Cautivo todo pensamiento
“Llevando
cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo” 2 Corintios. 10:5
Junto a mis hijos...y mis libras. |
Lo entendí a través de la
palabra de dos hombres distintos. Uno, un periodista, Hillman Schany Pimentel
Pérez. Me lo encontré en un acto en donde fungió de maestro de ceremonia. Al
final traté de bromear diciéndole: “Te ves muy bien, se nota que tienes tiempo
para hacer ejercicio”. Y él me contestó: “No, eso lo hace el Señor”.
Disciplina, organización, cuidar el cuerpo… El otro, un hermano que asistió a
la célula que lideran José Luis Guzmán y Pedro Ramírez, el hermano Carlos.
Éramos trece hombres y hablamos, informalmente, del tema. Carlos, también un
poco obeso, indicó: lo he intentado mil veces, pero me he dado cuenta de que no
puedo en mis propias fuerzas…
La fórmula del fracaso: “en mis propias
fuerzas”. Actualmente me encuentro con una endocrinóloga, persona maravillosa y
entusiasta. Es una herramienta, me señala pautas de alimentación y lleva
control de mis indicadores clínicos. Mi esposita, Ysabel, y yo, nos inscribimos
en un club-gimnasio (al cual a veces duramos semanas sin ir). Jugos verdes van
y jugos verdes vienen… y, como mucho, he logrado mantenerme en el peso que no es
peso sino sobre-peso.
Nada de eso está mal (doctora, gimnasio, jugos verdes), pero es insuficiente.
Este fin de semana lo decidí, lo acepté: en tus fuerzas, Señor, no en las mías.
Y he adoptado un grito de guerra, basado en 2 Corintios 10:5: Llevar cautivo
todo pensamiento, todo deseo, toda ansiedad a la obediencia a Cristo, a los
pies de Cristo. Mi grito: “A tus pies…”. Someto mis deseos, mis apetitos, mis
ansias… a tus pies.
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