Yo quiero la revancha, Jesús quiere el perdón
Milton Tejada C.
El miércoles de semana santa se me invitó en la Iglesia Cristiana a compartir un comentario sobre la primera palabra de Jesús sobre la cruz: "Padre, perdónalos, que no saben lo que hacen". Aquí está mi breve comentario.
«Padre, perdónalos, que no saben lo que hacen» (Lucas 23:34).
¿Cuántos se sienten molestos por la situación de delincuencia,
corrupción, impunidad imperante en nuestro país?
¿Cuántos han sido afectados por esta situación, ya sea directa o
indirectamente?
¿Cuántos ya no se atreven a salir de noche y andar por las calles con
libertad, sin temor?
Ante esta situación, mi hombre natural quiere revancha, quiere que a
los delincuentes les vaya mal, quiere venganza.
No entiendo cómo es posible que un delincuente siga tan campante luego
de asesinar, robar, ultrajar.
No entiendo cómo es posible que un político viva en lujosas villas a
costa del dinero de todos, mientras la pobreza y la miseria galopan por
nuestros barrios y campos.
No entiendo como un hombre engaña a una mujer durante quince, veinte
años y luego le rompe el corazón y se queda como si nada e incluso hasta
abandona a sus hijos.
Yo, francamente, en mi hombre natural, me dan ira estas y otras tantas
cosas, quisiera revancha. Quisiera que aparecieran personas con valor que le
hagan frente al delincuente y lo pongan en su sitio, que no permitan tanto
crimen, tanto horror.
Una reseña de un periódico local indica que en el 2016 murieron al
menos 25 personas que participaban en actividades delictivas, a manos de
personas –generalmente multitudes, grupos- que se sentían frustradas por las
decisiones judiciales y porque los delincuentes apenas pasan horas o días
detenidos.
En una declaración, el Jefe de la Policía señaló que “en más de una
ocasión agentes policiales han impedido el linchamiento de delincuentes, de
parte de la población”. Población: hombres y mujeres como tú y como yo, que
querían la revancha, que tenían ira, que estaban jartos.
Hemos perdido la confianza en nuestras instituciones y en nuestras
autoridades. No creemos en las soluciones que políticos y gobernantes nos
ofertan en las campañas electorales. La impotencia que sentimos y la impunidad
con la que se manejan los delincuentes exacerban en muchos ese deseo de
revancha… esa ira amarga.
En República Dominicana la gente está enojada, frustrada. Tiene
coraje, siente impotencia. Estamos cansados y también, lo reconozco, asustados.
A VECES VEMOS EPISODIOS DE TOMAR LA JUSTICIA POR SUS PROPIAS MANOS, y hasta nos
simpatizan.
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Hoy, sin embargo, quiero hacer una lectura diferente, una lectura
desde la vida de Jesús y la pasión de Jesús...
Muchos de nosotros, si fuésemos Jesús, con todo lo que le hicieron y
pudiendo tener legiones de ángeles a su servicio, hubiésemos tomado revancha.
Venganza.
Era viernes en la mañana. Lo habían torturado, golpeado, hecho sangrar
hasta quedar casi seco. Ya estaba en la cruz. Y aun así le vociferaban:
¡Si eres el hijo de Dios bájate de la cruz!
A otros salvó, pero a sí mismo no se puede salvar.
Si tú eres el rey de los judíos, sálvate a ti mismo.
¿No eres tú el Cristo? ¡Sálvate a ti mismo y a nosotros!
Ácido, sarcasmo, golpes, torturas, crueldad, odio en cada palabra y en
cada acción contra su cuerpo. Aun estando ya crucificado, seguían y seguían.
¿Qué hubieran hecho ustedes? ¿Qué hubiera hecho yo?
Seguro que alguno me dirá: Mira, Milton, la paciencia tiene su límite.
¿Ven ustedes
qué no hizo Jesús?
Jesús no se desquitó. Jesús no devolvió la ofensa con otra ofensa.
