viernes, 11 de febrero de 2022

Elogio de la lentitud

 De los viernes:

Ve más despacio

Milton Tejada C.



Somos una época en que se aprecia mucho el microondas, la eficiencia, la rapidez en el pensar y en el actuar, la comida rápida. Velocidad es sinónimo de productividad.

Hoy te comparto una idea sencilla que va en contra de esa cultura: ve más despacio. Ideas que alimentó una charla que escuché de Carl Honoré, escritor que afirma que “en un mundo adicto a la velocidad, la lentitud es un superpoder”.

Se trata de hacer las cosas lo mejor posible en lugar de lo más rápido posible. Se trata de saber cuándo es necesario ir más rápido, pero también cuándo ir más lento. Aprender -si dice- a ralentizarnos. Aprender a vivir a la velocidad justa.

Las consecuencias del estilo de vida “rápido” son innegables, y van desde la superficialidad hasta enfermedades consideradas psicosomáticas.

Hay algunas cosas que influyen en que vaya más rápido o que, por lo menos, constituyen indicadores o signos de que “estás acelerado” y necesitas “desacelerar”. Por ejemplo:

·         Vives constantemente midiendo el tiempo, viendo el reloj;

·         El cansancio continuo, al llegar al límite de lo que puede hacer el cuerpo, la mente, el alma.

·         Sensación de superficialidad. Andar lento te permite bucear en la esencia, profundizar.

·         Problemas de memoria, de recordar rápido, pues no te tomas el tiempo para procesar y no ocupas espacios profundos de la memoria.

Además, déjame decirte que ir más despacio tiene sus ventajas. Incluso, lo rápido se beneficia de lo lento, de momentos de lentitud, en que puedes ver las cosas en perspectivas, ser más creativo.

Las mejores ideas de muchos surgen en momentos lentos (cuando, por ejemplo, te retiras a un lugar apartado, cuando te desconectas y te enfocas). La endiablada prisa de nuestra sociedad, nuestras calles, nuestros trabajos, mata la creatividad y mata la espontaneidad. Es decir, que la lentitud es paradójica: los que ralentizan, los que pisan el freno, tienen más posibilidades de gestionar mucho mejor un mundo rápido.

(Cuando pregunto: ¿Cómo estás? Suelo escuchar una respuesta: “Todo bajo control”. Y siempre digo: Por favor, deja espacio a la espontaneidad, a lo no planificado, a salir del riel de la velocidad extrema).

Se nos ha olvidado de cómo desenchufarnos. Se nos ha olvidado de cómo hacer una cosa a la vez, cómo reducir la velocidad, cómo vivir plenamente el momento.

Desde hoy te invito a renunciar a ser una persona “Next”, renuncia a la distracción permanente de las pantallas (móviles, televisión, computadoras, videojuegos, etc.) que te impiden que abordes las grandes preguntas de la vida. Renuncia a ese concepto que hace lo lento algo “socialmente pecaminoso”. ¡Lo lento es gracia, es gozo, es alegría!

Y si lo veo desde el punto de vista de nuestra fe, entonces con más fuerza defiendo la idea de tomar las cosas con calma. Dios mismo aparece cantidad de veces como “lento” (especialmente cuando se refiere a la ira que merecemos). Y aparece en la brisa suave. Y “en su tiempo”.

Lo lento es, a mi entender, una forma de cultivar la esperanza. Desde hoy, ve más despacio.

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sábado, 5 de febrero de 2022

Hijos: Gestionar las emociones

 Formando en Inteligencia Emocional

El pasado 28 de enero (2022) compartí con algo más de 100 personas un tema: Padres sanos, hijos sanos, sociedad sana. Es una de nuestras grandes preocupaciones como #GRATAVIDA. El viernes 4 de febrero compartí este contenido a través de un Instagram Live. No se trata de una reflexión propia, sino de una labor de organizar y compartir, divulgar, para beneficio de los padres.

Nuestros hijos son emocionales (y nosotros también). Experimentan, por ejemplo, alegrías, tristezas, iras, miedos, ascos, sorpresas… En ocasiones, nuestros hijos son gobernados por alguna de estas emociones, pero aspiramos a que ellos aprendan a gobernarlas.

Tomo estas emociones básicas como referencia. Y quiero, antes de entrar en el tema, que podamos tener algunos conceptos claros.

PRIMERO. Diferenciemos entre emociones, sentimientos y pasiones. Se diferencian en duración y en intensidad. Las emociones son breves, pero poco intensas. Las pasiones son intensas y generalmente breves, y los sentimientos son de intensidad moderada pero duraderos. ACLARAR.

