Formando en Inteligencia Emocional
El pasado 28 de enero (2022) compartí con algo más de 100
personas un tema: Padres sanos, hijos sanos, sociedad sana. Es una de nuestras
grandes preocupaciones como #GRATAVIDA. El viernes 4 de febrero compartí este contenido a través de un Instagram Live. No se trata de una reflexión propia, sino de una labor de organizar y compartir, divulgar, para beneficio de los padres.
Nuestros
hijos son emocionales (y nosotros también). Experimentan, por ejemplo,
alegrías, tristezas, iras, miedos, ascos, sorpresas… En ocasiones, nuestros
hijos son gobernados por alguna de estas emociones, pero aspiramos a que ellos
aprendan a gobernarlas.
Tomo
estas emociones básicas como referencia. Y quiero, antes de entrar en el tema,
que podamos tener algunos conceptos claros.
PRIMERO.
Diferenciemos entre emociones, sentimientos y pasiones. Se diferencian en
duración y en intensidad. Las emociones son breves, pero poco intensas. Las
pasiones son intensas y generalmente breves, y los sentimientos son de
intensidad moderada pero duraderos. ACLARAR.
SEGUNDO.
Describamos brevemente esas emociones básicas a las que he hecho alusión.
Alegría.
Es una sensación de placer y bienestar que aparece ante situaciones agradables.
P.e., cuando comemos algo que nos gusta mucho o nos regalan algo que
deseabámos.
Tristeza.
Sensación de pena asociada a una pérdida real o
imaginaria y en muchas
ocasiones nos hace pedir ayuda (p.e., cuando un niño pierde un juego que le
agradaba o una mascota significativa para él).
Miedo.
Sentimos miedo cuando pensamos que estamos en peligro o que puede suceder algo
malo, sea real o imaginario (p.e., estar en un lugar oscuro). Nos ayuda a la
supervivencia y nos lleva a actuar con precaución.
Ira o enojo.
Cuando las cosas no salen como queremos o cuando alguno nos molesta. P.e., que
mi hermano rompa mi juegue favorito. Produce enfado.
Asco:
Cuando nos desagrada algo y nos produce rechazo. P.e., piso algo podrido o una
caca de perro.
Sorpresa.
Es fugaz. Aparece ante algo que no nos esperábamos. Nos ayuda a comprender
cosas nuevas. Favorece la atención, la exploración, la curiosidad.
Nosotros,
los padres, tenemos el rol de formar, enseñar, educar a nuestros hijos. Y una
de las áreas fundamentales para contribuir a que sean personas felices es la de
la gestión correcta de sus emociones. Una persona que vaya por la vida a merced
de sus emociones es una persona vulnerable, frágil, sin seguridad, inestable.
No queremos eso.
Estabilidad
emocional es fundamental para su éxito en la vida. Es preciso que nuestros
hijos puedan identificar, nombrar y expresar sus emociones de modo sano. Las
emociones no son buenas ni malas. No les demos categoría emocional, no la
tienen. Simplemente son e indican que estamos vivos.
QUEREMOS HIJOS EMOCIONALMENTE INTELIGENTES.
¿Cuáles
son las características básicas y propias de una persona emocionalmente
inteligente?:
- Poseer suficiente grado de autoestima
- Ser personas positivas
- Saber dar y recibir
- Empatía (entender los sentimientos de
los otros)
- Reconocer los propios sentimientos
- Ser capaz de expresar los sentimientos
positivos como los negativos
- Ser capaz también de controlar estos
sentimientos
- Motivación, ilusión, interés
- Tener valores alternativos
- Superación de las dificultades y de las
frustraciones
- Encontrar equilibrio entre exigencia y
tolerancia.
He
aquí algunas pautas para desarrollar la inteligencia emocional de nuestros
hijos:
1.
EMPATÍA.
Si uno de nuestros hijos nos habla de algo que le preocupa escuchemos y
atendamos hasta que encuentre el equilibrio emocional. Es decir, tengamos
empatía. Coloquémonos en su lugar, en sus zapatos. No juzguemos sus emociones.
Esto no solo se puede, sino que se debe enseñar. Y para ello es
importante no solo lo que decimos, sino lo que hacemos. Enseñas con el ejemplo,
enseñas con el respeto.
2.
GESTIONAR LAS EMOCIONES.
Los niños tienen que aprender a autorregular sus emociones. Aprender
significa que son enseñados. En una primera etapa esas emociones
son reguladas desde fuera, es decir, sus padres contribuimos enormemente a
regularlas. Para lograr esto, tengo que autorregularme yo, gestionar mis
emociones. Es una forma de enseñar que esto requiere mucha paciencia.
Por lo tanto, los padres estamos
llamados a: conocer las emociones, reconocerlas, validarlas, aprender a
gestionarlas…. ¿Las conoces? Y un punto clave, a su nivel y el tuyo,
reflexionar. Y darle una narrativa, una relato, una explicación de por qué ocurren,
a su nivel y a su momento.
Algunos tips para ayudarnos a
gestionar correctamente las emociones:
a.
