martes, 31 de agosto de 2021

Carta a los padres / 2. Resolver conflictos con los hijos

Carta a los Padres / 2

1 de Septiembre, 2021

EL CONFLICTO, OPORTUNIDAD PARA SU FORMACIÓN

20 afirmaciones que pueden ayudarte a tender puentes en lugar de destruirlos

Mis estimados padres:
A grandes y pequeños en ocasiones se nos hace difícil poder manejar un conflicto emocional en nuestras vidas. Sin embargo, tengamos presente que resolver un conflicto no significa "ganar" un pleito, sino buscar un espacio común que conduzca a satisfacción de las necesidades de quienes participan en una relación.
Además, querido papá o mamá, quitémonos de la cabeza que "ese muchacho es un problema". No, no es así. Cuando asumimos ese concepto estamos llevando a nuestro hijo a desvalorizare, a pensar que él no es suficientemente bueno, a creer que es un fracaso.
Más bien asume que hay un problema y que es posible buscar solución. 
Pilar de la Torre

Hoy quiero compartirte algunos conceptos, frases, palabras, de una conferencia que escuché de Pilar de la Torre, a través del proyecto del BBVA-El País llamado "Aprendemos Juntos". Y, ciertamente, aprender juntos es una manera de edificar la casa, de tener vida y vida en abundancia.
No a secas, sino que me permito algunos comentarios a las ideas de De la Torre.
Esta psicóloga sigue el modelo de Marshall Rosenberg. “Para mí, las herramientas más poderosas en el proceso de comunicación no violenta son sus cuatro pasos: hechos, sentimientos, necesidades y acción. Es decir, cuando legitimamos la experiencia o vivencia interna de un niño estaremos reforzando su autoestima y esto se consigue a través de la escucha, compresión y aceptación”, expresa (las negritas en el texto y las letritas a color son mías, Milton T).

Seguiré escribiéndote, pero escríbeme tú a mi compartiendo tus experiencias en la crianza de tus hijos y tus hijas, tus dudas, tus temores... será un modo de compartir aprendizajes, de animarme a escribir sobre aspectos que nos inquietan, que se nos presentan en la vida diaria, y te lo agradeceré. También puedes seguir nuestra cuenta en Instagram: @my.gratavida o escribirnos a nuestro correo: tejadamilton@gmail.com

1.  No eduques a tus hijos ni resuelvas los conflictos con ellos con violencia. Eso les amargará el corazón.    Violencia estodo aquello que hacemos o no hacemos, que decimos o no decimos que genera daño para la otra persona, mucho o poco, que lleva a que la otra persona, en el caso de nuestra familia, nuestros hijos, se sientan dolidos, se pongan a la defensiva, se cierren, se alejen emocionalmente de nosotros”.

 2.    A veces creemos que hemos dicho lo correcto. No es sólo lo que dices, es también el cómo lo dices un elemento que puede llevarte a conflicto con tus hijos.  Las palabras, cómo nos expresamos y la energía que ponemos en esa expresión pueden alimentar el desencuentro con nuestros hijos. O a la inversa, pueden hacernos vivir proximidad y cercanía”.

 3.      La formación de nuestros hijos es un proceso de búsqueda de identidad de parte de ellos. Nuestro hogar forma parte de esa dinámica, pero hogares inseguros tienden a originar personas inseguras. En ese sentido, los  niños necesitan estar seguros de que tienen un lugar en la familia. Los niños necesitan sentirse mirados con calidez.

 4.    "Lo que te digo es lógico" es uno de los argumentos "sólidos" con el que nos dirigimos en ocasiones a nuestros hijos. Sin embargo, no logramos comunicarnos. ¿Por qué? Porque olvidamos su plataforma emocional, porque no nos damos cuenta que son obstáculos de la comunicación con nuestros hijos: juzgar, sermonear, querer tener la razón y convencer a nuestros hijos por la lógica, la ironía, la amenaza.... cuando lo que está pasando es más a nivel emocional.

  5.      “¿Elijo el camino de los obstáculos, los muros en la relación para conseguir, con un desgaste de energía enorme, lo que yo quiero que ocurra? ¿O elijo el camino del encuentro, de la profundidad, del diálogo, de ver qué está pasando, de la empatía, de la honestidad?”. Yo, Milton, soy un corredor, ahora me encuentro preparándome para realizar un maratón, es una carrera de fondo, larga, en que la mente puede convertirse en nuestro mayor obstáculo o dificultad. Así es la educación con los hijos, una carrera de fondo. Si tiras la toalla a mitad de camino no llegarás a la meta.

 6.     Levantar muros en la comunicación, divide. Uno de esos muros es el silencio. Esta autora afirma que “…el silencio, para nuestros hijos, es retirada del afecto. Y ellos contactan con más o menos angustia en ese momento, porque es la retirada de un afecto que necesitan para sobrevivir”. Wao! Nuestros hijos necesitan el afecto para sobrevivir ¿habías caído en la cuenta de eso, querido padre? 