SEGUNDO. Describamos brevemente esas emociones básicas a las que he hecho alusión.

Alegría. Es una sensación de placer y bienestar que aparece ante situaciones agradables. P.e., cuando comemos algo que nos gusta mucho o nos regalan algo que deseabámos.

Tristeza. Sensación de pena asociada a una pérdida real o


imaginaria y en muchas ocasiones nos hace pedir ayuda (p.e., cuando un niño pierde un juego que le agradaba o una mascota significativa para él).

 Miedo. Sentimos miedo cuando pensamos que estamos en peligro o que puede suceder algo malo, sea real o imaginario (p.e., estar en un lugar oscuro). Nos ayuda a la supervivencia y nos lleva a actuar con precaución.

Ira o enojo. Cuando las cosas no salen como queremos o cuando alguno nos molesta. P.e., que mi hermano rompa mi juegue favorito. Produce enfado.

Asco: Cuando nos desagrada algo y nos produce rechazo. P.e., piso algo podrido o una caca de perro.

Sorpresa. Es fugaz. Aparece ante algo que no nos esperábamos. Nos ayuda a comprender cosas nuevas. Favorece la atención, la exploración, la curiosidad.

Nosotros, los padres, tenemos el rol de formar, enseñar, educar a nuestros hijos. Y una de las áreas fundamentales para contribuir a que sean personas felices es la de la gestión correcta de sus emociones. Una persona que vaya por la vida a merced de sus emociones es una persona vulnerable, frágil, sin seguridad, inestable. No queremos eso.

Estabilidad emocional es fundamental para su éxito en la vida. Es preciso que nuestros hijos puedan identificar, nombrar y expresar sus emociones de modo sano. Las emociones no son buenas ni malas. No les demos categoría emocional, no la tienen. Simplemente son e indican que estamos vivos.

QUEREMOS HIJOS EMOCIONALMENTE INTELIGENTES.

¿Cuáles son las características básicas y propias de una persona emocionalmente inteligente?:

  • Poseer suficiente grado de autoestima
  • Ser personas positivas
  • Saber dar y recibir
  • Empatía (entender los sentimientos de los otros)
  • Reconocer los propios sentimientos
  • Ser capaz de expresar los sentimientos positivos como los negativos
  • Ser capaz también de controlar estos sentimientos
  • Motivación, ilusión, interés
  • Tener valores alternativos
  • Superación de las dificultades y de las frustraciones
  • Encontrar equilibrio entre exigencia y tolerancia.

He aquí algunas pautas para desarrollar la inteligencia emocional de nuestros hijos:

1.     EMPATÍA. Si uno de nuestros hijos nos habla de algo que le preocupa escuchemos y atendamos hasta que encuentre el equilibrio emocional. Es decir, tengamos empatía. Coloquémonos en su lugar, en sus zapatos. No juzguemos sus emociones. Esto no solo se puede, sino que se debe enseñar. Y para ello es importante no solo lo que decimos, sino lo que hacemos. Enseñas con el ejemplo, enseñas con el respeto.

2.    GESTIONAR LAS EMOCIONES. Los niños tienen que aprender a autorregular sus emociones. Aprender significa que son enseñados. En una primera etapa esas emociones son reguladas desde fuera, es decir, sus padres contribuimos enormemente a regularlas. Para lograr esto, tengo que autorregularme yo, gestionar mis emociones. Es una forma de enseñar que esto requiere mucha paciencia.

Por lo tanto, los padres estamos llamados a: conocer las emociones, reconocerlas, validarlas, aprender a gestionarlas…. ¿Las conoces? Y un punto clave, a su nivel y el tuyo, reflexionar. Y darle una narrativa, una relato, una explicación de por qué ocurren, a su nivel y a su momento.

Algunos tips para ayudarnos a gestionar correctamente las emociones:

 

a.     Diferenciemos entre necesidades y deseos. Tenemos que diferenciar entre necesidades y deseos, y más todavía: entre lo que yo creo que son sus necesidades y las que son necesidades reales para su desarrollo. Menciono algunas:

b.    Seguridad y la protección. Nuestros niños necesitan desarrollarse en entornos de seguridad y de protección. Somos los responsables de que suplan esta necesidad. El hecho de que un padre sea parte de fomentar un ambiente de inseguridad y de desprotección lo convierte en un padre tóxico. Eso no espera tu hijo de ti.

