Un camino sin salida
Milton Tejada C.
Sintió alegría y aún más: placer. La multitud lo estaba “acribillando”, “lapidando”, colocándolo en el paredón… Por fin, se dijo, la gente comienza a tomar su destino en sus manos. Rabia, dolor, miseria, frustración… están abriendo un canal en donde grupos de dominicanos hacen justicia, “linchan” al delincuente… o, en las palabras más socorridas: hacen justicia con sus propias manos.
Y luego, sintió horror. Horror de si mismo, horror de su sociedad ¿Qué está pasando en la sociedad dominicana que en dos semanas se registran seis casos de “justicia por sus propias manos”, de “autodefensa popular”? La Policía Nacional no aplaude estos hechos, pero al parecer los avala porque, a diferencias de otras circunstancias, no suelen presentarse detenidos a la prensa. “Fuenteovejuna” queda impune. Lo que hacen todos, no lo hace nadie, nadie es responsable.
En otro orden, meter a la cárcel a las multitudes… no, eso no, eso no es parte de lo “políticamente correcto” y este es un país en donde se vive de lo “políticamente correcto”: aquello que es popular, que es aparentemente aceptado por las mayorías. Claro, existe el hecho de que estas “mayorías” han sido moldeadas a través de años hacia el desencanto, la mediocridad, la vanalidad, el consumo, la impunidad, el descreimiento y desconfianza… los gobiernos han propiciado mayorías acordes con sus intereses momentáneos y luego algunos de los políticos aprovecha la ocasión para asumir una posición de beato, dándose golpes en el pecho y clamando por un cambio en la conducta social… un círculo mortal, diabólico.
Es probable que Huchi Lora tenga razón. Ya ha repetido varias veces que somos un país con un solo partido y varios colores. Es una sola forma de hacer política. La verdad que el rostro feo de la democracia pasa por estos partidos.
En la historia del pueblo hebreo hubo una generación que pereció en el desierto y surgió otra que entró a la tierra prometida. En nuestro caso, parece ser que la generación que se resiste a morir quiere dejar corrompida a la siguiente. La “semilla del mal” quedará sembrada, germinando, fructificando…
Mis excusas, cosas de filósofos de la historia o de la historia del filosofar, lo mismo da. Volviendo al tema de “justicia con las propias manos” o “por” (la discusión gramatical puede hacerse luego), la verdad es que no, el filósofo no está de acuerdo. Una sociedad se da normas y ellas son las que le permiten mantenerse cohesionada. El camino del anarquismo puede estar abierto. La desintegración social… hay explicaciones al fenómeno, sí… las hay, pero las explicaciones no hacen que el hecho sea justificado. Ayudan a ir a la raíz.
Mientras tanto, aunque el autor de un asesinato sea una persona, un pequeño grupo o una multitud, el hecho sigue siendo asesinato y hay culpables objetivos. La Justicia podrá evaluar condiciones atenuantes en cualquier caso.
Claro, hay multitudes que nunca aparecen como “bárbaras” o grupos, aunque lo sean. Un ejemplo: el gobierno. Detrás de ese sustantivo se esconden muchos desmanes y el mayor de todos es el permitir y hasta fomentar el despojo de la confianza a la gente… pueden devolverla?
Yo, el filósofo, tengo simple vergüenza por mi sociedad y mi gobierno. Una sociedad que está en contra de la delincuencia y que, simultáneamente, parece disfrutar de la misma.
“Hay que dejar que las instituciones funcionen…”. Y la sociedad dominicana se encuentra como los niños jugando en el cajón de bolas de McDonald: rebotando de una bola a otra. Para voceros policiales, la Justicia no juega su papel. Para el Presidente, se tendrá mano dura con la delincuencia. Explicaciones, repito, pero no justificaciones de este “tomar la justicia con sus propias manos”.
Los ciudadanos, pobres y ricos, tal vez deberían pensar que en lugar de disfrutar del delinquir colectivamente, colectivamente debemos cambiar a las instituciones y sus responsables.
¿De qué sirvió la Reforma Procesal Penal? Una justicia más transparente y más justa, pero ¿justa para quien?
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