 7.       “… a nivel universal, a ninguna persona le sienta bien que le impongan las cosas, que le exijan. A ninguna edad (…) el ser humano viene, desde que nace, con una constitución emocional preparada para defender la libertad, la libertad de elección. Y eso lleva al rechazo de la exigencia”. En cuanto puedas, querida madre o padre, presenta opciones e incluso pregunta al hijo -si su desarrollo evolutivo lo permite- por las opciones que ve. Y aprovecha la oportunidad para que aprendan a evaluar esas opciones (a priori o a posteriori).

 8.      La alternativa a no exigir no es el caos, es el diálogo. ¿La alternativa a la exigencia? Límites. Límites claros, estructurados, amorosos. Y cuando pasamos de la conexión a la que nos lleva el diálogo… ¿Qué necesitas tú, qué necesito yo, y qué podemos hacer juntos para cuidar de ambas necesidades? La exigencia ya no es necesaria y sí hay evolución, y sí hay motivación.

 9.      La comunicación no violenta implica poner límites. Una comunicación en donde no se ponen límites, antes o después es una comunicación violenta. Cuando no se ponen límites, las necesidades de alguna de las partes no son respetadas o cuidadas. “Los límites son acciones que nosotros elegimos poner para cuidar de una necesidad nuestra”.

 10.   Sustituyamos el “pero” en la comunicación por el «al mismo tiempo», en lugar de contraponer, suma. El «pero» anula, barre lo anterior, y el «al mismo tiempo» incluye.

 11.   “Mi primera obligación como madre o como padre es cuidar de lo mío, cuidar de mis necesidades, porque en el momento en que yo cuido de mis necesidades, voy a estar disponible para cuidar las del otro. Si yo no cuido de mis necesidades, dejando de poner límites que siento dentro de mí o poniendo límites que no siento, al final le voy a hacer pagar un precio a mis hijos. Porque si no cuido una necesidad, le voy a hacer responsable. Y si pongo límites que no me convienen, va a pasar factura a la relación también”.

 12.   Cuando nuestros hijos no cumplen un acuerdo, algo que hemos pactado, el modelo social que tenemos suele ser el reproche, la acusación, el hacerle sentir culpable: «Habíamos quedado en esto y no lo has cumplido». El juicio: «Eres un irresponsable, no se puede confiar en ti». Palabras muy duras. Aprovechemos un incumplimiento para el diálogo, para buscar alternativas, para comprenderle.

 13.   A veces, en el tema de los acuerdos sucede que los padres los forzamos un poquito. Nos parecen razonables. A veces los acuerdos responden a nuestras necesidades, pero no la de ellos.

 14.   “Tenemos dos alternativas cuando no se respeta un acuerdo: utilizar esa falta de respeto del acuerdo para alimentar desencuentro y confrontación o, a partir de un acuerdo que no es respetado, llegar, pasando por explorar qué necesidades se han quedado en el camino, a un nuevo acuerdo diferente y enriquecido, porque este nuevo acuerdo cuida de más necesidades que el anterior”.

 15.   En la cultura del NO se toma esto como un NO a la persona, como algo personal, cuando casi siempre es un no a la acción, un no a la propuesta, un no al planteamiento ante una situación. Si nuestros hijos nos dicen NO y nos lo tomamos como algo personal, crecerá la tensión, el conflicto, el desencuentro.

 16.   En toda relación hay conflictos, pero nos han enseñado a resolver el conflicto de dos maneras “que es como lo resuelven los animales: atacando o huyendo. Y eso sí es dañino. La comunicación no violenta nos da un proceso que nos permite, de manera real, convertir el conflicto en una situación de más encuentro que antes, porque hay un nuevo ajuste fruto del conflicto que hemos tenido”.

 17.   Nosotros elegimos: los conflictos son oportunidades de acercamiento o podemos convertirlos en oportunidades de distanciamiento.

 18.   Marshall Rosenberg da tres recetas para incorporar la comunicación no violenta a nuestra vida. La primera receta es practicar, la segunda, practicar y la tercera, practicar.

 19.   “Ayuda mucho el decodificar necesidades. Quiere comer entre horas, ¿qué necesita? Tiene hambre. Se está quejando del profesor, ¿qué necesita? Comprensión, confianza. Me está diciendo que soy injusto con su hermano, ¿qué necesita? Atención, cariño. Me está diciendo que cuánto me quiere, ¿qué necesita? Seguridad afectiva”.

 20.   «Conexión antes de educación»…pon el foco en la conexión antes de la educación, luego la educación fluirá.

Finalmente, querido papá, querida mamá..se supone que nuestros hijos caminan hacia su madurez como personas, pero también se supone que en esa relación se espera madurez de parte tuya. Un amigo a quien aprecio mucho, Martín Luzón, me dio una definición maravillosa de madurez: madura es la persona que se obliga a sí misma desde dentro a lo correcto, no desde fuera. 

Con afecto,

Milton Tejada C.

A

 

martes, 24 de agosto de 2021

Una familia que acoge /1

 La acogida de mis padres

Ana Ysabel Acosta

Junto a mis padres, esta semana.

Hace dos semanas mi esposito escribió unos consejos para la persona que cuida a otro en situación de enfermedad o discapacidad. Cuidando al cuidador. Ahora quiero escribir desde la otra cara de la moneda: yo he sido cuidada, muy cuidada.