c.     Autonomía. La autonomía es definida como la facultad de la persona que puede obrar según su criterio, con independencia de la opinión o el deseo de otros. Los niños van poco a poco formando criterios, van poco a poco conquistando espacios de libertad. Y tenemos y podemos fomentar que ganen esos espacios, que definan sus criterios y actúen de acuerdo a ellos. Nuestra influencia varía de acuerdo a la etapa que viva el niño, el adolescente o el joven. Todo tiene su momento. La autonomía se va construyendo poco a poco. Cuando el adolescente se autorregula a sí mismo tiene mayor autonomía que el niño, que todavía no gestiona sus emociones.

d.    Descodificación: Explicarles a los niños lo que está ocurriendo o lo que ha ocurrido. Es contar el cuento de lo ocurrido, es darle un relato. Una narrativa. Una historia. Si un niño o un adolescente muestra, por ejemplo, un episodio de ira, lo hace por algo, tiene una explicación. Sin embargo, ojo: no minimicemos, simplemente ayudémosle a entender lo que pasa.

e.    Necesidad de ser vistos. Por ejemplo, cuando decimos que un niño tiene una baja autoestima, hay que revisar un poquito si esta necesidad ha sido satisfecha. Ser vistos significa ser respetados, confiar en ellos, tomarlos en cuenta, reconocerlos. Esta necesidad varía también con la edad.

f.     Ser explícito en el cariño a nuestros hijos. No hay que darlo por hecho. Tienen necesidad de que seamos explícitos. Y en cada edad y hasta para cada niño es diferente la forma en que esto sucede. Continuamente repetimos a las parejas -y esto vale para la formación de nuestros hijos- que es importante amarse, pero más importante aún es sentirse amado, tener su tanque emocional lleno. El afecto juega un papel fundamental en el desarrollo de personas sanas.

g.     Aprendamos a legitimar en el 100% de los casos las emociones de nuestros hijos. Implica que yo permito que mi hijo no solamente experimente la emoción, sino que la pueda expresar. Siempre dentro de unos límites, especialmente en lo relativo a las posibles conductas que sigan o se desprendan de una emoción.

No les demos categoría moral (no son buenas ni malas, simplemente son). El punto clave está en enseñarles a gestionarlas, no a negarlas.

Las emociones no se pueden criticar porque yo no las he elegido, mis hijos no las han elegido, simplemente surgen. Es más, Dios nos hizo con ellas. Dios nos hizo emocionales.

¿Qué opinar de una madre o de un padre que ante la rabia que siente su hijo le dice: “Pero no llores, que no es para tanto”? Lo que para ti parece una tontería, para tu hijo puede ser un gran problema. El no espera que tú lo trates como tontería. Para él o ella no es una tontería.

h.    Evitemos el efecto Pigmalión. «Tanto si crees que puedes como si crees que no puedes, estás en lo cierto». Es el tema de las expectativas. Cargar a nuestros hijos con expectativas que se hacen permanentes puede ser muy riesgoso para su salud. Por ejemplo, si le dices: “Tú no puedes ser atleta”, puedes estar marcando en él lo que llamamos un “decreto” que extenderá a varias áreas de su vida, asumiendo el “tú no puedes”. No marques a tus hijos con expectativas que constituyen lo que llamamos “profecía autocumplida”.

i.      Estimule la autoestima de su hijo. Los niños comienzan a desarrollar su sentido del yo desde que son bebés, cuando se ven a sí mismos a través de los ojos de sus padres. Sus hijos asimilan su tono de voz, su lenguaje corporal y todas sus expresiones. Sus palabras y acciones como padre tienen un impacto en el desarrollo de su autoestima más que ninguna otra cosa.

El elogio de los logros, aunque sean pequeños logros, hará que los niños estén orgullosos; permitirles que hagan cosas por sí solos los hará sentir que son capaces y fuertes. Por el contrario, los comentarios denigrantes o las comparaciones negativas con otros niños los hará sentir inútiles.

Un elemento importante en estimular la autoestima es reconocer las buenas acciones. Elogie algo todos los días. Sea generoso con las recompensas: su amor, sus abrazos y elogios pueden hacer maravillas y suelen ser suficiente gratificación. Pronto descubrirá que está "cultivando" en mayor medida el comportamiento que desearía ver.

 

Hijos estables emocionalmente es una de las más grandes contribuciones a una sociedad sana que podemos hacer desde el hogar. No es poca cosa. No vamos a cambiar la sociedad, pero sí podemos dejar personas buenas a ella. Ese es nuestro legado.

 

Dios les bendiga, Grata Vida para todos.