SOMOS LLAMADOS A SER MISERICORDIOSOS
PRIMERO: NUESTRO DIOS ES MISERICORDIOSO
Ten
piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia;
Conforme
a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones.
Contra
ti, contra ti solo he pecado,
Y
he hecho lo malo delante de tus ojos;
He
aquí, en maldad he sido formado,
Y
en pecado me concibió mi madre.
Esconde
tu rostro de mis pecados,
Y
borra todas mis maldades.
No
me eches de delante de ti,
Y
no quites de mí tu santo Espíritu.
¡Qué
bien describe el salmo 51 lo que somos: PECADORES!
El
pecado es la separación, la ruptura de mi relación con Dios. El pecado es
volverle la espalda a Dios. El pecado me convierte en enemigo de Dios. Es
negarme a realizar en mi vida el propósito para el cual fui creado y en el cual
hay salvación, hay gozo, el gozo de: adorarle a EL, servirle a EL, seguirle a
EL, descansar en EL, hacer de EL mi todo.
Cuando
estoy en pecado soy un instrumento inútil, soy un adversario de Dios, y Dios
debiera desecharme, debiera dejarme a un lado, debiera prescindir de mí puesto
que yo prescindo de EL en mi vida, yo siembro la enemistad entre EL y mi
persona.
Cuando
estoy en pecado soy una vasija rota. Soy un puente estropeado. Soy un camino
inservible. Soy un trapo de inmundicia. Soy impuro.
Cuando
estoy en pecado merezco la ira de Dios, su justa condena. Camino hacia una
eternidad sin Dios, sin vida, hacia la muerte eterna. El pago del pecado es la
muerte, dicen las Escrituras.
¿Qué
pasaría si Dios –como juez justo- decidiera prescindir de nosotros por nuestros
pecados, porque estamos manchados y sucios, y EL es Santo y Puro? Muy simple:
LA MUERTE Y LA MUERTE ETERNA. Así como aceptar a Jesús significa vida y vida en
abundancia, el rechazarlo, el vivir lejos de EL significa muerte y muerte
eterna.
¡PERO
NO! Dios es amor y Dios es libertad. Nos ama con amor eterno, nos anhela cerca
de EL, quiere que volvamos a ser sus amigos, que nos arrepintamos de nuestros
pecados, que si ya lo hemos hecho y caemos, nos levantemos y no nos quedemos en
el suelo.
¿Es
esto posible? No en nuestras propias fuerzas. Y aquí viene la GRAN MISERICORDIA
de Dios. Así como Jesús nos dio una GRAN COMISIÓN y nos dio un GRAN
MANDAMIENTO, hay una GRAN MISERICORDIA mostrada por nuestro Padre. Y esa GRAN
MISERICORDIA es que nos envió a su hijo Jesucristo, quien entregó su vida y
resucitó, para que todo aquel que en él crea no se pierda, sino que tenga vida
eterna. Tenga vida y vida en abundancia. Jesús es la GRAN MISERICORDIA DE DIOS.
Restaurar
la relación solo es posible si libremente aceptamos a Jesús como nuestro
Salvador y Señor. Él es el camino. Él es el único camino. No hay otro.
Oye
lo que dije: libremente. Una amistad obligada no es amistad. Él quiere que tú
llegues a sus pies libremente, que busques de EL con anhelo, pero libremente.
Que sigas a Jesús libremente.
Pero
Dios no solo tiene UNA GRAN MISERICORDIA con nosotros. Dios –en su carácter- es
misericordioso. Sus misericordias son nuevas cada día y las necesitamos cada
día. Una misericordia que proviene de su amor eterno por nosotros. El verso 1
del Salmo 51 recoge ambas cosas muy bien:
Ten
piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia;
Conforme
a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones.
Nuestro
clamor ante Dios no es por justicia. La justicia vendrá sobre nosotros si no
nos arrepentimos. Su justicia nos borraría de la faz de la tierra y de la
posibilidad de vida eterna junto a Él. Nuestro clamor es por MISERICORDIA.
Él
ha mostrado su carácter a lo largo de la historia. Y les pongo cuatro ejemplos:
Dios escogió ser misericordioso con su pueblo Israel al
salir de Egipto. Escuchó su
clamor. Los amó a pesar de su rebelión y falta de
gratitud. No les dio lo que merecían, les dio lo que necesitaban. Fue
misericordioso con ellos.