En otra u otras entregas escribiré de tanta gente hermosa que me ha apoyado en este proceso (a las cuales también podría dedicar muchas palabras de gratitud y amor), pero ahora quiero escribir específicamente de dos personas extraordinarias: mis padres y su acogida.

Antes de hablarte del valor de la acogida y de la disposición que debemos tener como padres para acoger a nuestros hijos en ese espacio de seguridad emocional que debe ser el hogar, incluso después de que los hijos hayan salido de él, quiero contarte un poquito mi experiencia durante mi proceso de recuperación post quirúrgico.

El 30 de marzo fui operada de un tumor en el cerebro. Benigno, pero cuya operación de todos modos fue delicada y tocó áreas claves de mi cerebro (creo que le llaman área de broca y controla parte de lo que es el lenguaje expresivo) afectando tanto mis funciones motoras como de comunicación.

A los cuatro días, cuando me dieron de alta, mi esposo y yo decidimos que lo mejor es que me fuera a casa de mis padres para pasar una parte del proceso de recuperación bajo su cuidado, ya que vivimos solos en nuestro apartamento y él debía seguir su rutina laboral (especialmente ahora que no he podido volver a trabajar).

He aquí donde quiero contarte un aspecto fundamental de mi cuidado durante este tiempo de recuperación, período especial que Dios me ha permitido vivir y del que doy gracias, incluso antes de que todo esto sucediera.

Dos padres maravillosos


Quiero contarte de mis padres: Máximo Acosta Núñez y Susana Columna de Acosta, dos seres maravillosos que Dios me regaló como padres. A pesar de lo duro que ha sido mi recuperación, me encontré rodeada de felicidad durante esos cuatro meses en que ellos me cuidaron con esmero.

Mi madre, una mujer de 80 años pero llena de vitalidad, de ánimo fuera de lo común, se preocupaba por mí. En cada momento estaba pendiente de cómo me encontraba. Dejó de ir a su trabajo al frente de Granja Susana para pasar días conmigo. Me dio lo mejor de sí: su cariño, su ternura, su apoyo especial.

Mi padre, un hombre muy respetado y valorado en su ambiente productivo (la porcicultura), es también un hombre siempre dispuesto a ayudar y colaborar. Como padre, es cuidadoso y protector de sus hijos. No es tan afectivo como la madre, pero está atento, está pendiente y es su forma de amar.

Doy gracias a Dios por permitirme tenerlos tantos años. Estos cuatro meses me han permitido valorarlos más y mostrarle mi ternura y respeto, mi amor hacia ellos. Papi y mami han estado presentes conmigo en medio de esta prueba, no me han soltado nunca, sabiendo que los necesito y que su presencia me da seguridad.

Hace tres semanas vine a casa, con mi esposito. Confieso que me costó trabajo por lo bien que me sentía, pero tenía también la necesidad de afrontar nuevos desafíos y de seguir avanzando en mi recuperación en mi ambiente habitual. Sin embargo, mis padres siguen pendientes de mí. Su amor nunca cambia, destilan amor y cuidado, y detalles. Dios cuida de mí a través de papi y mami.

Una reflexión

Ese soporte que han sido y son mis padres no se labró en estos meses, es un soporte que viene de siempre. La familia, para nosotros, los Acosta Columna, es un valor innegociable. Somos muy diferentes los uno de los otros, pero por encima de todo, nos amamos y aceptamos las diferencias.

Al final de todo, valoro ese puente macizo que es la relación familiar. Y esto, como decimos mi esposito y yo,  es vida y vida en abundancia.

 

miércoles, 18 de agosto de 2021

Carta a los padres / 1 - Un hogar es un espacio seguro

Carta a los padres/1:

18 de Agosto, 2021

 Queridos padres:

 Un hogar es un espacio seguro

¿Saben qué? Me pasé toda mi vida  -como padre- en la lucha por lograr que mis hijos entendieran y vivieran lo que yo consideraba correcto. Además, quise hacer de ellos triunfadores, pero con mi propio concepto de lo que es o no es triunfo, y en ocasiones poniendo el énfasis sobre lo académico. Quería hijos perfectos, cuando yo, su padre, era y soy un paquete grande de imperfecciones.

 Al aceptar a Jesús como mi Salvador acepté la misericordia mayor del Padre: la entrega de su hijo por mi redención, pero también reconocí que soy pecador, que soy imperfecto, que en algunas áreas de mi vida la perfección estaba bien, pero bien lejos.

 Acabo de leer un libro de un autor, Jim Daly: “Cuando la crianza no es perfecta”. Aunque redactado un poco desordenadamente, sus conceptos reforzaron lo que ya sabía, pero que no tenía organizado: no somos perfectos en ninguno de nuestros roles, en ninguno.

 En realidad me apenó que esto llegara a mi vida cuando ya mis hijos se han ido de la casa y han labrado y siguen labrando su propio camino, porque el no haberlo entendido antes implicó sufrimiento, tanto para ellos como para mí. Por esto, les pido perdón Laura María, Juan Roberto, Luis Reynaldo, Carlos Ariel (de la menor al mayor).