Diferenciemos entre necesidades y
deseos. Tenemos que diferenciar entre necesidades y
deseos, y más todavía: entre lo que yo creo que son sus necesidades y las que
son necesidades reales para su desarrollo. Menciono algunas:
b.
Seguridad y la protección.
Nuestros niños necesitan desarrollarse en entornos de seguridad y de
protección. Somos los responsables de que suplan esta necesidad. El hecho de
que un padre sea parte de fomentar un ambiente de inseguridad y de
desprotección lo convierte en un padre tóxico. Eso no espera tu hijo de ti.
c.
Autonomía.
La autonomía es definida como la facultad de la persona que puede obrar según
su criterio, con independencia de la opinión o el deseo de otros. Los niños van
poco a poco formando criterios, van poco a poco conquistando espacios de
libertad. Y tenemos y podemos fomentar que ganen esos espacios, que definan sus
criterios y actúen de acuerdo a ellos. Nuestra influencia varía de acuerdo a la
etapa que viva el niño, el adolescente o el joven. Todo tiene su momento. La
autonomía se va construyendo poco a poco. Cuando el adolescente se autorregula
a sí mismo tiene mayor autonomía que el niño, que todavía no gestiona sus
emociones.
d.
Descodificación:
Explicarles a los niños lo que está ocurriendo o lo que ha ocurrido. Es contar
el cuento de lo ocurrido, es darle un relato. Una narrativa. Una historia. Si
un niño o un adolescente muestra, por ejemplo, un episodio de ira, lo hace por
algo, tiene una explicación. Sin embargo, ojo: no minimicemos, simplemente
ayudémosle a entender lo que pasa.
e.
Necesidad de ser vistos.
Por ejemplo, cuando decimos que un niño tiene una baja autoestima, hay que
revisar un poquito si esta necesidad ha sido satisfecha. Ser vistos significa ser
respetados, confiar en ellos, tomarlos en cuenta, reconocerlos. Esta necesidad
varía también con la edad.
f.
Ser explícito en el cariño a nuestros
hijos. No hay que darlo por hecho. Tienen necesidad de
que seamos explícitos. Y en cada edad y hasta para cada niño es diferente la
forma en que esto sucede. Continuamente repetimos a las parejas -y esto vale
para la formación de nuestros hijos- que es importante amarse, pero más
importante aún es sentirse amado, tener su tanque emocional lleno. El afecto
juega un papel fundamental en el desarrollo de personas sanas.
g.
Aprendamos a legitimar en el 100% de
los casos las emociones de nuestros hijos. Implica que yo
permito que mi hijo no solamente experimente la emoción, sino que la pueda
expresar. Siempre dentro de unos límites, especialmente en lo relativo a las
posibles conductas que sigan o se desprendan de una emoción.
No les demos categoría moral (no son buenas ni
malas, simplemente son). El punto clave está en enseñarles a gestionarlas,
no a negarlas.
Las emociones no se pueden criticar porque yo no
las he elegido, mis hijos no las han elegido, simplemente surgen. Es más, Dios
nos hizo con ellas. Dios nos hizo emocionales.
¿Qué opinar de una madre o de un padre que ante la
rabia que siente su hijo le dice: “Pero no llores, que no es para tanto”? Lo
que para ti parece una tontería, para tu hijo puede ser un gran problema.
El no espera que tú lo trates como tontería. Para él o ella no es una tontería.
h.
Evitemos el efecto Pigmalión.
«Tanto si crees que puedes como si crees que no puedes, estás en lo cierto». Es
el tema de las expectativas. Cargar a nuestros hijos con expectativas que se
hacen permanentes puede ser muy riesgoso para su salud. Por ejemplo, si le
dices: “Tú no puedes ser atleta”, puedes estar marcando en él lo que llamamos
un “decreto” que extenderá a varias áreas de su vida, asumiendo el “tú no
puedes”. No marques a tus hijos con expectativas que constituyen lo que
llamamos “profecía autocumplida”.
i.
Estimule la autoestima de su hijo.
Los niños comienzan a desarrollar su sentido del yo desde que son bebés, cuando
se ven a sí mismos a través de los ojos de sus padres. Sus hijos asimilan su
tono de voz, su lenguaje corporal y todas sus expresiones. Sus palabras y
acciones como padre tienen un impacto en el desarrollo de su autoestima más que
ninguna otra cosa.
El elogio de los logros, aunque sean pequeños logros,
hará que los niños estén orgullosos; permitirles que hagan cosas por sí solos
los hará sentir que son capaces y fuertes. Por el contrario, los comentarios
denigrantes o las comparaciones negativas con otros niños los hará sentir
inútiles.
Un elemento importante en estimular la autoestima
es reconocer las buenas acciones. Elogie algo todos los días. Sea generoso
con las recompensas: su amor, sus abrazos y elogios pueden hacer maravillas y
suelen ser suficiente gratificación. Pronto descubrirá que está
"cultivando" en mayor medida el comportamiento que desearía ver.
Hijos estables emocionalmente es una de las más grandes
contribuciones a una sociedad sana que podemos hacer desde el hogar. No es poca
cosa. No vamos a cambiar la sociedad, pero sí podemos dejar personas buenas a
ella. Ese es nuestro legado.
Dios les bendiga, Grata Vida para todos.