En el caso del Rey David, un hombre conforme al corazón de Dios,
vemos que el pecado tiene el poder de alcanzar incluso a los más ardientes
seguidores de Dios. David cometió adulterio y asesinato. “Crea en mí un corazón limpio, oh Dios, y renueva un
espíritu recto dentro de mí” (Salmos
51:10). David rogó, y Dios lo oyó. “Y Natán dijo a David: También
Jehová ha remitido tu pecado; no morirás“ (2 Samuel 12:13). No le dio a David lo que merecía que era un
castigo ejemplar, sino que le dio lo que necesitaba: su perdón. Dios fue
misericordioso con David.
Pablo, anteriormente Saúl, apoyó la cruzada contra el cristianismo, pero se
encontró con Jesús. 'Yo soy Jesús, a
quien tú persigues'. Quedó ciego, pero abrió los ojos para ver a Jesús. Jesús
no le dio lo que Pablo merecía por perseguir y contribuir a matar a los cristianos,
le dio lo que necesitaba: Perdón y una misión. Tuvo misericordia. Y la misericordia
de Jesús encendió su fe y lo impulsó hacia adelante. Pablo, en cada carta que
escribió, magnífica misericordia. Y lo hace porque la había experimentado de
primera mano.
La mujer sorprendida en adulterio (Juan 8:6-8).
¿Era culpable? Sí.
¿Estaba
arrepentida? No hay ningún indicio de que estuviese arrepentida.
¿Podía
Jesús apedrearla? Sí, pues Él no tenía pecado.
¿Por
qué no tiró una piedra? ¡Por misericordia!
Jesús le dijo a la mujer: “¿Dónde están tus acusadores? ¿Ni
uno de ellos te condenó? 'No, Señor'“, dijo ella. Y Jesús dijo, 'Yo tampoco. Ve
y no peques más’” (Juan 8: 10-11). La misericordia es perdón, es compasión con
aquellos que no la merecen. Ella no la merecía, pero la necesitaba.
Numerosos
pasajes atestiguan el carácter misericordioso de Dios:
“Acerquémonos,
pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar
gracia para el oportuno socorro” (Hebreos 4:16).
Acuérdate, oh Jehová, de tus piedades y
de tus misericordias,
Que son perpetuas.
De los pecados de mi juventud, y de mis rebeliones, no te acuerdes;
Conforme a tu misericordia acuérdate de mí,
Por tu bondad, oh Jehová (Salmo 25: 6-7).
Mas por tus muchas misericordias no los consumiste,
ni los desamparaste; porque eres Dios clemente y misericordioso (Nehemías 9:31).
“Pero debido a su gran amor por nosotros, Dios, que es rico en
misericordia, nos hizo vivir con Cristo, incluso cuando estábamos muertos en
transgresiones, es por gracia que has sido salvo” (Efesios 2: 4-5).
“Él nos salvó, no por cosas justas que habíamos hecho, sino por Su
misericordia. Él nos salvó a través del lavado del renacimiento y la renovación
por el Espíritu Santo” (Tito 3:5).
El Salmo 23:6 nos da una promesa
hermosa: Ciertamente el bien y la
misericordia me seguirán todos los días de mi vida, Y en la casa de Jehová
moraré por largos días.
Cada día trae una nueva misericordia. Cada mañana, Dios es
fiel, aunque todos los días nos quedamos cortos. La misericordia es el regalo
de Dios para el corazón arrepentido.
Por lo tanto, la misericordia bíblica
se trata principalmente de la expresión o manifestación del amor de
Dios. Por misericordia, él no nos quiso dar el castigo que
merecíamos. Dios nos extendió su mano y nos dio la oportunidad de
recibir su perdón por medio de nuestro Salvador Jesucristo. Dios tomó la iniciativa.
Algunos
utilizan la raíz latina de la palabra para darnos un significado profundo de lo
que es la misericordia: Corazón ante las miserias, compasión (padecer con), benignidad,
amabilidad. Inclinación del ánimo para compadecerse del mal ajeno. De modo inmerecido. Óiganlo bien: de modo
inmerecido, porque quiso, porque ante que JUEZ es PADRE.