 Ahora que son adultos solo me cabe trabajar –sin angustia, sin culpabilidad- por reparar lo mejor posible los puentes que nos unen.

 Quiero compartirte unos conceptos de su primer capítulo, esperando que te sean de utilidad.

 En primer lugar, hemos de reconocer que somos débiles, somos imperfectos y tenemos familias imperfectas. No somos lo suficientemente buenos si nos medimos con la regla santa de Dios, pero nos olvidamos que Dios pesa la perfección en una balanza diferente. Pensamos que la perfección radica en lo que hacemos, nos olvidamos que se trata de quienes somos. Y esto aplica para tus hijos: no te fijes tanto en lo que hacen, como en lo que manifiestan que son.

 Podemos fingir una “A” en comportamiento, pero no podemos fingir el carácter, tenemos que ganarlo, tenemos que aprenderlo, y a veces solo se logra por medio del sufrimiento. En definitiva, céntrate en la formación de su carácter (y vigila y crece en el tuyo).

 Te quiero decir una verdad que has de tener presente siempre: lo mejor que podemos dar a nuestros hijos es seguridad emocional, un sentido de hogar, y un carácter semejante al de Jesús. Con esa zapata serán capaces de soportar todos los sufrimientos y embates de la vida.

 ¡Claro! Hemos de saber que, en muchos casos los chicos son resistentes a las lecciones de los padres y los padres no siempre somos los mejores maestros.

 La crianza perfecta tiene sus riesgos. Juan 16:33 nos dice que en el mundo tendremos aflicción. Lo curioso es que pocos creemos que la aflicción llegará a nuestros hogares.

 En segundo lugar, queridos padres, entendamos y asumamos que el concepto de perfección puede ser uno de los más grandes obstáculos que tenemos. Ninguno de nosotros es perfecto.

 Este concepto –el de la perfección- hace que, en muchas ocasiones, pongamos énfasis en los logros, no en el carácter. Lo veo a diario cuando los padres proclaman con orgullo que su hijo lleva A en todas sus materias, que será magna cum laude… pero a la vez se lamentan de los defectos de su carácter.

 Poner el énfasis en la perfección, buscar hijos perfectos de padres imperfectos, conduce a que, en algún momento, tanto los padres como los hijos, sientan que son un fracaso.

 Nos dice Daly que podemos hablar de expectativas saludables y moderadas hasta quedar sin aliento. La mayoría pensamos que nuestras expectativas son así. Pero preguntémonos: ¿Cómo lidiamos con los fracasos, los nuestros o los de nuestros hijos? ¿Qué sucede cuando no logramos alcanzar nuestras metas sencillas? ¿Cuál es nuestra reacción en esos momentos?

 Cuando hay un fracaso en la vida de tu hijo… ¿significa que fracasaste como padre? ¿Eso hace que tu hijo sea un fracaso? Cuando cometemos un error, debemos quitárnoslo de encima, debemos seguir tirando, quizás fallemos, pero eso no quiere decir que somos un fracaso.

 “No importa cuánto se esfuerce, nunca nos vamos a poder convertir en la mamá o el papá infalible”, expresa Daily. Comprendamos bien: no somos perfectos, por lo tanto hemos de asumir el camino del perdón y la misericordia, como parte cotidiana de nuestro andar como familias.

 En tercer lugar, en el caso de los hijos estamos llamados a alejarnos del amor condicional. Ese amor que dice: te quiero más si sacas buenas notas; mi amor se enciende cuando vas a la Iglesia; por eso es que te amo: porque obedeces a tu mamá… Esas maneras de condicionar el amor –amor condicional- les hace sentir inseguros y les coloca en el camino de tus expectativas, no la de ellos.

 Los chicos sienten que tienen que ganarse una buena relación contigo y eso destruye su autoestima, los aterra. Los aterra la presión del perfeccionismo y esas expectativas inalcanzables, pero que además no son las suyas, sino las tuyas.

 Seguro has escuchado historias de hijos que han dicho: “estudié esto porque era lo que mi papá quería que estudiara, cuando terminé, le entregué el título. Era “su título”, no el mío”. Es triste.

 Al pensar en esto pienso en una afirmación de Sigmund Freud que decía que “la infancia es destino”, pero de eso les escribiré en otro momento.

 Este autor me encanta pues indica que debemos guiar a nuestros hijos a un camino lejos del perfeccionismo; un camino, que los lleve a un lugar de tranquilidad y amor, y a un sentido de hogar; un lugar donde la leche se derrama en el piso, un lugar en el cual tanto los hijos como los padres cometen errores, pero en medio del caos y el desorden, ay amor, hay perdón, hay gracia.

 Tenemos una idealización y aspiramos a la familia perfecta. Lo triste es que presionamos tanto en esa dirección que a veces forzamos a que nuestros hijos corran en la dirección opuesta.

 Luego les sigo comentando de esta lectura. Agradezcamos a Dios que nos ha dado el privilegio de ser padres y que ha sido misericordioso con nosotros. Estamos llamados a misericordia con nuestros hijos…no lo olviden!

