Fragmento
tomado del artículo de Carlos Martínez García: “El fermento político de los
cristianos primitivos”, en Protestante Digital.
La Iglesia cristiana estigmatizada por un
entorno hostil, subraya Kreider, no hacía evangelización ni campañas
evangelísticas, al menos no como se entiende tales términos en las iglesias
evangélicas contemporáneas. ¿Entonces
cómo fue que se expandieron e impactaron al mundo que les rodeaba?
Para responder la pregunta anterior, Alan
Kreider adelanta hallazgos a los que le llevó su investigación plasmada en el
libro. Señala cuatro elementos:
- La paciencia, virtud cultivada en las comunidades que confiaban en Dios, “creían que Dios es paciente y que Jesús es la encarnación visible de la paciencia. Y concluyeron que ellos, poniendo su fe en Dios, debían ser pacientes: no pretender controlar los acontecimientos, no angustiarse ni tener prisa, y no recurrir a la fuerza para lograr su metas”. No debemos confundir paciencia con quietismo.
- De forma sencilla los cristianos enfatizaban pocos puntos doctrinales pero eran claros en su seguimiento de la ética de Cristo. Para explicar el punto, Kreider toma el concepto habitus, del sociólogo francés Pierre Bourdieu: “Las fuentes rara vez testimonian que las primeras comunidades creciesen porque ganaran debates; antes bien prosperaron porque su conducta habitual de estos (enraizada en la paciencia) resultaba peculiar y atractiva […] Cuando se cuestionaban sus ideas, los cristianos remitían a su forma de actuar, a sus obras. Creían que su habitus, la conducta que encarnaban, era elocuente por sí mismo. Su comportamiento revelaba su fe, era una puesta en práctica de su mensaje”.
- En la configuración del habitus los cristianos ponían énfasis en la enseñanza continua y creciente, así como en el culto realizado en las asambleas o reuniones que mayormente tenían lugar en las casas de los creyentes, no en espaciosos y lujosos templos. En estas asambleas había mucho más horizontalidad que en las sociedades circundantes. Eran espacios de dignificación cuando lo común era la estratificación y verticalismo social.
- El fermento, consistente en “una energía efervescente –una vida interior que se expandía desde lo más hondo– cuyo potencial era inmenso”. Su espiritualidad no era espiritualismo, porque aquélla, cuando es la exteriorización de un cambio interior natural y necesariamente se expresa en actos cotidianos que siembran el shalom de Dios. Hicieron política cotidianamente a través de sus pequeñas acciones personales y comunitarias, fermentando así su sociedad.
Contribuido de: http://protestantedigital.com/magacin/44907/El_fermento_politico_de_los_cristianos_primitivos_I