PRIMERA CONCLUSIÓN: NUESTRO DIOS ES
RICO EN MISERICORDIA Y, ADEMÁS, POR NATURALEZA, DIOS ES MISERICORDIOSO.
SEGUNDO:
SOMOS LLAMADOS A SER MISERICORDIOSOS
Y
aquí está el detalle, diría un célebre comediante mexicano: el Dios lleno de
misericordia para con nosotros nos llama a cada uno de nosotros a ser
misericordiosos con nosotros mismos y con los demás.
Comento
brevemente algunos textos en esta dirección:
“Bienaventurados los misericordiosos
porque ellos alcanzarán misericordia” (Mateo
5:7). Es parte del nuevo estilo de vida de los cristianos. ¡Qué bien! El premio
final por ser misericordiosos es el Reino, es la vida eterna, siendo
coherederos e hijos de Dios.
“Sed misericordiosos como vuestro
Padre es misericordioso” (Lucas
6:36). La perfección cristiana, el irnos perfeccionando, creciendo en la vida
cristiana consiste en imitar al Padre en su misericordia, dando lo que el otro
no merece. Ser misericordiosos es la forma más elevada de amor al prójimo.
“Misericordia quiero y no
sacrificio” (Mat
9:13; 12:7). El máximo de Jesús para con Dios y para con el prójimo es el amor
hecho misericordia. Es su preferencia. El hacer sacrificios era lo máximo en
tiempos de Jesús, y Jesús le voltea la tortilla y les dice: Prefiero la
misericordia a sus sacrificios.
De
paso, les menciono algunas parábolas. Por ejemplo, en Lucas 15 encontramos lo
que se llama la Parábola del Hijo Pródigo,
yo les digo que bien pudiéramos llamarla la Parábola del Padre Misericordioso. Digan ustedes: ¿Qué se merecía
este hijo? La actitud del ante el hijo pródigo que nos simboliza a muchos de
nosotros, como pecadores que abandonamos la casa del Padre y nos entregamos al
Pecado, es realmente sorprendente. No es justicia, es misericordia.
En
la Parábola del Buen Samaritano (Luc
10:29-37), plasma lo que es y lo que no es misericordia. Seguir de largo frente
al dolor ajeno, a la desgracia ajena, no es misericordia.
En
Mateo 18:23-35 encontramos la que se llama la Parábola del Siervo Despiadado o
siervo sin entrañas a quien su señor se le perdona su deuda, pero es incapaz de
perdonar la deuda de un consiervo suyo. Recibió misericordia, pero no fue capaz
de tener misericordia. La falta de perdón, la falta de misericordia hacia el
otro, le condenó.
33
¿No debías tú también tener misericordia de tu consiervo, como yo tuve
misericordia de ti?
34
Entonces su señor, enojado, le entregó a los verdugos, hasta que pagase todo lo
que le debía.
35
Así también mi Padre celestial hará con vosotros si no perdonáis de todo
corazón cada uno a su hermano sus ofensas.
Y
en Mateo 6:14 se nos dice:
Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os
perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial.
Lucas 6:35-36:
“Ama a tus enemigos, hazles el bien y préstales sin esperar que te
devuelvan nada. Entonces tu recompensa será grande, y serás un hijo del
Altísimo, porque Dios es amable con los ingratos y malvados. Sé misericordioso,
así como tu Padre es misericordioso”.
Mateo 10:7-8 nos describe qué hacemos por
misericordia a los demás:
Dondequiera que vayan, prediquen este mensaje: “El
reino de los cielos está cerca”. Sanen a los enfermos, resuciten a los muertos,
limpien de su enfermedad a los que tienen lepra, expulsen a los demonios. Lo
que ustedes recibieron gratis, denlo gratuitamente.
Efesios 4:32:
“Sean amables los unos con los
otros, tiernos, perdonándose unos a otros, como Dios en Cristo les perdonó”.
Santiago 3:17:
“La sabiduría que
proviene del cielo es, ante todo, pura y también ama la paz; siempre es amable
y dispuesta a ceder ante los demás. Está llena de compasión y del fruto de
buenas acciones. No muestra favoritismo y siempre es sincera”.