 Con amor y aspirando a que podamos tener una #GRATAVIDA,

 

Milton Tejada

 

 

 

 

 

 

lunes, 16 de agosto de 2021

Llamados a ser misericordiosos

SOMOS LLAMADOS A SER MISERICORDIOSOS 

PRIMERO: NUESTRO DIOS ES MISERICORDIOSO


Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia;

Conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones.


Contra ti, contra ti solo he pecado,

Y he hecho lo malo delante de tus ojos;

 

He aquí, en maldad he sido formado,

Y en pecado me concibió mi madre.

 

Esconde tu rostro de mis pecados,

Y borra todas mis maldades.

 

No me eches de delante de ti,

Y no quites de mí tu santo Espíritu.

¡Qué bien describe el salmo 51 lo que somos: PECADORES!

El pecado es la separación, la ruptura de mi relación con Dios. El pecado es volverle la espalda a Dios. El pecado me convierte en enemigo de Dios. Es negarme a realizar en mi vida el propósito para el cual fui creado y en el cual hay salvación, hay gozo, el gozo de: adorarle a EL, servirle a EL, seguirle a EL, descansar en EL, hacer de EL mi todo.

Cuando estoy en pecado soy un instrumento inútil, soy un adversario de Dios, y Dios debiera desecharme, debiera dejarme a un lado, debiera prescindir de mí puesto que yo prescindo de EL en mi vida, yo siembro la enemistad entre EL y mi persona.

Cuando estoy en pecado soy una vasija rota. Soy un puente estropeado. Soy un camino inservible. Soy un trapo de inmundicia. Soy impuro.

Cuando estoy en pecado merezco la ira de Dios, su justa condena. Camino hacia una eternidad sin Dios, sin vida, hacia la muerte eterna. El pago del pecado es la muerte, dicen las Escrituras.

¿Qué pasaría si Dios –como juez justo- decidiera prescindir de nosotros por nuestros pecados, porque estamos manchados y sucios, y EL es Santo y Puro? Muy simple: LA MUERTE Y LA MUERTE ETERNA. Así como aceptar a Jesús significa vida y vida en abundancia, el rechazarlo, el vivir lejos de EL significa muerte y muerte eterna.

¡PERO NO! Dios es amor y Dios es libertad. Nos ama con amor eterno, nos anhela cerca de EL, quiere que volvamos a ser sus amigos, que nos arrepintamos de nuestros pecados, que si ya lo hemos hecho y caemos, nos levantemos y no nos quedemos en el suelo.

¿Es esto posible? No en nuestras propias fuerzas. Y aquí viene la GRAN MISERICORDIA de Dios. Así como Jesús nos dio una GRAN COMISIÓN y nos dio un GRAN MANDAMIENTO, hay una GRAN MISERICORDIA mostrada por nuestro Padre. Y esa GRAN MISERICORDIA es que nos envió a su hijo Jesucristo, quien entregó su vida y resucitó, para que todo aquel que en él crea no se pierda, sino que tenga vida eterna. Tenga vida y vida en abundancia. Jesús es la GRAN MISERICORDIA DE DIOS.

Restaurar la relación solo es posible si libremente aceptamos a Jesús como nuestro Salvador y Señor. Él es el camino. Él es el único camino. No hay otro.

Oye lo que dije: libremente. Una amistad obligada no es amistad. Él quiere que tú llegues a sus pies libremente, que busques de EL con anhelo, pero libremente. Que sigas a Jesús libremente.

Pero Dios no solo tiene UNA GRAN MISERICORDIA con nosotros. Dios –en su carácter- es misericordioso. Sus misericordias son nuevas cada día y las necesitamos cada día. Una misericordia que proviene de su amor eterno por nosotros. El verso 1 del Salmo 51 recoge ambas cosas muy bien:


Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia;

Conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones.

Nuestro clamor ante Dios no es por justicia. La justicia vendrá sobre nosotros si no nos arrepentimos. Su justicia nos borraría de la faz de la tierra y de la posibilidad de vida eterna junto a Él. Nuestro clamor es por MISERICORDIA.

Él ha mostrado su carácter a lo largo de la historia. Y les pongo cuatro ejemplos:


Dios escogió ser misericordioso con su pueblo Israel al salir de Egipto. Escuchó su clamor. Los amó a pesar de su rebelión y falta de gratitud. No les dio lo que merecían, les dio lo que necesitaban. Fue misericordioso con ellos.

 

En el caso del Rey David, un hombre conforme al corazón de Dios, vemos que el pecado tiene el poder de alcanzar incluso a los más ardientes seguidores de Dios. David cometió adulterio y asesinato. “Crea en mí un corazón limpio, oh Dios, y renueva un espíritu recto dentro de mí” (Salmos 51:10). David rogó, y Dios lo oyó. “Y Natán dijo a David: También Jehová ha remitido tu pecado; no morirás“ (2 Samuel 12:13). No le dio a David lo que merecía que era un castigo ejemplar, sino que le dio lo que necesitaba: su perdón. Dios fue misericordioso con David.