Jesús, al contrario de la reacción normal, que sería la mía y la tuya,
asombrosamente, habló en defensa de ellos: «Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen» (Lucas
23:34).
En vez de la revancha, murió
por sus adversarios.
Todas mis heridas parecen
insignificantes en comparación con las de Jesús. Y yo soy cristiano, su
seguidor, no puedo aspirar a hacer menos que lo que El hace.
¿Tomar la justicia por tus manos, es el
camino? ¿Es ésa realmente la manera de hacerlo?
Pensemos por un momento. Pensemos en nuestra ira, en tu ira, en mi ira,
por sólo un minuto.
Un poquito de ira por esto y otro por aquello y cuando viene a ver
tengo un cubo
lleno de frustración, de furia. Y
viene entonces la sed de venganza. Odio desbocado. Los dominicanos nos estamos convirtiendo en
bombas de tiempo que podrían explotar en cualquier momento.
¿Es esa una manera saludable de vivir? ¿Qué bien ha traído alguna vez
el odio? ¿Qué esperanza ha creado alguna vez la ira? ¿Qué problemas han sido
resueltos por la venganza? ¿Será esa realmente la manera de reducir la tasa de
criminalidad? ¿Si desatamos nuestra ira,
se harán más seguras nuestras calles y caminos?
La ira no soluciona nada.
La venganza no soluciona nada.
La revancha no soluciona nada.
Los ciudadanos que hacen justicia con sus manos no son la respuesta.
¿Qué debemos hacer? No podemos negar que nuestra ira existe. ¿Cómo
podremos ponerle freno? Jesús te da una respuesta. Oye lo que pide
para la turba que lo ha crucificado: «Padre,
perdónalos porque no saben lo que hacen».
¿Cómo fue posible que Jesús no tomara la
revancha? Aquí está la clave: «Porque
no saben lo que hacen».
El ve confusión en lugar de odio. Los llama “ovejas sin pastor”. Ve
víctimas. Ve una turba sin control, llevada por líderes ciegos y equivocados
(como los que tenemos en el país).
Sé que eso no justifica nada. Eso no justifica a los
conductores que se fugan de la escena de un accidente o a los vendedores de
pornografía infantil o a los traficantes de drogas, o a los atracadores o a los
asesinos, o a los violadores. Pero ayuda a explicar por qué ellos hacen esas cosas
repugnantes.
El punto es este: Una ira descontrolada no
hará mejor a nuestro mundo, pero un entendimiento sabio sí lo hará.
Una vez que vemos al mundo y a nosotros mismos tal como somos,
entonces podemos ayudar.
Una vez que nosotros nos entendemos, comenzamos a vivir no desde una
posición de ira sino de compasión y preocupación, como Jesús.
No miramos al mundo con la frente agria, sino con manos extendidas.
Nos damos cuenta de que las luces están
opacadas y que una cantidad de gente está tropezando en las tinieblas.
Muchos de ellos jóvenes.
Comprender a nuestros jóvenes, comprender la raíz de la situación, nos
ayuda a encender luces, nos ayuda a querer ser portadores de la luz del amor y
del evangelio de Jesús.
Comprender que nuestro país, nuestro mundo, está marcado por el pecado
y la inequidad, la injusticia, la exclusión, nos lleva a querer contribuir con
la obra de salvación de Jesús, a predicar a un Cristo que fue crucificado, pero
que también resucitó.
Un Dios que proclama reconciliación y que proclama justicia.
¿Ira? La ira nunca hizo nada bueno a nadie.
¿Entendimiento? Sí, comprender nuestra naturaleza caída. Si lo hacemos, los
resultados no son tan rápidos como tomar venganza o revancha, pero ciertamente
el único camino verdadero y duradero es el perdón.
Yo a veces quiero revancha, EL siempre
quiere perdón.
Sólo siguiéndole a EL podré comprender y perdonar
como EL.