir,
la calidad de relación que disfrutaban entre sí, llevaba a que, de manera
natural, el Padre hiciera al Hijo partícipe de las intimidades de su corazón.
El amor que el Padre tiene por el Hijo se basa, a la vez, en que Jesús vive una
vida de sumisión absoluta a Dios.
¿Cómo
afecta esta relación nuestros propios ministerios? No podremos avanzar con
éxito si no estamos plenamente plantados en los proyectos de Dios. Para esto, necesitamos
que el Padre nos revele su corazón. Solamente lo hará con aquellos que
demuestran su amor y compromiso incondicional a él. Es decir, esta revelación
no es tanto el fruto de una búsqueda en oración aunque esto también es parte de
nuestra relación con él- sino el resultado de la intimidad común entre dos
seres que se aman.
Lo
que debe alegrar inmensamente nuestros corazones, como líderes, es que esta
intimidad está disponible para todos los que quieren alcanzarla. Jesús le dijo
a sus discípulos: «El que tiene mis mandamientos y los guarda, ese es el que me
ama; y el que me ama será amado por mi Padre, y yo lo amaré y me mmanifestaré a
él» (Jn 14.21).
Para pensar:
«Ya no os llamaré siervos,
porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos,
porque todas las cosas que oí de mi Padre os las he dado a conocer».
Jesús de Nazaret.
(Tomado
de: Christopher Shaw: Alza tus ojos).