 

Pablo, anteriormente Saúl, apoyó la cruzada contra el cristianismo, pero se encontró con Jesús. 'Yo soy Jesús, a quien tú persigues'. Quedó ciego, pero abrió los ojos para ver a Jesús. Jesús no le dio lo que Pablo merecía por perseguir y contribuir a matar a los cristianos, le dio lo que necesitaba: Perdón y una misión. Tuvo misericordia. Y la misericordia de Jesús encendió su fe y lo impulsó hacia adelante. Pablo, en cada carta que escribió, magnífica misericordia. Y lo hace porque la había experimentado de primera mano.

 

La mujer sorprendida en adulterio (Juan 8:6-8).
¿Era culpable? Sí.

¿Estaba arrepentida? No hay ningún indicio de que estuviese arrepentida.

¿Podía Jesús apedrearla? Sí, pues Él no tenía pecado.

¿Por qué no tiró una piedra? ¡Por misericordia!


Jesús le dijo a la mujer: “¿Dónde están tus acusadores? ¿Ni uno de ellos te condenó? 'No, Señor'“, dijo ella. Y Jesús dijo, 'Yo tampoco. Ve y no peques más’” (Juan 8: 10-11). La misericordia es perdón, es compasión con aquellos que no la merecen. Ella no la merecía, pero la necesitaba.

Numerosos pasajes atestiguan el carácter misericordioso de Dios:


“Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro” (Hebreos 4:16).

 

Acuérdate, oh Jehová, de tus piedades y de tus misericordias,
Que son perpetuas.
De los pecados de mi juventud, y de mis rebeliones, no te acuerdes;
Conforme a tu misericordia acuérdate de mí,
Por tu bondad, oh Jehová (Salmo 25: 6-7).

 

Mas por tus muchas misericordias no los consumiste, ni los desamparaste; porque eres Dios clemente y misericordioso (Nehemías 9:31).

 

“Pero debido a su gran amor por nosotros, Dios, que es rico en misericordia, nos hizo vivir con Cristo, incluso cuando estábamos muertos en transgresiones, es por gracia que has sido salvo” (Efesios 2: 4-5).

 

“Él nos salvó, no por cosas justas que habíamos hecho, sino por Su misericordia. Él nos salvó a través del lavado del renacimiento y la renovación por el Espíritu Santo” (Tito 3:5).

El Salmo 23:6 nos da una promesa hermosa: Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, Y en la casa de Jehová moraré por largos días.

 

Cada día trae una nueva misericordia. Cada mañana, Dios es fiel, aunque todos los días nos quedamos cortos. La misericordia es el regalo de Dios para el corazón arrepentido.

Por lo tanto, la misericordia bíblica se trata principalmente de la expresión o manifestación del amor de Dios. Por misericordia, él no nos quiso dar el castigo que merecíamos. Dios nos extendió su mano y nos dio la oportunidad de recibir su perdón por medio de nuestro Salvador Jesucristo. Dios tomó la iniciativa.

Algunos utilizan la raíz latina de la palabra para darnos un significado profundo de lo que es la misericordia: Corazón ante las miserias, compasión (padecer con), benignidad, amabilidad. Inclinación del ánimo para compadecerse del mal ajeno.  De modo inmerecido. Óiganlo bien: de modo inmerecido, porque quiso, porque ante que JUEZ es PADRE.

 

PRIMERA CONCLUSIÓN: NUESTRO DIOS ES RICO EN MISERICORDIA Y, ADEMÁS, POR NATURALEZA, DIOS ES MISERICORDIOSO.


SEGUNDO: SOMOS LLAMADOS A SER MISERICORDIOSOS

Y aquí está el detalle, diría un célebre comediante mexicano: el Dios lleno de misericordia para con nosotros nos llama a cada uno de nosotros a ser misericordiosos con nosotros mismos y con los demás.

Comento brevemente algunos textos en esta dirección:

“Bienaventurados los misericordiosos porque ellos alcanzarán misericordia” (Mateo 5:7). Es parte del nuevo estilo de vida de los cristianos. ¡Qué bien! El premio final por ser misericordiosos es el Reino, es la vida eterna, siendo coherederos e hijos de Dios.

“Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso” (Lucas 6:36). La perfección cristiana, el irnos perfeccionando, creciendo en la vida cristiana consiste en imitar al Padre en su misericordia, dando lo que el otro no merece. Ser misericordiosos es la forma más elevada de amor al prójimo.

“Misericordia quiero y no sacrificio” (Mat 9:13; 12:7). El máximo de Jesús para con Dios y para con el prójimo es el amor hecho misericordia. Es su preferencia. El hacer sacrificios era lo máximo en tiempos de Jesús, y Jesús le voltea la tortilla y les dice: Prefiero la misericordia a sus sacrificios.

De paso, les menciono algunas parábolas. Por ejemplo, en Lucas 15 encontramos lo que se llama la Parábola del Hijo Pródigo, yo les digo que bien pudiéramos llamarla la Parábola del Padre Misericordioso. Digan ustedes: ¿Qué se merecía este hijo? La actitud del ante el hijo pródigo que nos simboliza a muchos de nosotros, como pecadores que abandonamos la casa del Padre y nos entregamos al Pecado, es realmente sorprendente. No es justicia, es misericordia.