SEGUNDA CONCLUSIÓN: ESTAMOS LLAMADOS
A SER MISERICORDIOSOS COMO NUESTRO PADRE ES MISERICORDIOSO.
Es un llamado fuerte a
transformar nuestro carácter y hacerlo similar al de Jesús. No es un llamado
que podamos responder en nuestra carne, por nuestras propias fuerzas. Ser
misericordiosos como nuestro Padre es misericordioso, es tu desafío.
Y aquí el tercer punto en el que
en ocasiones nos empantanamos. Y es que no sabemos cómo. Aquí quiero
presentarte ocho pautas para llegar a ser misericordiosos.
Y
aquí viene el PERO. ¿POR QUÉ SI ANHELAMOS TANTO LA MISERICORDIA DE DIOS, SI LA
RECIBIMOS AL ACEPTAR A JESÚS COMO SEÑOR
SALVADOR, NOS CUESTA TANTO A NOSOTROS SER MISERICORDIOSOS CON NOSOTROS
MISMOS Y CON LOS DEMÁS Y LO QUE CLAMAMOS ES POR JUSTICIA?
TERCERO: DIEZ PAUTAS PARA SER MISERICORDIOSOS
Ser
misericordiosos con quienes no lo merecen es contrario a nuestras inclinaciones
naturales y solo es posible por medio del poder del Espíritu Santo en nosotros.
Lo que queremos, por naturaleza, es que se haga justicia.
Cuando
usted es misericordioso, está dando a otros lo que Dios le ha dado. ¿No se
alegra de que Él no castigue de inmediato cada pecado que usted comete? Dios
nos pide que tratemos a los demás (incluso a nuestros enemigos) como queremos
ser tratados: con misericordia.
Lo que hemos recibido de gracia,
debemos ofrecerlo a los demás con generosidad y como muestra de gratitud a
nuestro Señor.
Quiero
aquí ofrecerte DIEZ PAUTAS, siete de ellas siguiendo un escrito de Rick Warren
sobre las características de la misericordia. Debo decirte que la misericordia
no tiene una sola forma de manifestarse, es como esas figuras geométricas de
muchas caras –y es así porque también son de diversos tipos tus relaciones y,
además, se te presentan muchas circunstancias distintas en que debes vivir la
misericordia.
Si lo
haces, te aseguro que todas tus relaciones serán transformadas, incluyendo la
relación contigo mismo.
Primera
pauta: Misericordia
significa ser paciente con las particularidades de las personas. Por ejemplo, si tienes varios hijos o te relacionas
con varios compañeros de trabajo o muchos hermanos en la congregación… ¿Tomas
en cuenta sus diferencias, sus particularidades? Puede ser justo tratar a todos
los hijos por igual, pero puede que no muestres misericordia ante uno u otro.
Segunda pauta: Misericordia significa ayudar a
cualquiera que esté a tu alrededor que esté sufriendo. Es imposible amar a tu prójimo como a ti mismo sin
ser misericordioso. Proverbios 3:27 dice, “No
dejes de hacer el bien a todo el que lo merece, cuando esté a tu alcance
ayudarlos” (NTV). Pero Dios no simplemente
mira lo que haces. Él está observando tu actitud: el
que muestra misericordia, con alegría” (Romanos 12:8 LBLA).
Tercera pauta: Misericordia significa dar una segunda
oportunidad a las personas. Siempre lo
decimos: Dios es un Dios de segundas oportunidades. Lo decimos y lo hemos
experimentado.
Nosotros, cuando alguien nos lastima,
normalmente queremos vengarnos o descartar a esa persona. Pero la biblia
dice, “Líbrense de toda amargura, furia,
enojo, palabras ásperas, calumnias y toda clase de mala conducta. Por el
contrario, sean amables unos con otros, sean de buen corazón, y perdónense unos
a otros, tal como Dios los ha perdonado a ustedes por medio de Cristo” (Efesios
4:31-32 NTV).
Cuarta pauta: Misericordia significa hacer el bien a
los que te lastiman. Como ya he
indicado: misericordia es dar a las personas lo que necesitan, no lo que merecen.
