Un compañero, un apoyo de Dios
Por Ana Ysabel Acosta
Antes
que nada, quiero pedirte excusa si me repito en algunas de mis ideas o
palabras. Es parte de mi condición que actualmente estoy en proceso de superar.
En uno de mis últimos recorridos por el Mirador Sur, ya conociendo la noticia de mi tumor cerebral. |
Esta historia comenzó hace más de 21 años. Sin embargo, hoy quiero contarte lo vivido desde inicios del año pasado a la fecha.
En Enero del año pasado -2020- se produjeron un conjunto de acontecimientos críticos para mi vida: enfermedad de mi padre –serios problemas respiratorios-, asesinato de un hermano de Milton, separación de mi hijo Luis Reynaldo de su pareja… todos nos impactaron de un modo doloroso. Es decir, el año inició bajo ataque.
La pandemia inició en marzo. En abril siento sobre mi vida como una sombra. Pensamos que podía ser una depresión y buscamos ayuda en esa dirección. Una persona muy querida por nosotros y capacitada nos indicó un tratamiento que, en principio, nos ayudó un poco. Sin embargo, no sentí tranquilidad ni sentí que salía de la situación, probablemente porque aunque había depresión había algo más.
En junio del 2020 decidimos consultar a un neurólogo. Mi esposito, en cada paso de salud de mi vida, estuvo presente. Probablemente agotamiento, nos indicó el profesional y vino un segundo tratamiento en esa dirección. Depresión, agotamiento… descanso. Ligera mejoría, pero insuficiente.
Que mi esposo estuviese todo el tiempo apoyándome, acompañándome… es lo más valioso. Todo el tiempo. Nunca me dejó.
Seguimos batallando con los síntomas, de tal modo que en octubre decido renunciar a mi trabajo porque sentía que no estaba dando lo mejor de mis esfuerzos. Los cambios laborales siempre son, para nosotros, una decisión a tomar en cuenta a la pareja, y así fue. Mi esposito me apoyó en este cambio radical que afectaba nuestras vidas. Quedé sin trabajo.
El síntoma más grave se manifestó cuando en una transmisión en vivo en Instagram -en nuestra cuenta @my.gratavida- tuve un lapsus en la memoria terrible, en la comunicación. Estaba consciente, pero no podía controlar lo que decía, sabía que quería decir pero no podía… fue desastroso para mí, pero nos llevó a la conciencia de que necesitábamos ayuda y ayuda urgente.
Mi esposito amado, un ángel del cielo que Dios me ha enviado, que ha estado conmigo, me acompañó a una neuróloga y ella me indicó una “batería” amplia de estudios que iniciamos en diciembre y concluimos en enero del 2021. El último de estos exámenes –una tomografía cerebral-, y el 14 de enero me comunicó que tenía un tumor en el cerebro. ¡Terrible noticia! Y, además, que era necesario que viera un neurocirujano para saber el curso a seguir..
Milton al tomarnos un café en Guanajuato, México 2018. |
Iniciamos visitando un reputado neurocirujano en CEDIMAT quien nos indicó que la única salida era la operación para extraer el tumor (en ese momento se asumía como benigno, pero sin ninguna seguridad). Lamentablemente, el neurocirujano enfermó y según los protocolos de ese centro hospitalario las posibilidades de mi intervención serían un mes después.
Esta circunstancia –o bien puedo decir, esta disposición de Dios- nos animó a mi esposo y a mí a buscar una segunda oportunidad. El Espíritu Santo –así lo creo- nos llevó donde el Dr. José Joaquín Puello, quien nos indicó que era necesaria la operación y que era urgente, pero que el único sitio en donde él la haría sería en CECANOT, donde era jefe de Neurocirugía en ese momento ¡Gracias, Dr. Puello por tantas y tan profesionales atenciones!
El Dr. Puello asumió mi caso, estuvo presente, me dio seguimiento de múltiples maneras. Más estudios, más pruebas previas, más ir y venir a CECANOT (una institución que realmente recibe pocos recursos para todas las atenciones que ofrece y para la cantidad de población que a ella acude), y todo acompañada de mi esposito amado.
El 30 de marzo me hicieron la cirugía, y mi esposo estaba conmigo, un ángel de Dios. Alguien que apoya a todos sin condiciones, pero su apoyo es muy, muy especial por mí. Siempre para decirme que puedo, que no estoy llamada a ser vencida, que soy más que vencedora.
A cinco meses y medios de la cirugía ese enviado de Dios sigue junto a mí con sus atenciones, a mi lado. Me ha acompañado de modo permanente en mi proceso de recuperación, siendo un cuidador de inestimable valor que mi Gran Cuidador, que es Jehová, ha designado. En ese proceso él valoró como positivo que estuviese un tiempo en la casa de mis padres –de lo cual ya hablé-, pero día tras día estaba ahí para mi, iba a comer conmigo y a cenar conmigo. Nunca me soltó. Al principio, en que no podía comunicarme, no tenía conciencia, tomó mi celular, asumió mis responsabilidades, mantuvo la comunicación con muchos de mis amigos y amigas, de mis hermanos y hermanas de la Iglesia..
Noviembre 2020, acampamos en Rincón de Yuboa, Provincia Mons. Nouel |
Ahora que tengo un mes y algunos días en nuestra casa ha sido un apoyo único e incomparable. El es alguien en quien puedo confiar, a quien puedo abrir mi corazón, decirles mis dudas, me anima, y me indica formas mejores de hacer algunas cosas y me desafía a hacer otras.
Los desencuentros –que ocurren- son minimizados frente al inmenso apoyo que me da. Mi esposito es un ángel de Dios, del cielo. Él es un ejemplo como hombre y como esposo, es especial… ese es mi esposito, Milton.
Más de veinte años juntos y nuestro amor parece de pocos días. Estamos batallando en este, mi proceso. Pronto exploraremos nuevas cosas, pero siempre juntos.
Gracias, amor, mi esposito.
5 comentarios:
Gracias a la vida por personas tan lindas y especiales como ustedes. Dios los bendiga por siempre y les mantenga unidos como arena y cal... Cómo agua de un mismo río... Bendito!
Reciban mi amor. Gracias por compartir estas vivencias de Fe y amor puro.
Amado gracias, Dios ha sido fiel.
Me alegra tanto saber que te estás recuperando. ¡Dios es fiel!
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