En la Parábola del Buen Samaritano (Luc 10:29-37), plasma lo que es y lo que no es misericordia. Seguir de largo frente al dolor ajeno, a la desgracia ajena, no es misericordia.

En Mateo 18:23-35 encontramos la que se llama la Parábola del Siervo Despiadado o siervo sin entrañas a quien su señor se le perdona su deuda, pero es incapaz de perdonar la deuda de un consiervo suyo. Recibió misericordia, pero no fue capaz de tener misericordia. La falta de perdón, la falta de misericordia hacia el otro, le condenó.


33 ¿No debías tú también tener misericordia de tu consiervo, como yo tuve misericordia de ti?

34 Entonces su señor, enojado, le entregó a los verdugos, hasta que pagase todo lo que le debía.

35 Así también mi Padre celestial hará con vosotros si no perdonáis de todo corazón cada uno a su hermano sus ofensas.

Y en Mateo 6:14 se nos dice:

Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial.


Lucas 6:35-36:

“Ama a tus enemigos, hazles el bien y préstales sin esperar que te devuelvan nada. Entonces tu recompensa será grande, y serás un hijo del Altísimo, porque Dios es amable con los ingratos y malvados. Sé misericordioso, así como tu Padre es misericordioso”.

Mateo 10:7-8 nos describe qué hacemos por misericordia a los demás:

 

Dondequiera que vayan, prediquen este mensaje: “El reino de los cielos está cerca”. Sanen a los enfermos, resuciten a los muertos, limpien de su enfermedad a los que tienen lepra, expulsen a los demonios. Lo que ustedes recibieron gratis, denlo gratuitamente.

Efesios 4:32:

 “Sean amables los unos con los otros, tiernos, perdonándose unos a otros, como Dios en Cristo les perdonó”. 

 

Santiago 3:17:

“La sabiduría que proviene del cielo es, ante todo, pura y también ama la paz; siempre es amable y dispuesta a ceder ante los demás. Está llena de compasión y del fruto de buenas acciones. No muestra favoritismo y siempre es sincera”.

SEGUNDA CONCLUSIÓN: ESTAMOS LLAMADOS A SER MISERICORDIOSOS COMO NUESTRO PADRE ES MISERICORDIOSO.

 

Es un llamado fuerte a transformar nuestro carácter y hacerlo similar al de Jesús. No es un llamado que podamos responder en nuestra carne, por nuestras propias fuerzas. Ser misericordiosos como nuestro Padre es misericordioso, es tu desafío.

Y aquí el tercer punto en el que en ocasiones nos empantanamos. Y es que no sabemos cómo. Aquí quiero presentarte ocho pautas para llegar a ser misericordiosos.

Y aquí viene el PERO. ¿POR QUÉ SI ANHELAMOS TANTO LA MISERICORDIA DE DIOS, SI LA RECIBIMOS AL ACEPTAR A JESÚS COMO SEÑOR  SALVADOR, NOS CUESTA TANTO A NOSOTROS SER MISERICORDIOSOS CON NOSOTROS MISMOS Y CON LOS DEMÁS Y LO QUE CLAMAMOS ES POR JUSTICIA?

TERCERO: DIEZ PAUTAS PARA SER MISERICORDIOSOS

 

Ser misericordiosos con quienes no lo merecen es contrario a nuestras inclinaciones naturales y solo es posible por medio del poder del Espíritu Santo en nosotros. Lo que queremos, por naturaleza, es que se haga justicia.

 

Cuando usted es misericordioso, está dando a otros lo que Dios le ha dado. ¿No se alegra de que Él no castigue de inmediato cada pecado que usted comete? Dios nos pide que tratemos a los demás (incluso a nuestros enemigos) como queremos ser tratados: con misericordia.

Lo que hemos recibido de gracia, debemos ofrecerlo a los demás con generosidad y como muestra de gratitud a nuestro Señor.

Quiero aquí ofrecerte DIEZ PAUTAS, siete de ellas siguiendo un escrito de Rick Warren sobre las características de la misericordia. Debo decirte que la misericordia no tiene una sola forma de manifestarse, es como esas figuras geométricas de muchas caras –y es así porque también son de diversos tipos tus relaciones y, además, se te presentan muchas circunstancias distintas en que debes vivir la misericordia.

 

Si lo haces, te aseguro que todas tus relaciones serán transformadas, incluyendo la relación contigo mismo.

Primera pauta: Misericordia significa ser paciente con las particularidades de las personas. Por ejemplo, si tienes varios hijos o te relacionas con varios compañeros de trabajo o muchos hermanos en la congregación… ¿Tomas en cuenta sus diferencias, sus particularidades? Puede ser justo tratar a todos los hijos por igual, pero puede que no muestres misericordia ante uno u otro.

Segunda pauta: Misericordia significa ayudar a cualquiera que esté a tu alrededor que esté sufriendo. Es imposible amar a tu prójimo como a ti mismo sin ser misericordioso. Proverbios 3:27 dice, “No dejes de hacer el bien a todo el que lo merece, cuando esté a tu alcance ayudarlos” (NTV). Pero Dios no simplemente mira lo que haces. Él está observando tu actitud: el que muestra misericordia, con alegría” (Romanos 12:8 LBLA).