¿Por qué deberíamos hacerlo? Porque eso es lo que Dios hace con nosotros: “Amad
a vuestros enemigos, y haced bien, y prestad no esperando nada a cambio, y
vuestra recompensa será grande, y seréis hijos del Altísimo; porque Él es
bondadoso para con los ingratos y perversos. Sed misericordiosos, así como
vuestro Padre es misericordioso.” (Lucas 6:35-36 LBLA).
Quinta
pauta: Misericordia
significa ser amable con los que te ofenden. Tienes
que estar más interesado en ganar personas para Cristo que en ganar un
argumento. Judas 1:22-23 dice, “tened misericordia de[a] algunos que
dudan; a otros, salvad, arrebatándolos del fuego; y de otros tened misericordia
con temor, aborreciendo aun la ropa contaminada por la carne” (LBLA).
Sexta
pauta: Misericordia
significa construir puentes de amor con los que no son populares, con los que
son rechazados. Esto es lo que podríamos llamar
misericordia premeditada, porque intencionalmente buscamos entablar relaciones
de amistad con personas que no tienen amigos, que son rechazados en el trabajo
o en la sociedad.
Cuando
los fariseos preguntaron por qué Jesús comía con los recaudadores de impuestos
y otras personas no populares, Jesús dijo: “‘Lo
que pido de ustedes es misericordia y no sacrificios”. Porque no he venido a
llamar a justos, sino a pecadores” (Mateo 9:13 NVI).
Séptima pauta: Misericordia significa valorar las
relaciones por encima de las reglas. Elige el amor
sobre la Ley. Romanos 13:10 dice, “el
amor cumple con las exigencias de la ley de Dios” (NTV).
Si quieres mostrar misericordia, pon a la gente antes que las políticas. Poner
sus necesidades antes de los procedimientos. Poner las relaciones antes que las
regulaciones. Elige el amor sobre la ley.
Octava pauta: Si quieres ser misericordioso, renuncia
a la lucha de poder y hazte servidor de los demás. En nuestras relaciones cotidianas muchas veces nos
vemos en conflictos que nos llevan a rupturas porque estamos encerrados en
lucha de poder, en ver quién puede más, en ver quién gana una batalla o un
argumento y hasta somos despiadados al enfrentarnos en un conflicto con
nuestros cónyuges, nuestros hijos, nuestros hermanos, nuestros amigos…Para ser
misericordiosos es necesario que dejemos de lado el orgullo, que manifestemos a
los demás el mismo amor que hemos recibido del Padre, la misma misericordia.
Novena pauta: tu hogar y tu familia constituyen el
campo en donde entrenas la misericordia. A veces somos
duros y críticos con los que viven con nosotros, con nuestras familias.
Veo en mi esposa todos sus defectos, los saco con
dureza, no perdono. Y luego me extraño de que sea una mujer amargada, de que su
pasión y fuego se haya ido apagando, de que se sienta desdichada.
Creo que mis hijos deben ser perfectos, como si yo
lo fuera y no lo soy. Les exijo de un modo poco amable, sin compasión. Pues
bien: comienza a ejercer la misericordia por tu casa. Sí, es posible que tus
hijos merezcan tal o cual castigo, pero muéstrales misericordia, muéstrales el
amor de Dios a través de tus acciones, muéstrales que eres capaz de no desatar
tu ira sobre ellos.
Igual digo a los hijos: puede que tu padre te
abandonara, que no fuera el padre que soñaste, que vicios nublaron o nublan su
vida, que te maltrató… justicia sería rechazarlo, misericordia sería amarlo no porque
lo merezca, sino porque tu corazón está dispuesto a la misericordia.
Misericordia en el hogar, en la familia, porque ese
es nuestro primer campo para forjar en nosotros el carácter misericordioso de
Jesús, y tener misericordia como nuestro Padre ha tenido misericordia con
nosotros.
Décima pauta: Misericordia significa preocuparse por
la salvación de los que no creen en Cristo, de los que no
le han aceptado como Salvador y Señor, porque el riesgo que corren es el ir
hacia la perdición eterna, y sabemos lo que eso significa. Mostrarles
misericordia significa que doy de mi tiempo, de mis recursos, de mis dones y
talentos para que conozcan el evangelio. Mostrarles misericordia significa que
no rompo los puentes que tenga con ellos, que tiendo otros puentes, que los
amo, que me obsesiona su salvación.