Tercera pauta: Misericordia significa dar una segunda oportunidad a las personas. Siempre lo decimos: Dios es un Dios de segundas oportunidades. Lo decimos y lo hemos experimentado.

Nosotros, cuando alguien nos lastima, normalmente queremos vengarnos o descartar a esa persona. Pero la biblia dice, “Líbrense de toda amargura, furia, enojo, palabras ásperas, calumnias y toda clase de mala conducta. Por el contrario, sean amables unos con otros, sean de buen corazón, y perdónense unos a otros, tal como Dios los ha perdonado a ustedes por medio de Cristo” (Efesios 4:31-32 NTV).

Cuarta pauta: Misericordia significa hacer el bien a los que te lastiman. Como ya he indicado: misericordia es dar a las personas lo que necesitan, no lo que merecen. ¿Por qué deberíamos hacerlo? Porque eso es lo que Dios hace con nosotros: “Amad a vuestros enemigos, y haced bien, y prestad no esperando nada a cambio, y vuestra recompensa será grande, y seréis hijos del Altísimo; porque Él es bondadoso para con los ingratos y perversos. Sed misericordiosos, así como vuestro Padre es misericordioso.” (Lucas 6:35-36 LBLA).

Quinta pauta: Misericordia significa ser amable con los que te ofenden. Tienes que estar más interesado en ganar personas para Cristo que en ganar un argumento. Judas 1:22-23 dice, “tened misericordia de[a] algunos que dudan; a otros, salvad, arrebatándolos del fuego; y de otros tened misericordia con temor, aborreciendo aun la ropa contaminada por la carne” (LBLA).

Sexta pauta: Misericordia significa construir puentes de amor con los que no son populares, con los que son rechazados. Esto es lo que podríamos llamar misericordia premeditada, porque intencionalmente buscamos entablar relaciones de amistad con personas que no tienen amigos, que son rechazados en el trabajo o en la sociedad.

Cuando los fariseos preguntaron por qué Jesús comía con los recaudadores de impuestos y otras personas no populares, Jesús dijo: “‘Lo que pido de ustedes es misericordia y no sacrificios”. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores” (Mateo 9:13 NVI).

Séptima pauta: Misericordia significa valorar las relaciones por encima de las reglas. Elige el amor sobre la Ley. Romanos 13:10 dice, “el amor cumple con las exigencias de la ley de Dios” (NTV). Si quieres mostrar misericordia, pon a la gente antes que las políticas. Poner sus necesidades antes de los procedimientos. Poner las relaciones antes que las regulaciones. Elige el amor sobre la ley.

Octava pauta: Si quieres ser misericordioso, renuncia a la lucha de poder y hazte servidor de los demás. En nuestras relaciones cotidianas muchas veces nos vemos en conflictos que nos llevan a rupturas porque estamos encerrados en lucha de poder, en ver quién puede más, en ver quién gana una batalla o un argumento y hasta somos despiadados al enfrentarnos en un conflicto con nuestros cónyuges, nuestros hijos, nuestros hermanos, nuestros amigos…Para ser misericordiosos es necesario que dejemos de lado el orgullo, que manifestemos a los demás el mismo amor que hemos recibido del Padre, la misma misericordia.

Novena pauta: tu hogar y tu familia constituyen el campo en donde entrenas la misericordia. A veces somos duros y críticos con los que viven con nosotros, con nuestras familias.

Veo en mi esposa todos sus defectos, los saco con dureza, no perdono. Y luego me extraño de que sea una mujer amargada, de que su pasión y fuego se haya ido apagando, de que se sienta desdichada.

Creo que mis hijos deben ser perfectos, como si yo lo fuera y no lo soy. Les exijo de un modo poco amable, sin compasión. Pues bien: comienza a ejercer la misericordia por tu casa. Sí, es posible que tus hijos merezcan tal o cual castigo, pero muéstrales misericordia, muéstrales el amor de Dios a través de tus acciones, muéstrales que eres capaz de no desatar tu ira sobre ellos.

Igual digo a los hijos: puede que tu padre te abandonara, que no fuera el padre que soñaste, que vicios nublaron o nublan su vida, que te maltrató… justicia sería rechazarlo, misericordia sería amarlo no porque lo merezca, sino porque tu corazón está dispuesto a la misericordia.

Misericordia en el hogar, en la familia, porque ese es nuestro primer campo para forjar en nosotros el carácter misericordioso de Jesús, y tener misericordia como nuestro Padre ha tenido misericordia con nosotros.

Décima pauta: Misericordia significa preocuparse por la salvación de los que no creen en Cristo, de los que no le han aceptado como Salvador y Señor, porque el riesgo que corren es el ir hacia la perdición eterna, y sabemos lo que eso significa. Mostrarles misericordia significa que doy de mi tiempo, de mis recursos, de mis dones y talentos para que conozcan el evangelio. Mostrarles misericordia significa que no rompo los puentes que tenga con ellos, que tiendo otros puentes, que los amo, que me obsesiona su salvación.